TU CALORRO (ESTOPA)
Fui a la orilla del rió
y vi que estabas muy sola
vi que te habías dormido
vi que crecían amapolas
en lo alto de tu pecho
tu pecho hecho en la gloria
yo me fui "pa" ti derecho
y así entraste en mi memoria
Tu me vestiste los ojos
yo te quitaba la ropa
todas las palomas que cojo
vuelan a la pata coja
tu ibas abriendo las alas
yo iba cerrando la boca
tu eras flor desarropada
y yo el calorro que te arropa
Tu perfume es el veneno
que contamina el aire
que tu pelo corta
que me corta hasta el habla y el entendimiento
porque es la droga que vuelve mi cabeza loca
después me quedo dormido
en una cama más dura que una roca
soñando que aún no te has ido
soñando que aún me tocas
Y el sol se va sonrojando
porque la noche le va cayendo
los pájaros van llegando
los árboles tienen sueño
sus hojas ya se han cansado
de aguantar tanto el invierno
y yo sigo aquí a tu lado
hasta que me lleve el viento
De luto se pone el cielo
que viene con nubes negras
será por que tiene celos
de que yo esta noche te tenga
que oscuro se pone el cielo
que viene con nubes negras
échale leña a la hoguera
la hoguera del sentimiento
que arde si estoy a tu vera.
lunes, 29 de noviembre de 2010
domingo, 28 de noviembre de 2010
Las palabras que el cielo envía
8)
La región espera la lluvia como yo el poema,
los árboles deformes como orejas deformes,
las bocas ávidas como perfectos copones de bronce.
El calor como un techo demasiado bajo,
la postergación como emblema.
Me siento a mis anchas, yo también, a esperar.
Nadie sabe que danzo como una loba vieja
sobre una terraza que arde.
Que recuerdo los bosques y colmillos filosos de mi vida
en la rogativa.
Cuando, al fin, las gotas empiezan a caer
sobre los baldes y las ilusiones, corro a atrapar
las palabras que el cielo envía:
pobres pájaros que enjaulo sin misericordia.
Paulina Vinderman
La región espera la lluvia como yo el poema,
los árboles deformes como orejas deformes,
las bocas ávidas como perfectos copones de bronce.
El calor como un techo demasiado bajo,
la postergación como emblema.
Me siento a mis anchas, yo también, a esperar.
Nadie sabe que danzo como una loba vieja
sobre una terraza que arde.
Que recuerdo los bosques y colmillos filosos de mi vida
en la rogativa.
Cuando, al fin, las gotas empiezan a caer
sobre los baldes y las ilusiones, corro a atrapar
las palabras que el cielo envía:
pobres pájaros que enjaulo sin misericordia.
Paulina Vinderman
Soy un árbol clásico
10)
La única poesía que ilumina es la que arde
y ningún mar será más extenso que mi imaginación.
Pero los sauces llorones se inclinan demasiado,
(para mi orgullo) ante un sol despótico
y no puedo dejar incendiarse a mi soledad
sin poner en peligro al bosquecito cercano.
Finjo la serenidad que nunca tendré, el reposo
que jamás encontraré.
Y lo hago bien, más que bien: una parodia
esmerada a las puertas del cielo.
Soy un árbol clásico, de los que dibujaba
en mi cuaderno, esos de tronco oscuro, que
no se doblegan fácilmente y no conocen el dolor
de la palabra árbol.
Paulina Vinderman
La única poesía que ilumina es la que arde
y ningún mar será más extenso que mi imaginación.
Pero los sauces llorones se inclinan demasiado,
(para mi orgullo) ante un sol despótico
y no puedo dejar incendiarse a mi soledad
sin poner en peligro al bosquecito cercano.
Finjo la serenidad que nunca tendré, el reposo
que jamás encontraré.
Y lo hago bien, más que bien: una parodia
esmerada a las puertas del cielo.
Soy un árbol clásico, de los que dibujaba
en mi cuaderno, esos de tronco oscuro, que
no se doblegan fácilmente y no conocen el dolor
de la palabra árbol.
Paulina Vinderman
Una familia dispersa de náufragos braceando
Verso, RerERSo,CONTRAVERSO
Augusto de Campos
taducción: Iván García
Del mismo modo en que hay genre que le tiene miedo a lo nuevo, hay otros que le temen a io antiguo. yo pelearé hasta la muerte por lo nuevo a causa de "lo antiguo y daré la vida por lo antiguo a causa de lo nuevo.Lo antiguo que fue nuevo es tan nuevo como lo más nuevo.Es preciso, eso sí, saber distinguirlo en medio de todos
esos infames vejestorios con que nos han embaucado durante tanto tiempo.
Arnaut Daniel, Joáo Airas de Santiago, John Donne,Marino, Corbiére o Hopkins, Gregório de Matos o Sousándrade o Kilkerry, para hacer una lista más extensa, no son menos nuevos que Joyce o pound u Oswald o Pignatari. Son hermanos en el tiempo, sí, y son más nuestros hermanos y se hallan más próximos a nosotros que la flácida mayoría de los lirerarri que nos rodea. ¿Cómo no amarlos? Es mi amor vegeral creciendo vasto.
"En esas condiciones tan precarias, ante la falta de gente para coexistir, como la que hoy padecemos,¿qué puede hacer un hombre sensible si no inventar a sus amigos, o por lo menos, a sus compañeros de espíritu?"
(Fernando Pessoa).
Mi forma de amarlos es traducirlos. O deglutirlos, según dicta la Ley Antropofágica de Oswald de Andrade: sólo me interesa lo que no es mío. Traducción para mí es persona. Casi heterónimo. Penetrar en la piel del fingidor para volver a fingir todo de nuevo,dolor por dolor, color por color, sonido por sonido. Por eso nunca me propuse traducirlo todo. Sólo aquello que siento. Sólo aquello que miento. Lo que miento que siento, como diría, una vez más,Pessoae en su propia persona. Quiérase o no: traducción es crítica, como advirtió Pound mejor que nadie. Una de las mejores formas de crítica. O por lo menos la única realmente creativa -cuando es creativa.
Hay más. Viendo lo que ellos hicieron en su tiempo aprenderemos mejor lo que podemos hacer o dejar de hacer -porque ya alguien lo hizo mejor que en el nuestro. El "paideuma'de Pound:una organización de materiales para que el próximo hombre o la
próxima generación no batalle tanto para encontrar la parte más viva de ella y no pierda el tiempo con cosas obsoletas.
La poesía es una familia dispersa de náufragos braceando en el tiempo y en el espacio. Intento reunir aquí algunos de sus raros sobrevivientes, de los que siento más cerca de mí: aquellos que lucharon bajo una banderay un lema radicales:la invención y el rigor. Los intraducidos y los intraducibles. Los que alargaron el
verso e hicieron controverso, para llegar al reverso.
Si alguien dijera que eso nada tiene que ver con el presente, responderé que es mentira.Ezra Pound aprendió mucho con varios de ellos. Y quien no aprendió de EP merece más nuestra lástima que nuestra condena, como dice Hemingway. Los concretos
aprendieron mucho con esa genre. Los futurócratas pasadofobicos, que dividen la historia en anres y después de sí mismos, no pasan de ser mediocres narcisistas que van directo a ser enterrados en el próximo pasado del futuro.
La poesía, por definición, no tiene patria. O mejor tiene una patria mayor. "Un Oriente al oriente del oriente". Pero si alguien dijera que todo eso no tiene nada que ver con "nuestras raíces", sería otra menrira. Un día, un dedo, un dado dicen lo contrario. Es eso. Un huevo nuevo en lo viejo. "Fui aquel otro ahora".
.
Augusto de Campos
taducción: Iván García
Del mismo modo en que hay genre que le tiene miedo a lo nuevo, hay otros que le temen a io antiguo. yo pelearé hasta la muerte por lo nuevo a causa de "lo antiguo y daré la vida por lo antiguo a causa de lo nuevo.Lo antiguo que fue nuevo es tan nuevo como lo más nuevo.Es preciso, eso sí, saber distinguirlo en medio de todos
esos infames vejestorios con que nos han embaucado durante tanto tiempo.
Arnaut Daniel, Joáo Airas de Santiago, John Donne,Marino, Corbiére o Hopkins, Gregório de Matos o Sousándrade o Kilkerry, para hacer una lista más extensa, no son menos nuevos que Joyce o pound u Oswald o Pignatari. Son hermanos en el tiempo, sí, y son más nuestros hermanos y se hallan más próximos a nosotros que la flácida mayoría de los lirerarri que nos rodea. ¿Cómo no amarlos? Es mi amor vegeral creciendo vasto.
"En esas condiciones tan precarias, ante la falta de gente para coexistir, como la que hoy padecemos,¿qué puede hacer un hombre sensible si no inventar a sus amigos, o por lo menos, a sus compañeros de espíritu?"
(Fernando Pessoa).
Mi forma de amarlos es traducirlos. O deglutirlos, según dicta la Ley Antropofágica de Oswald de Andrade: sólo me interesa lo que no es mío. Traducción para mí es persona. Casi heterónimo. Penetrar en la piel del fingidor para volver a fingir todo de nuevo,dolor por dolor, color por color, sonido por sonido. Por eso nunca me propuse traducirlo todo. Sólo aquello que siento. Sólo aquello que miento. Lo que miento que siento, como diría, una vez más,Pessoae en su propia persona. Quiérase o no: traducción es crítica, como advirtió Pound mejor que nadie. Una de las mejores formas de crítica. O por lo menos la única realmente creativa -cuando es creativa.
Hay más. Viendo lo que ellos hicieron en su tiempo aprenderemos mejor lo que podemos hacer o dejar de hacer -porque ya alguien lo hizo mejor que en el nuestro. El "paideuma'de Pound:una organización de materiales para que el próximo hombre o la
próxima generación no batalle tanto para encontrar la parte más viva de ella y no pierda el tiempo con cosas obsoletas.
La poesía es una familia dispersa de náufragos braceando en el tiempo y en el espacio. Intento reunir aquí algunos de sus raros sobrevivientes, de los que siento más cerca de mí: aquellos que lucharon bajo una banderay un lema radicales:la invención y el rigor. Los intraducidos y los intraducibles. Los que alargaron el
verso e hicieron controverso, para llegar al reverso.
Si alguien dijera que eso nada tiene que ver con el presente, responderé que es mentira.Ezra Pound aprendió mucho con varios de ellos. Y quien no aprendió de EP merece más nuestra lástima que nuestra condena, como dice Hemingway. Los concretos
aprendieron mucho con esa genre. Los futurócratas pasadofobicos, que dividen la historia en anres y después de sí mismos, no pasan de ser mediocres narcisistas que van directo a ser enterrados en el próximo pasado del futuro.
La poesía, por definición, no tiene patria. O mejor tiene una patria mayor. "Un Oriente al oriente del oriente". Pero si alguien dijera que todo eso no tiene nada que ver con "nuestras raíces", sería otra menrira. Un día, un dedo, un dado dicen lo contrario. Es eso. Un huevo nuevo en lo viejo. "Fui aquel otro ahora".
.
Sólo hay que esforzarse por escuchar
Paulina Vinderman
POEMAS DEL LIBRO "HOSPITAL DE VETERANOS"
Pisadas sobre el vidrio
2)
He llegado a un hotel tan ruinoso como mi alma antes del viaje.
Suelen llamar café, al brebaje que preparan por la mañana
y no existen cerraduras en las puertas.
La felicidad debe parecerse bastante
a este estado de exposición a los detalles
y a una oscura revancha sobre "los elementos del desastre".
El tarareo del mar llega hasta mi hamaca
y el salitre hasta la máscara
de mi pobre memoria.
La soledad tiene patas de ángel en este lugar;
no escribirá nada, no puede escribir nada,
pero acribillará a preguntas mi pasión por lo astroso.
Desde acá, las ciudades
son arcaicas esculturas de asfalto y de vidrio
iluminadas por las matemáticas,
como lo son los durazneros por la estructura musical
del viento al anochecer.
3)
Hoy vino la muerte. Es bella y callada
pero los gatos se asustaron.
Se llevó a Concepción, la tejedora
de la casa amarilla junto al mercado.
Se la ve pequeñita y oscura —como una lenteja—
dentro del bote,
el bote que empujarán a la corriente, al río del río.
Antes la cubrimos de muñecos de trapo,
coloridos, imperfectos y torpes, como la vida.
El sol brilla como el de los tapices
y los perros tienen los ojos cenicientos y solemnes
como los míos.
Ojos de ceremonia y de señuelo.
Hoy vino la muerte. Desandamos juntas
el sendero hasta el cruce.
Es turbia y neutral, como el río,
como mi tazón de aluminio, como mi corazón
que es todo río.
4)
Si el mundo me invita a un café esta mañana,
podré sobrevivir.
Después de todo, nadie más que el viento
me trajo hasta aquí. El viento y la locura
de hablarle en voz alta, sin pedirles permiso
a los dioses de arena.
"No amé a quienes amé lo suficiente".
(tan sólo con reconocerlo podría regresar.)
El exilio es una perla barroca
pero el destierro un túmulo orgulloso de sus frases
inconclusas.
Las hojas del banano le dan una desganada frescura
a mi rincón (a mi mirada).
Veo a la vida como algo desenfocado y hermoso.
Un bosque que susurra,
sólo hay que esforzarse por escuchar.
7) Oro sucio
Vi subir un sombrero por el río y lo seguí.
Parecía oro sucio a la distancia, como las pepitas
que rodaban por las calles rojas de viento
en Porto Velho.
En el sombrero iba un sueño
y el sueño remaba en el letargo con una pala
invisible.
Los sueños no se siguen si no es hasta el final, me dije,
los ríos no se siguen si no es hasta el final.
Y el viento se encerró en un cesto para que nada
salvo yo misma, pudiera moverse en la amarilla opacidad.
Mujeres de ojos tersos y orejas separadas
vigilaban las orillas bajo los plátanos.
Los hombres remaban lejos, sudaban en las minas,
atesoraban con la boca abierta
la blancura de mi raza y de mi desesperación.
La vida colgaba cerca -nunca tan cerca-
la vida era un globo de color naranja
que hacía pasar el día como un guardabarreras.
Voy a escribir un sueño, pensaba,
y ¿cómo se hace para escribir un sueño
sin traicionar su dibujo, su luna hueca, su sonido?
Un chico de ojos verdes como melones
pendía de su madre india y la empujaba hacia el centro
de la tierra: cada vez más pequeña la mujer aceituna
con la historia cortada y una docilidad (de evangelio)
estremecida.
Vi subir un sueño por el río y lo seguí.
Tomaba forma de sombrero a la distancia,
tomaba el color del caoba su tenacidad.
En la hamaca alguien canta sobre cubierta,
recuerdo a la balsa rota, los cinco buitres y el reloj
atrasado en la espesura.
Voy a escribir un sueño, pensaba,
y ¿cómo se hace para escribir un sueño
sin traicionar su lengua, su luna vieja,
el verdadero desierto de su aliento?
8)
La región espera la lluvia como yo el poema,
los árboles deformes como orejas deformes,
las bocas ávidas como perfectos copones de bronce.
El calor como un techo demasiado bajo,
la postergación como emblema.
Me siento a mis anchas, yo también, a esperar.
Nadie sabe que danzo como una loba vieja
sobre una terraza que arde.
Que recuerdo los bosques y colmillos filosos de mi vida
en la rogativa.
Cuando, al fin, las gotas empiezan a caer
sobre los baldes y las ilusiones, corro a atrapar
las palabras que el cielo envía:
pobres pájaros que enjaulo sin misericordia.
9)
Ese hombre habla en miedo
y el miedo es un idioma duro de entender.
Se disfraza de hostilidad, envenena el silencio,
lo hace girar extraviado, sin jardín alguno
donde el relato pueda confiarse, volver a ser
una canción de náufragos al calor del alcohol.
Me destina una habitación que semeja un armario
(ni siquiera hay una biblia en la mesa de luz)
¿Será mejor pensar el mundo desde esta celda?
Un cartel imaginario dice:
La búsqueda del tesoro empieza aquí.
La poesía lleva tatuado el jeroglífico:
el arte de ver el vuelo de los gansos salvajes
(desde mi ventanita)
como si me perteneciera.
10)
La única poesía que ilumina es la que arde
y ningún mar será más extenso que mi imaginación.
Pero los sauces llorones se inclinan demasiado,
(para mi orgullo) ante un sol despótico
y no puedo dejar incendiarse a mi soledad
sin poner en peligro al bosquecito cercano.
Finjo la serenidad que nunca tendré, el reposo
que jamás encontraré.
Y lo hago bien, más que bien: una parodia
esmerada a las puertas del cielo.
Soy un árbol clásico, de los que dibujaba
en mi cuaderno, esos de tronco oscuro, que
no se doblegan fácilmente y no conocen el dolor
de la palabra árbol.
14) Poste Restante
Salgo del correo con la voz ronca, la piel pálida
en un día que palidece.
—No tiene carta— ha dicho recién una boca amable
bajo unos anteojos de marco grande.
(¿y cómo podría ser de otro modo,
si ni siquiera recuerdo cuándo partí?)
He perdido mis lágrimas, mi tren, he perdido
mi oportunidad.
Estoy en un andén sucio junto a un hombre
que apoya el sombrero de fieltro sobre la valija.
Hay un poder voluptuoso atrapado en la visión
del último vagón, en el triunfo de lo callado.
El hombre se mueve en blanco y negro.
Se hunde en su estrecha vida como yo en la mía.
¿A cuál habitación regresará?
¿Habrá alcanzado a ver el girasol entre las vías?
Salgo del correo a una noche que parece
abrirse para siempre como ese girasol salvaje,
solitario, huérfano de historia, que parte el cielo en dos.
22)
¿Hay otro amor,
que no sea éste que se transforma en odio?
(un odio diáfano que sólo guarda la
oscuridad de la infancia)
Las luciérnagas iluminan con intermitencia
un mundo del cual ya no formo parte.
¿Hay otra patria que no sea esta noche?
¿Hay otra verdad?
El aire es tan puro que alucina
y la soledad, que fue siempre una tierra prometida,
es menos magnánima que la negrura del follaje
inventado, recortado y pegado sobre papel
para un suelo de lunas.
Hospital de veteranos
1)
La ventana del hospital
da a un baldío espeso de pasto y de botellas rotas
(como cicatrices de batallas).
Un sauce milagroso crece en la esquina que
da al cuartel.
Hospital de otro siglo, el dolor que me ata
a la silla despintada también es de otro siglo.
Las enfermeras corren con los orinales
por corredores hundidos y no reparan en él.
No estoy acá para curar mi vieja herida ni mi insomnio.
Soy hija, se supone que las hijas tienen salud.
En plena noche los azulejos blancos destilan
una luz primitiva. Puedo seguir un camino entre las
camas sin titubear.
Esa es mi luna, también la que imagino
sobre las botellas como un spot.
Comprendo su soledad (sin hermanos)
en medio del cielo.
Comprendo las mareas, comprendo a la locura
como un exceso de blanco.
He sido amada (no comprendida),
he sido aquel perro solitario de mi primer poema,
que atravesó la calle para ser mi amigo.
"¿Podríamos jugar mañana, cerca del sauce?"
El amanecer está en un punto muerto,
suspendido por una memoria que semeja un barco
sin mascarón de proa.
(Igual que mi vida).
2)
En estos días nunca despierto del todo,
me siento en el borde del sueño
a punto de caer de bruces, y me dedico a
espiar el cuento en su final.
Hay una tormenta en la cabeza calva
sobre la almohada
y un patio desnudo en la mía.
La noche fue un pizarrón
donde escribí mi piedad más ordenada,
la más benigna.
Ojalá nevara.
El ruido de los jarros de aluminio
con el té con leche, es mi llamado en la
mañana, aclara mi mente tímida, mi
grave respiración.
El día es opulento,
lleno de manchas en el piso,
estoy atrapando el adiós:
el ojo de mi" halcón de vida",
"no por su ojo sino por su alegría"
piso la nieve que cae, en otro lugar.
3)
El gato asoma por detrás de la tapia
entre los vidrios rotos.
Se eleva sobre la marejada de la memoria,
girando en el oscuro verano, cortando
los tallos que me sujetan a la tierra.
Sé que mi tibieza no le es suficiente, hay
demasiado miedo en nuestros pelajes revueltos.
Y en nuestro esfuerzo por vivir, no
queda tiempo para lunaciones.
Sólo una mirada celebratoria, un enlace
sin traducción bajo una luz perfecta.
Los vidrios parecen hierbas a la distancia
y el raído saco de hilo que me cubre,
azúcar sucia.
Nos iremos de inmediato a nuestros asuntos
por detrás de la vida,
como si ella fuera la tapia, o un telón suntuoso
(tierra de nadie entre bastidores).
4)
A golpes de estrellas, a golpes de luna,
¿cuánto hace que parezco un castor,
manteniéndome a flote en los rápidos del río?
Soy el guardián de mi padre, el guardián
del lenguaje, títulos nobiliarios sacudidos
por el temporal.
El amor es un objeto antiguo, valiosísimo,
encerrado en un museo babilónico, expuesto
a la artillería del invasor.
Bajo mis dedos crecen metáforas como hongos.
Días vacíos, quemados por un viento dorado.
Detrás del cielo azul pastel, habita una negrura
de cuervo.
Pobre cuervo, alisando sus plumas sobre
el alambrado; él, como el castor, bebe de este mundo
el agua posible.
5)
Pongo un vaso y una flor
en la mesita atestada junto a su cama,
pero él no los mira.
En realidad lo hago para mí.
La vida todavía debe ser para mí,
el viento que insiste en abrir la ventana
aún puede dejar un poema en la escudilla.
La crueldad de haber arrancado la flor
a su madre planta, para mi egoísmo -
verla morir en un escenario sórdido-
es un anzuelo limpio (carece de rencor.)
Del otro lado, la bolsa de sangre lanza
destellos azules, mal copiados, de mi flor.
Para avisarme que ella es la vida por ahora:
una paciencia de color azul.
(La lluvia que veo caer sobre los tubos
de oxígeno en el patio, también es para mí.)
8)
Los días se han vuelto cada vez más escasos.
"Si yo fuera el invierno mismo", hablaría
de culpas, frías como el alcohol sobre la piel,
frías como la cama al lado de la ventana rota.
Esta es una isla de detención
(rodeada por un mar que no vemos).
Las voluntarias vestidas de rosa
son tan dulces y compasivas que provocan furor,
no pueden con el invierno,
(no pueden con nuestro invierno.)
El aire es tan denso que a su través,
puedo ver las partículas de dolor como flores
de un empapelado envejecido.
Flores de ceniza, flores de estuco.
Palabras que ya nunca diremos.
Lavo la taza y las cucharas mientras espío
la caída del sol: un vertiginoso cielo
color limón que cae del otro lado del mundo,
sobre árboles talados demasiado temprano.
9)
Una pobreza luminosa nos une otra vez,
como en la infancia.
Pero ésta será la última canción.
¿Recordaré la letra cuando nos hayamos ido?
El olvido es una traición dulcísima
que no lastima tanto como una muerte.
Por ahora distribuyo los tesoros
en un espacio neutral: una servilleta a cuadros
y un marco para la foto de mamá, bella con su fe
y su collar prestados.
Ah, "si yo fuera el invierno mismo",
encendería fogatas diminutas en el corredor,
estrellas muertas que se asocien a este universo
de falla, de necesidad.
10)
Nuestra casa está en ruinas, te dicen
mis ojos sin querer.
Sólo tenemos esta seguridad de la leche caliente
que cruza tu garganta y nos consuela.
Afuera brilla una ciudad que cierra los ojos,
tal vez sufra más sin embargo: por ser plana,
por no tener colinas de aflicción.
Pero espera, pacientemente espera.
Nosotros oscilamos en la neblina de este sueño
desahuciado y ardemos en lo que ya terminó.
Heredé tus huesos y tu testarudez,
pero no tu miedo: ese foso en el cual hemos
nadado como perros sin dueño toda una vida.
—Gracias por la cena—dice tu voz ronquísima
desde el fondo de los tiempos, como un invitado
cortés a su anfitrión,
y sé que te irás pronto, llevándote el foso,
el hermano que no tuve, - el secreto - donde
construí a tientas, a pinceladas de acuarela, mi valor.
13)
El enfermero jefe me entrega tu anillo
(tu anillo de boda)
y camino después por los corredores apaciguados,
entre las fogatas,
con una estrella amarilla sobre el corazón.
No volveré al hospital.
Me demoro en las pobres lámparas
del subsuelo, las pobres lámparas que
desde ahora serán toda mi luz sobre el
libro a leer: miles de hojas con letras tan apretadas
que no pueden cantar.
Buscaré la Liebre, en el cielo sin nadie,
buscaré en la noche tu pueblo.
Mi manera de aproximarme al mundo
cambiará.
Mañana, soledad, palabras que se vuelven
jeroglíficos.
Te escribiré.
Paulina Vinderman
POEMAS DEL LIBRO "HOSPITAL DE VETERANOS"
Pisadas sobre el vidrio
2)
He llegado a un hotel tan ruinoso como mi alma antes del viaje.
Suelen llamar café, al brebaje que preparan por la mañana
y no existen cerraduras en las puertas.
La felicidad debe parecerse bastante
a este estado de exposición a los detalles
y a una oscura revancha sobre "los elementos del desastre".
El tarareo del mar llega hasta mi hamaca
y el salitre hasta la máscara
de mi pobre memoria.
La soledad tiene patas de ángel en este lugar;
no escribirá nada, no puede escribir nada,
pero acribillará a preguntas mi pasión por lo astroso.
Desde acá, las ciudades
son arcaicas esculturas de asfalto y de vidrio
iluminadas por las matemáticas,
como lo son los durazneros por la estructura musical
del viento al anochecer.
3)
Hoy vino la muerte. Es bella y callada
pero los gatos se asustaron.
Se llevó a Concepción, la tejedora
de la casa amarilla junto al mercado.
Se la ve pequeñita y oscura —como una lenteja—
dentro del bote,
el bote que empujarán a la corriente, al río del río.
Antes la cubrimos de muñecos de trapo,
coloridos, imperfectos y torpes, como la vida.
El sol brilla como el de los tapices
y los perros tienen los ojos cenicientos y solemnes
como los míos.
Ojos de ceremonia y de señuelo.
Hoy vino la muerte. Desandamos juntas
el sendero hasta el cruce.
Es turbia y neutral, como el río,
como mi tazón de aluminio, como mi corazón
que es todo río.
4)
Si el mundo me invita a un café esta mañana,
podré sobrevivir.
Después de todo, nadie más que el viento
me trajo hasta aquí. El viento y la locura
de hablarle en voz alta, sin pedirles permiso
a los dioses de arena.
"No amé a quienes amé lo suficiente".
(tan sólo con reconocerlo podría regresar.)
El exilio es una perla barroca
pero el destierro un túmulo orgulloso de sus frases
inconclusas.
Las hojas del banano le dan una desganada frescura
a mi rincón (a mi mirada).
Veo a la vida como algo desenfocado y hermoso.
Un bosque que susurra,
sólo hay que esforzarse por escuchar.
7) Oro sucio
Vi subir un sombrero por el río y lo seguí.
Parecía oro sucio a la distancia, como las pepitas
que rodaban por las calles rojas de viento
en Porto Velho.
En el sombrero iba un sueño
y el sueño remaba en el letargo con una pala
invisible.
Los sueños no se siguen si no es hasta el final, me dije,
los ríos no se siguen si no es hasta el final.
Y el viento se encerró en un cesto para que nada
salvo yo misma, pudiera moverse en la amarilla opacidad.
Mujeres de ojos tersos y orejas separadas
vigilaban las orillas bajo los plátanos.
Los hombres remaban lejos, sudaban en las minas,
atesoraban con la boca abierta
la blancura de mi raza y de mi desesperación.
La vida colgaba cerca -nunca tan cerca-
la vida era un globo de color naranja
que hacía pasar el día como un guardabarreras.
Voy a escribir un sueño, pensaba,
y ¿cómo se hace para escribir un sueño
sin traicionar su dibujo, su luna hueca, su sonido?
Un chico de ojos verdes como melones
pendía de su madre india y la empujaba hacia el centro
de la tierra: cada vez más pequeña la mujer aceituna
con la historia cortada y una docilidad (de evangelio)
estremecida.
Vi subir un sueño por el río y lo seguí.
Tomaba forma de sombrero a la distancia,
tomaba el color del caoba su tenacidad.
En la hamaca alguien canta sobre cubierta,
recuerdo a la balsa rota, los cinco buitres y el reloj
atrasado en la espesura.
Voy a escribir un sueño, pensaba,
y ¿cómo se hace para escribir un sueño
sin traicionar su lengua, su luna vieja,
el verdadero desierto de su aliento?
8)
La región espera la lluvia como yo el poema,
los árboles deformes como orejas deformes,
las bocas ávidas como perfectos copones de bronce.
El calor como un techo demasiado bajo,
la postergación como emblema.
Me siento a mis anchas, yo también, a esperar.
Nadie sabe que danzo como una loba vieja
sobre una terraza que arde.
Que recuerdo los bosques y colmillos filosos de mi vida
en la rogativa.
Cuando, al fin, las gotas empiezan a caer
sobre los baldes y las ilusiones, corro a atrapar
las palabras que el cielo envía:
pobres pájaros que enjaulo sin misericordia.
9)
Ese hombre habla en miedo
y el miedo es un idioma duro de entender.
Se disfraza de hostilidad, envenena el silencio,
lo hace girar extraviado, sin jardín alguno
donde el relato pueda confiarse, volver a ser
una canción de náufragos al calor del alcohol.
Me destina una habitación que semeja un armario
(ni siquiera hay una biblia en la mesa de luz)
¿Será mejor pensar el mundo desde esta celda?
Un cartel imaginario dice:
La búsqueda del tesoro empieza aquí.
La poesía lleva tatuado el jeroglífico:
el arte de ver el vuelo de los gansos salvajes
(desde mi ventanita)
como si me perteneciera.
10)
La única poesía que ilumina es la que arde
y ningún mar será más extenso que mi imaginación.
Pero los sauces llorones se inclinan demasiado,
(para mi orgullo) ante un sol despótico
y no puedo dejar incendiarse a mi soledad
sin poner en peligro al bosquecito cercano.
Finjo la serenidad que nunca tendré, el reposo
que jamás encontraré.
Y lo hago bien, más que bien: una parodia
esmerada a las puertas del cielo.
Soy un árbol clásico, de los que dibujaba
en mi cuaderno, esos de tronco oscuro, que
no se doblegan fácilmente y no conocen el dolor
de la palabra árbol.
14) Poste Restante
Salgo del correo con la voz ronca, la piel pálida
en un día que palidece.
—No tiene carta— ha dicho recién una boca amable
bajo unos anteojos de marco grande.
(¿y cómo podría ser de otro modo,
si ni siquiera recuerdo cuándo partí?)
He perdido mis lágrimas, mi tren, he perdido
mi oportunidad.
Estoy en un andén sucio junto a un hombre
que apoya el sombrero de fieltro sobre la valija.
Hay un poder voluptuoso atrapado en la visión
del último vagón, en el triunfo de lo callado.
El hombre se mueve en blanco y negro.
Se hunde en su estrecha vida como yo en la mía.
¿A cuál habitación regresará?
¿Habrá alcanzado a ver el girasol entre las vías?
Salgo del correo a una noche que parece
abrirse para siempre como ese girasol salvaje,
solitario, huérfano de historia, que parte el cielo en dos.
22)
¿Hay otro amor,
que no sea éste que se transforma en odio?
(un odio diáfano que sólo guarda la
oscuridad de la infancia)
Las luciérnagas iluminan con intermitencia
un mundo del cual ya no formo parte.
¿Hay otra patria que no sea esta noche?
¿Hay otra verdad?
El aire es tan puro que alucina
y la soledad, que fue siempre una tierra prometida,
es menos magnánima que la negrura del follaje
inventado, recortado y pegado sobre papel
para un suelo de lunas.
Hospital de veteranos
1)
La ventana del hospital
da a un baldío espeso de pasto y de botellas rotas
(como cicatrices de batallas).
Un sauce milagroso crece en la esquina que
da al cuartel.
Hospital de otro siglo, el dolor que me ata
a la silla despintada también es de otro siglo.
Las enfermeras corren con los orinales
por corredores hundidos y no reparan en él.
No estoy acá para curar mi vieja herida ni mi insomnio.
Soy hija, se supone que las hijas tienen salud.
En plena noche los azulejos blancos destilan
una luz primitiva. Puedo seguir un camino entre las
camas sin titubear.
Esa es mi luna, también la que imagino
sobre las botellas como un spot.
Comprendo su soledad (sin hermanos)
en medio del cielo.
Comprendo las mareas, comprendo a la locura
como un exceso de blanco.
He sido amada (no comprendida),
he sido aquel perro solitario de mi primer poema,
que atravesó la calle para ser mi amigo.
"¿Podríamos jugar mañana, cerca del sauce?"
El amanecer está en un punto muerto,
suspendido por una memoria que semeja un barco
sin mascarón de proa.
(Igual que mi vida).
2)
En estos días nunca despierto del todo,
me siento en el borde del sueño
a punto de caer de bruces, y me dedico a
espiar el cuento en su final.
Hay una tormenta en la cabeza calva
sobre la almohada
y un patio desnudo en la mía.
La noche fue un pizarrón
donde escribí mi piedad más ordenada,
la más benigna.
Ojalá nevara.
El ruido de los jarros de aluminio
con el té con leche, es mi llamado en la
mañana, aclara mi mente tímida, mi
grave respiración.
El día es opulento,
lleno de manchas en el piso,
estoy atrapando el adiós:
el ojo de mi" halcón de vida",
"no por su ojo sino por su alegría"
piso la nieve que cae, en otro lugar.
3)
El gato asoma por detrás de la tapia
entre los vidrios rotos.
Se eleva sobre la marejada de la memoria,
girando en el oscuro verano, cortando
los tallos que me sujetan a la tierra.
Sé que mi tibieza no le es suficiente, hay
demasiado miedo en nuestros pelajes revueltos.
Y en nuestro esfuerzo por vivir, no
queda tiempo para lunaciones.
Sólo una mirada celebratoria, un enlace
sin traducción bajo una luz perfecta.
Los vidrios parecen hierbas a la distancia
y el raído saco de hilo que me cubre,
azúcar sucia.
Nos iremos de inmediato a nuestros asuntos
por detrás de la vida,
como si ella fuera la tapia, o un telón suntuoso
(tierra de nadie entre bastidores).
4)
A golpes de estrellas, a golpes de luna,
¿cuánto hace que parezco un castor,
manteniéndome a flote en los rápidos del río?
Soy el guardián de mi padre, el guardián
del lenguaje, títulos nobiliarios sacudidos
por el temporal.
El amor es un objeto antiguo, valiosísimo,
encerrado en un museo babilónico, expuesto
a la artillería del invasor.
Bajo mis dedos crecen metáforas como hongos.
Días vacíos, quemados por un viento dorado.
Detrás del cielo azul pastel, habita una negrura
de cuervo.
Pobre cuervo, alisando sus plumas sobre
el alambrado; él, como el castor, bebe de este mundo
el agua posible.
5)
Pongo un vaso y una flor
en la mesita atestada junto a su cama,
pero él no los mira.
En realidad lo hago para mí.
La vida todavía debe ser para mí,
el viento que insiste en abrir la ventana
aún puede dejar un poema en la escudilla.
La crueldad de haber arrancado la flor
a su madre planta, para mi egoísmo -
verla morir en un escenario sórdido-
es un anzuelo limpio (carece de rencor.)
Del otro lado, la bolsa de sangre lanza
destellos azules, mal copiados, de mi flor.
Para avisarme que ella es la vida por ahora:
una paciencia de color azul.
(La lluvia que veo caer sobre los tubos
de oxígeno en el patio, también es para mí.)
8)
Los días se han vuelto cada vez más escasos.
"Si yo fuera el invierno mismo", hablaría
de culpas, frías como el alcohol sobre la piel,
frías como la cama al lado de la ventana rota.
Esta es una isla de detención
(rodeada por un mar que no vemos).
Las voluntarias vestidas de rosa
son tan dulces y compasivas que provocan furor,
no pueden con el invierno,
(no pueden con nuestro invierno.)
El aire es tan denso que a su través,
puedo ver las partículas de dolor como flores
de un empapelado envejecido.
Flores de ceniza, flores de estuco.
Palabras que ya nunca diremos.
Lavo la taza y las cucharas mientras espío
la caída del sol: un vertiginoso cielo
color limón que cae del otro lado del mundo,
sobre árboles talados demasiado temprano.
9)
Una pobreza luminosa nos une otra vez,
como en la infancia.
Pero ésta será la última canción.
¿Recordaré la letra cuando nos hayamos ido?
El olvido es una traición dulcísima
que no lastima tanto como una muerte.
Por ahora distribuyo los tesoros
en un espacio neutral: una servilleta a cuadros
y un marco para la foto de mamá, bella con su fe
y su collar prestados.
Ah, "si yo fuera el invierno mismo",
encendería fogatas diminutas en el corredor,
estrellas muertas que se asocien a este universo
de falla, de necesidad.
10)
Nuestra casa está en ruinas, te dicen
mis ojos sin querer.
Sólo tenemos esta seguridad de la leche caliente
que cruza tu garganta y nos consuela.
Afuera brilla una ciudad que cierra los ojos,
tal vez sufra más sin embargo: por ser plana,
por no tener colinas de aflicción.
Pero espera, pacientemente espera.
Nosotros oscilamos en la neblina de este sueño
desahuciado y ardemos en lo que ya terminó.
Heredé tus huesos y tu testarudez,
pero no tu miedo: ese foso en el cual hemos
nadado como perros sin dueño toda una vida.
—Gracias por la cena—dice tu voz ronquísima
desde el fondo de los tiempos, como un invitado
cortés a su anfitrión,
y sé que te irás pronto, llevándote el foso,
el hermano que no tuve, - el secreto - donde
construí a tientas, a pinceladas de acuarela, mi valor.
13)
El enfermero jefe me entrega tu anillo
(tu anillo de boda)
y camino después por los corredores apaciguados,
entre las fogatas,
con una estrella amarilla sobre el corazón.
No volveré al hospital.
Me demoro en las pobres lámparas
del subsuelo, las pobres lámparas que
desde ahora serán toda mi luz sobre el
libro a leer: miles de hojas con letras tan apretadas
que no pueden cantar.
Buscaré la Liebre, en el cielo sin nadie,
buscaré en la noche tu pueblo.
Mi manera de aproximarme al mundo
cambiará.
Mañana, soledad, palabras que se vuelven
jeroglíficos.
Te escribiré.
Paulina Vinderman
Las cosas que entran en una mano
Las cosas
Roberta Iannamico
Siempre con las cosas
la ropa
los platos
los huevos duros
el agua de la canilla
los juguetes tirados
lo caliente
lo frío
lo suave
lo pesado
las cosas que entran
en una mano
eso es lo que tengo
para armar un mundo.
Roberta Iannamico
Siempre con las cosas
la ropa
los platos
los huevos duros
el agua de la canilla
los juguetes tirados
lo caliente
lo frío
lo suave
lo pesado
las cosas que entran
en una mano
eso es lo que tengo
para armar un mundo.
Domingo
Me levanté a las 11.30 luego de haber sentido a un hijo entrar a las 7 de la mañana, a una hija mandarme mensaje de que le abriera que se había olvidado las llaves a las 11 y escuchar al tercero con su heavy metal en el cuarto desde temprano.
Corregí todas las putas integradoras que tengo que llevar mañana para cerrar trimestres, fui al almacén con los 25 pesos de uno de mis libros que vendí ayer (gasté 26), hice bifes con arroz, lavé los uniformes de la escuela por última vez en el año, escribí mi ejercicio de taller para mañana (lloré sobre mi teclado), empecé mi monografía sobre la pastora Marcela. Se llama "Monstruosidad de la bella que no ama". Nada personal, obvio.
Corregí todas las putas integradoras que tengo que llevar mañana para cerrar trimestres, fui al almacén con los 25 pesos de uno de mis libros que vendí ayer (gasté 26), hice bifes con arroz, lavé los uniformes de la escuela por última vez en el año, escribí mi ejercicio de taller para mañana (lloré sobre mi teclado), empecé mi monografía sobre la pastora Marcela. Se llama "Monstruosidad de la bella que no ama". Nada personal, obvio.
Para los que nunca, nunca, sufrieron por amor
La geometría del amor
noviembre 28th, 2010
Tomado de http://www.tomashotel.com.ar/
¿Cuánto hacía que no subrayaba tanto un libro? ¿Cuánto que no disfrutaba así de una lectura? Pero gracias a una de esas conjunciones que se dan muy esporádicamente, esta vez las cosas se acomodaron para que apareciera un libro único: sólo faltaba que alguien (Martín Schifino) acercara a dos editores (Luis Chitarroni, Matías Serra Bradford, de La Bestia Equilátera) un título inédito de un escritor olvidado (Alfred Hayes), traducido magistralmente por ese mismo alguien (Schifino) y diseñado por Juan Pablo Cambariere, responsable del arte de tapa más sofisticado de la industria editorial argentina. El resultado: la novela Los enamorados, un magnífico tratado sobre el desamor (y los celos, la pasión, el dolor, el odio, la posesión, la memoria, la locura, la conmiseración, el olvido) en versión masculina, un libro que debería figurar en cualquiera de esos listados que se acostumbran a hacer por esta época del año en los suplementos culturales y las revistas especializadas.
Hayes (1911-1985) nació en Londres pero se crió, estudió y vivió casi toda su vida en Nueva York. Fue periodista, escribió para la televisión, sirvió en el ejército estadounidense en la Segunda Guerra pero, sobre todo, a poco de instalarse en Roma, se convirtió en uno de los guionistas del movimiento conocido como neorrealismo italiano. Trabajó con Roberto Rossellini y fue autor, junto a Vittorio De Sica, del guión de Ladrón de bicicletas. En 1953 apareció su primera y única novela, Los enamorados.
Alguna vez César Aira se preguntó sobre los textos de Osvaldo Lamborghini: ¿cómo se puede escribir tan bien? La misma pregunta le cabe a esta novela de apenas ciento cincuenta páginas, en la que Hayes narra una relación sentimental que se desmorona y se reconstruye una y otra vez. Una historia escrita con la dosis perfecta de ironía inglesa y malicia americana (¿o es al revés?) que rescata todos los clichés del desengaño amoroso, los retuerce y los hace pasar por el tamiz de una voz masculina tan martirizada y consciente como cínica y elegante. Acerca de uno de los crispados encuentros entre los dos protagonistas, Hayes escribe: “Era como la escena de una mala película, si es que todavía hacían cosas así en las películas; pero sobre todo era como la escena de una mala vida”. Le hace decir a la mujer, sobre un pretendiente: “Me volvería loca tratando de conversar con un hombre que maltrata así el lenguaje”. Sobre uno de los gestos de ella: “Esa cara que, cuando se siente herida, da la impresión de que la golpearon con una rosa enorme”. Acerca del atardecer en Nueva York: “La ciudad exhalaba una especie de suspiro; pensé en mi madre cuando se desabrochaba el corsé”. Sobre la ciudad, bien temprano: “Siempre pensé que no hay nada más triste que el aspecto que tiene la gente a la mañana cuando va al trabajo”. Y una de las tantas veces en que la protagonista cree que su amante va a golpearla, Hayes remata: “No corría peligro. No la habría golpeado con nada más contundente que un laborioso adjetivo”.
Nadie que haya sido abandonado alguna vez debería perderse el ambiguo dolor (que tiene tanto de placer) de atravesar esa pérdida de nuevo, junto a este relato: Los enamorados como un libro ineludible, salvo para los que nunca, nunca, sufrieron por amor. Aunque aquellos no merezcan, en verdad, ni este libro ni nada.
(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil).
noviembre 28th, 2010
Tomado de http://www.tomashotel.com.ar/
¿Cuánto hacía que no subrayaba tanto un libro? ¿Cuánto que no disfrutaba así de una lectura? Pero gracias a una de esas conjunciones que se dan muy esporádicamente, esta vez las cosas se acomodaron para que apareciera un libro único: sólo faltaba que alguien (Martín Schifino) acercara a dos editores (Luis Chitarroni, Matías Serra Bradford, de La Bestia Equilátera) un título inédito de un escritor olvidado (Alfred Hayes), traducido magistralmente por ese mismo alguien (Schifino) y diseñado por Juan Pablo Cambariere, responsable del arte de tapa más sofisticado de la industria editorial argentina. El resultado: la novela Los enamorados, un magnífico tratado sobre el desamor (y los celos, la pasión, el dolor, el odio, la posesión, la memoria, la locura, la conmiseración, el olvido) en versión masculina, un libro que debería figurar en cualquiera de esos listados que se acostumbran a hacer por esta época del año en los suplementos culturales y las revistas especializadas.
Hayes (1911-1985) nació en Londres pero se crió, estudió y vivió casi toda su vida en Nueva York. Fue periodista, escribió para la televisión, sirvió en el ejército estadounidense en la Segunda Guerra pero, sobre todo, a poco de instalarse en Roma, se convirtió en uno de los guionistas del movimiento conocido como neorrealismo italiano. Trabajó con Roberto Rossellini y fue autor, junto a Vittorio De Sica, del guión de Ladrón de bicicletas. En 1953 apareció su primera y única novela, Los enamorados.
Alguna vez César Aira se preguntó sobre los textos de Osvaldo Lamborghini: ¿cómo se puede escribir tan bien? La misma pregunta le cabe a esta novela de apenas ciento cincuenta páginas, en la que Hayes narra una relación sentimental que se desmorona y se reconstruye una y otra vez. Una historia escrita con la dosis perfecta de ironía inglesa y malicia americana (¿o es al revés?) que rescata todos los clichés del desengaño amoroso, los retuerce y los hace pasar por el tamiz de una voz masculina tan martirizada y consciente como cínica y elegante. Acerca de uno de los crispados encuentros entre los dos protagonistas, Hayes escribe: “Era como la escena de una mala película, si es que todavía hacían cosas así en las películas; pero sobre todo era como la escena de una mala vida”. Le hace decir a la mujer, sobre un pretendiente: “Me volvería loca tratando de conversar con un hombre que maltrata así el lenguaje”. Sobre uno de los gestos de ella: “Esa cara que, cuando se siente herida, da la impresión de que la golpearon con una rosa enorme”. Acerca del atardecer en Nueva York: “La ciudad exhalaba una especie de suspiro; pensé en mi madre cuando se desabrochaba el corsé”. Sobre la ciudad, bien temprano: “Siempre pensé que no hay nada más triste que el aspecto que tiene la gente a la mañana cuando va al trabajo”. Y una de las tantas veces en que la protagonista cree que su amante va a golpearla, Hayes remata: “No corría peligro. No la habría golpeado con nada más contundente que un laborioso adjetivo”.
Nadie que haya sido abandonado alguna vez debería perderse el ambiguo dolor (que tiene tanto de placer) de atravesar esa pérdida de nuevo, junto a este relato: Los enamorados como un libro ineludible, salvo para los que nunca, nunca, sufrieron por amor. Aunque aquellos no merezcan, en verdad, ni este libro ni nada.
(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil).
sábado, 27 de noviembre de 2010
"La literatura es un conjuro contra la infelicidad y la desdicha"
(No coincido pero qué buena frase: Yo sí creo que la felicidad existe: La felicidad es poder eternizar los momentos felices, incluso "tener" momentos felices para eternizar)
"La literatura está cargada de fatalidad y de tristeza. ¿Por qué? La vida no es siempre fea. Lo que pasa es que, en el fondo, la literatura es un conjuro contra la infelicidad y la desdicha. La gente quiere ser feliz. Pero la felicidad no hay que escribirla: hay que vivirla. O por lo menos intentar vivirla. En la literatura se pone el deseo, la nostalgia, la ausencia, lo que se ha perdido o no se quiere perder. Por eso es tan difícil escribir una buena historia feliz. La historia de amor más hermosa que se ha escrito es Romeo y Julieta. Pero es una catástrofe. Ella tiene catorce años y él dieciocho, y terminan suicidándose. Qué linda historia de amor. Uno confunde la felicidad con las felicidades, con ciertos momentos transitorios de dicha o alegría. La felicidad absoluta no existe, y se escribe, justamente, porque la felicidad no existe. Existen pequeños instantes de felicidad, o alegrías fugaces, que, si se consigue perfeccionarlos en la memoria, pueden ayudar a vivir durante muchísimos años. La literatura también es un intento de eternizar esos momentos."
ABELARDO CASTILLO
"La literatura está cargada de fatalidad y de tristeza. ¿Por qué? La vida no es siempre fea. Lo que pasa es que, en el fondo, la literatura es un conjuro contra la infelicidad y la desdicha. La gente quiere ser feliz. Pero la felicidad no hay que escribirla: hay que vivirla. O por lo menos intentar vivirla. En la literatura se pone el deseo, la nostalgia, la ausencia, lo que se ha perdido o no se quiere perder. Por eso es tan difícil escribir una buena historia feliz. La historia de amor más hermosa que se ha escrito es Romeo y Julieta. Pero es una catástrofe. Ella tiene catorce años y él dieciocho, y terminan suicidándose. Qué linda historia de amor. Uno confunde la felicidad con las felicidades, con ciertos momentos transitorios de dicha o alegría. La felicidad absoluta no existe, y se escribe, justamente, porque la felicidad no existe. Existen pequeños instantes de felicidad, o alegrías fugaces, que, si se consigue perfeccionarlos en la memoria, pueden ayudar a vivir durante muchísimos años. La literatura también es un intento de eternizar esos momentos."
ABELARDO CASTILLO
viernes, 26 de noviembre de 2010
Yo en el Zoo
01/12/10-SILVA-SOL-A.CASTILLO-SALMOIRAGHI-REY-MADARIAGA-TESTARMATA-WELDOKE
miércoles, 01 de diciembre a las 21:00 - 02 de diciembre a las 1:00
Lugar en EL EMPUJÓN DEL DIABLO
Angel Carranza 1969 - entre Nicaragua y Costa Rica
Buenos Aires, Argentina
ZOOLOGICO DE POETAS
Miércoles 01 de diciembre de 2010 - 21 hs
en
"El Empujón del Diablo"
Ángel Carranza 1969
...(entre Costa Rica y Nicaragua)
Barrio de Palermo - Ciudad Autónoma de Buenos Aires - ARGENTINA
Entrada libre y gratuita - Micrófono abierto
RESERVAS AL 47747354
Este miércoles,
la presentación del nuevo libro "LUNA GUERRA" (Ed. Surí Porfiado, Bs. As. 2010) de:
MARCELO SILVA
leen nuestras poetas:
PAULA SOL
HÉCTOR ALVAREZ CASTILLO
PAULA IRUPÉ SALMOIRAGHI
MALENA REY
LUCIO MADARIAGA
ANDREA TESTARMATA, nos visita desde Bahía Blanca,
SERGIO GABRIEL WALDOKE
nos hace la música:
JORGE FIGUEROA
Coordinación: Coni Banús, Ignacio Osorio.
Elenco estable: Nico Olmos, Valeria Counyo.
Apoyo Logístico: Martín Legorburu.
Asesoramiento Espiritual: Héctor Urruspuru.
PROMOCIONES DE 25 PESOS:
SOLAMENTE DE 21 A 23 HORAS!!!!!!!!!!!! NUESTRAS PROMOS:
PROMO POETAS 1
2 CUBA LIBRE X $ 20.-
PROMO POETAS 2
3 EMPANADAS Y UNA COPA DE VINO X $ 25.-
PROMO POETAS 3
1 PLATO DEL DIA Y UNA COPA DE VINO X $ 25.-
Por supuesto la opción más elegida por los poetas.
Comidas regionales y tragos.
LIBROS DE POESÍA A LA VENTA!!!!
RESERVAS AL 47747354
Animate a contribuir con el MONUMENTO A LA MUJER ORIGINARIA!!!
Estamos apoyando el proyecto del artista ANDRES ZERNERI, autor de la escultura del Che en Rosario, con el MONUMENTO A LA MUJER ORIGINARIA que será ofrecido a la Ciudad de Buenos Aires para que reemplace al del General Roca en la Diagonal Sur.
La Peña "EL EMPUJÓN DEL DIABLO" se ha constituido como uno de los centros de acopio de material para dicha obra. Por ello, te invitamos a que concurras a los eventos programados, entre ellos nuestro querido ZOOLÓGICO DE POETAS todas las noches de los miércoles, con llaves en desuso o cualquier objeto de bronce a fin de colaborar y ser parte de este emprendimiento tan significativo e histórico.
Animate a contribuir con el MONUMENTO A LA MUJER ORIGINARIA! Una reivindicación que todos nos debemos!
EL EMPUJÓN DEL DIABLO - A. Carranza 1969 - Palermo - Ciudad de Buenos Aires - Argentina.
RESERVAS AL 47747354
El efecto Libertella
Beatriz Viterbo Editora invita a la presentación del libro
El efecto Libertella
Compilador Marcelo Damiani
Escriben Marcelo Damiani, César Aira, Ricardo Strafacce, Damián Tabarovsky, Laura Estrin, Ariadna Castellarnau, Jeremy
Munday, Martín Kohan, Maximiliano Crespi, Martín Arias, Raúl Antelo, Ariel Idez, Alan Pauls, Tamara Kamenszain.
Palabras a cargo de Rafael Cippolini
La cita es el sábado 27 de noviembre a las 19 horas en el bar Varela Varelita.
Scalabrini Ortiz y Paraguay · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Beatriz Viterbo Editora
tel (+54+341) 425 6909 · mail info@beatrizviterbo.com.ar · web www.beatrizviterbo.com.ar
Rosario · Argentina
Gracias aroma, azul, fogata encelo
Gratitud
Oliverio Girondo
Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.
Gracias pelo
caballo
mandarino.
Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.
Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura.
Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla
a la sangre
a los toros
a la siesta.
Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.
Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,
los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura.
Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.
Oliverio Girondo,
agradecido.
Oliverio Girondo
Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.
Gracias pelo
caballo
mandarino.
Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.
Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura.
Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla
a la sangre
a los toros
a la siesta.
Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.
Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,
los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura.
Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.
Oliverio Girondo,
agradecido.
Ninguna panameña cambiaría por nada su pollera
Azuero se vistió de tradición con el desfile de las mil polleras.
El folclore se tomó las calles de la ciudad azuerense de las Tablas con El Desfile de la Mil Polleras el pasado 6 de noviembre, fecha en la que miles de mujeres de todas las edades lucieron con orgullo el traje típico nacional catalogado por expertos como el más bello del mundo: la Pollera, que vistió de colores, lujo y alegría las calles resaltando la cultura y tradición del panameño.
El recorrido dio inicio en el Colegio Manuel María Tejada Roca a las tres de la tarde (como se había establecido), encabezando el desfile el abanderado Tito Afú y el Presidente de la República Ricardo Martinelli junto a su esposa, acompañados por los miembros del gabinete y sus respectivas esposas que recorrieron la ruta al son del alegre tamborito, seguidos de las más de 100 delegaciones y carros alegóricos de la empresa privada y entidades gubernamentales.
Según datos suministrados por el personal de acreditaciones y organizadores de las delegaciones, hubo una nutrida participación con más 4,416 empolleradas (contabilizadas), a lo que se debe sumar las mujeres y niñas que ataviadas con su vestido que prefirieron participar en calidad de observadoras desde los balcones y avenidas, así como a los caballeros que lucieron la camisilla y el sombrero típico y las delegaciones de colegios y murgas que cumplieron con los reglamentos del uso correcto del vestuario requerido para participar.
Todo índica que hubo un aproximado de 10,000 personas ataviadas con la belleza y majestuosidad que ofrecen nuestros atuendos típicos. Los estamentos de seguridad declararon que ingresaron más de 200, 000 personas a la ciudad de Las Tablas, cifra record de visitantes para el lugar.
Para Salo Shamah, Administrador General de la Autoridad de Turismo Panamá, eventos como el desfile de las mil polleras, integran el folclore a la oferta turística regional, aumenta la ocupación hotelera y crea riquezas.
El desfile de las Mil Polleras es un evento que resaltó el folclore y que logró convertirse en un producto turístico, ya que consiguió la ocupación de hoteles de Las Tablas, Guararé, Los Santos y Chitré. Además que generó impacto positivo en el transporte, los artesanos y los restaurantes de la región.
Quedo demostrado que ninguna panameña cambiaría por nada su pollera.
lunes, 22 de noviembre de 2010
Vida
"... si el vino, bebida embriagante y elaborada, al derramarse por el aposento, le parece a Don Quijote sangre, es que la literatura, aun soñada, tambièn embriaga, tanto que lo leído se nos convierte en algo vivo y palpable, en vida."
Georges Guntert, "El lector defraudado: conocer y creer en El curioso impertinente"
Georges Guntert, "El lector defraudado: conocer y creer en El curioso impertinente"
Locura de lectores
"...se comprende que la locura del héroe sea tambièn la representación hiperbólica y grotesca de nuestra propia locura como lectores, aunque, como muy bien observa el ventero, no todos estaríamos dispuestos a hacernos caballeros andantes convirtiendo lo imaginado en acción; así que algo tiene, de singular, el ingenioso hidalgo."
Georges Guntert, "El lector defraudado: conocer y creer en El curioso impertinente"
Georges Guntert, "El lector defraudado: conocer y creer en El curioso impertinente"
domingo, 21 de noviembre de 2010
Alfabético
Me salieron los últimos tres post con A. Y yo, que amo los diccionarios, imaginé por un momento un blog alfabético o varios: un blog en el que escribas todos los días un post con cada letra; un blog en el que escribas cada día con una letra del alfabeto (en orden y velver a empezar); un blog en el que los comentarios sólo puedan iniciarse con la letra con la que inicia el post comentado; un blog que cuente con veintiseis (o son veitiocho) etiquetas alfabéticas; veintiseis (o veintiocho) nlogs diferentes en los que una publique lo que corresponde a cada letra en el blog que corrresponde a cada letra.
sábado, 20 de noviembre de 2010
A mí me pasan todas
Quien nunca haya viajado en el tren del Oeste tiene permiso para no creerme. Los demás saben que lo mío es sólo un aporte más al muestrario, bestiario, prontuario, anecdotario de las cosillas que pueden sucederle a cualquier argentino, bonaerense, resilente, sobreviviente encaprichado y avasallador a quien la realidad cotidiana le chupa absolutamente un egg.
Se me cayó una ojota en el andén y me fui en pata (no "patas" porque era una sola la desnuda) a comprar otras a un todopordospesos (que ya no tienen nada de dos pesos).
Yo iba como todos mis accidentados sàbados hacia la facultad (parcial de gramática, clase de española) y, por primera vez, havía decidido no clazarme porque havía calor y estaba muerta de la semana y total mis havas lila son bonitas y pegaban con mi blusa neohippie (nítese el tiempo verbal pasado).
En el andén de Morón havía mucha gente, el tren se detuvo y, lo normal: empujar y ser empujado, lograr subir manteniendo el decoro, algo de las buenas costumbres y... el calzado en el pie al saltar el agujero que separa vagón de andén. No pude con lo último: una boluda me pisó justo sobre el vacío y mi ijita lila fue a parar debajo del tren.
Retrocedí. Salí de la estación con mi boleto de ida y vuelta en mano pensando que iba a tener que pagar otro de ida y que me compraría unas sandalias de 300 mangos si no tuviera miedo de perderlas en la próxima subida y si... ¡no estuvieran todos los locales cerrados a las 8 de la mañana!
Tres cuadras rengueando. Nadie te mira entre tantos locos que van, vienen, venden, baldean, abren, cierran. El señor del "bazar" me pareción confiable, de esos que dirían un hermoso "Qué barbaridad" cuando le contara mi anécdota:
-Buen día. ¿Ojotas tiene?
-Algo queda. ¿Que número? (Mientras se agacha a revolver bolsas detrás del mostrador)
-37
(El hombre muestra sólo dos pares: uno celeste mortalmente feo y otro amarillo mortalmente ridículo. Ya se sabe qué elegimos).
-¿Cuánto salen?
-10
-Llevo estas porque sabe que recièn en el tren... blablabla
-Ya no se puede ni viajar vio?
-Ajá... Permiso, voy a calzarme.
Se me cayó una ojota en el andén y me fui en pata (no "patas" porque era una sola la desnuda) a comprar otras a un todopordospesos (que ya no tienen nada de dos pesos).
Yo iba como todos mis accidentados sàbados hacia la facultad (parcial de gramática, clase de española) y, por primera vez, havía decidido no clazarme porque havía calor y estaba muerta de la semana y total mis havas lila son bonitas y pegaban con mi blusa neohippie (nítese el tiempo verbal pasado).
En el andén de Morón havía mucha gente, el tren se detuvo y, lo normal: empujar y ser empujado, lograr subir manteniendo el decoro, algo de las buenas costumbres y... el calzado en el pie al saltar el agujero que separa vagón de andén. No pude con lo último: una boluda me pisó justo sobre el vacío y mi ijita lila fue a parar debajo del tren.
Retrocedí. Salí de la estación con mi boleto de ida y vuelta en mano pensando que iba a tener que pagar otro de ida y que me compraría unas sandalias de 300 mangos si no tuviera miedo de perderlas en la próxima subida y si... ¡no estuvieran todos los locales cerrados a las 8 de la mañana!
Tres cuadras rengueando. Nadie te mira entre tantos locos que van, vienen, venden, baldean, abren, cierran. El señor del "bazar" me pareción confiable, de esos que dirían un hermoso "Qué barbaridad" cuando le contara mi anécdota:
-Buen día. ¿Ojotas tiene?
-Algo queda. ¿Que número? (Mientras se agacha a revolver bolsas detrás del mostrador)
-37
(El hombre muestra sólo dos pares: uno celeste mortalmente feo y otro amarillo mortalmente ridículo. Ya se sabe qué elegimos).
-¿Cuánto salen?
-10
-Llevo estas porque sabe que recièn en el tren... blablabla
-Ya no se puede ni viajar vio?
-Ajá... Permiso, voy a calzarme.
viernes, 19 de noviembre de 2010
300 en 25
:: El libro en la pizarra ::
270 ideas
19-11-2010 | Jacques Sternberg, Prólogos
Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=10739
Escribir los casi 300 cuentos breves que Jacques Sternberg reune en Cuentos Glaciales (editados ahora por La compañía) le tomó veinticinco años. Así lo cuenta en el prólogo del libro.
Por Jacques Sternberg.
Escribir una novela de más de 250 páginas está al alcance de cualquier escritor más o menos dotado. Puede hacerse en 25 días a razón de 10 páginas diarias, tarea no excesiva para un novelista capaz de escribir a máquina con la velocidad de una buena dactilógrafa.
Escribir 270 cuentos, en su mayoría breve, es otra historia. No se trata de un asunto de ritmo, sino de inspiración: hacen falta 270 ideas. Y eso es mucho. No se las tiene en un mes, ni siquiera en un año.
Por eso, algunos cuentos de este libro datan de 1948 y otros de 1973. Durante estos veinticinco años no he dejado de escribir cuentos. Cada vez menos, en realidad, porque la inspiración fue haciéndose más infrecuente y la competencia, más feroz. En efecto, de nada sirve arrojarse sobre una idea si otro ya lo ha explotado. Lo cual ocurre a menudo, reconozcámoslo. De modo que, antes de seleccionar estos 270 cuentos, escribí otros cientos que fueron leídos solamente por los tachos de basura.
Los primeros cuentos fueron escritos en Bélgica, en 1948. Los leía dos veces por semana en La Poubelle, un cabaret literario animado por Jo Dekmine.
Ya en París, Jean Paulhan fue el primero en ocuparse de un joven escritor llamado Jacques Sternberg al que todas las editoriales parisienses rechazaban con idéntico fervor, con unanimidad digna de su igualdad-libertad-fraternidad. Cabe recordar que, por entonces, recién se salía de la otra Trinidad: trabajo-familia-patria. Esto era un paso adelante. O, quizá, un paso al costado.
Jean Paulhan le ofreció unos cuentos a la revista Points (bilingüe: inglés-francés), que los publicó, antes de desaparecer, en un número que presentaba a otro autor ignoto: René de Obaldía.
En Bélgica, Marcel Lecompte leyó estos cuentos, los juzgó curiosos y se los pasó a Georges Lambrichs (un belga afincado en París), quien también los juzgó curiosos, pero curiosamente no hizo nada para publicarlos aun cuando asumía en ese momento la dirección literaria de Éditions de Minuit.
Cuando me instalé en París, en 1952, aproveché una máquina Gestetner que tenía a mi disposición e hice una impresión en mimeógrafo de treinta cuentos (en letras blancas sobre papel negro) titulada La géometrie dans l’impossible, con una tirada de 50 ejemplares que vendí al azar. Este azar hizo bien las cosas porque Eric Losfeld (otro belga) quiso que La géometrie… fuese uno de los primeros títulos de su primera editorial, Arcane, fundada en 1953. El libro sólo llamó la atención de dos críticos: André Vialatte y Alain Dorémieux. Y más tarde interesó a André Parinaud, que me ofreció un puesto de redactor en Arts. Nunca lo he olvidado porque lo restante pertenece a la rutina, a los primeros admiradores que uno pierde en el camino, a los fanáticos de última hora, al oficio que se adquiere poco a poco, al cansancio, a los editores en busca de alguna clase de negocio, en fin, a todo lo que debería dejarse de lado si uno conservase el estómago de la juventud, que evidentemente no es mi caso. Por desgracia. Por suerte.
Rodar y rodar
El rey
Yo sé bien que estoy afuera
Pero el día en que yo me muera
Sé que tendrás que llorar
(llorar y llorar, llorar y llorar)
Dirás que no me quisiste
Pero vas a estar muy triste
Y así te vas a quedar
Con dinero y sin dinero
Hago siempre lo que quiero
Y mi palabra es la ley
No tengo trono ni reina
Ni nadie que me comprenda
Pero sigo siendo el rey
¡Échale!
Una piedra en el camino
Me enseño que mi destino era rodar y rodar
(Rodar y rodar, rodar y rodar)
Después me dijo un arriero
Que no hay que llegar primero
Sino hay que saber llegar
Con dinero y sin dinero
Hago siempre lo que quiero
Y mi palabra es la ley
No tengo trono ni reina
Ni nadie que me comprenda
Pero sigo siendo el rey.
Yo sé bien que estoy afuera
Pero el día en que yo me muera
Sé que tendrás que llorar
(llorar y llorar, llorar y llorar)
Dirás que no me quisiste
Pero vas a estar muy triste
Y así te vas a quedar
Con dinero y sin dinero
Hago siempre lo que quiero
Y mi palabra es la ley
No tengo trono ni reina
Ni nadie que me comprenda
Pero sigo siendo el rey
¡Échale!
Una piedra en el camino
Me enseño que mi destino era rodar y rodar
(Rodar y rodar, rodar y rodar)
Después me dijo un arriero
Que no hay que llegar primero
Sino hay que saber llegar
Con dinero y sin dinero
Hago siempre lo que quiero
Y mi palabra es la ley
No tengo trono ni reina
Ni nadie que me comprenda
Pero sigo siendo el rey.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Premio Emecé: Doberman
:: Lecturas ::
Ladra Ferreyra
16-11-2010 | Gustavo Ferreyra
Tomado de http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=10678
Dóberman de Gustavo Ferreyra ganó el Premio Emecé 2010. Guillermo Belcore, un descreído de los premios, se sorprende con la grata lectura de la novela.
Por Guillermo Belcore.
dóbermanDurante años he aborrecido los premios literarios; o mejor dicho, la perversión de los mismos por razones filisteas. Después de ingerir no menos de treinta obras galardonadas por sellos editoriales, concluí que es altamente improbable que en ese terreno pueda brotar el arte. Creí descubrir, incluso, una nueva subespecie narrativa que, cual parásito monstruoso, ha aparecido en el mundo para defraudar nuestra buena fe: la novela escrita para ganar un premio. La baratija viene trozada en capitulitos sin ton ni son, a duras penas llega a las doscientas páginas, es políticamente correcta, procede del taller literario de un fulano bien conectado, y desconoce las densidades temáticas y estéticas. Esas fruslerías nunca perdurarán. Pero hoy debo reconocer que estaba en parte equivocado. El Premio Emecé 2010 ha distinguido lo sublime. El propósito de estas líneas es recomendar la lectura de Dóberman del profesor Gustavo Ferreyra.
Este sociólogo de profesión es pues un grato y tardío hallazgo personal. Admito que nunca antes lo había frecuentado, aunque un blog de confianza me recomendó encarecidamente no dejar pasar Piquito de oro (2009). Tengo la sospecha de que se trata de una especie de escritor de culto, especialmente en ciertos mentideros de Puan y Pedro Goyena. Fabián Casas lo llama “Gran Maestro”. La semana pasada tropecé en el subte con Ezequiel, un amigo muy culto del laboratorio de idiomas, y le comenté a quién estoy leyendo. “Ah sí -me respondió- fue profesor mío en la Facultad; Vértice (2004) es un gran libro”. Debo agotar, pues, la obra de Ferreyra; Dóberman, su séptima novela me obliga a prometerlo.
Lo primero que llama la atención de la obra es su ingeniosa composición. Ensambla, sin dejar rebaba alguna, dos planos argumentales: la protorrealidad; y el delirio de un psicótico. En el primero, Joaquín Liste es un chofer al servicio del número tres de la Cancillería. Estamos en 1994, durante el infame menemato. El funcionario -un típico sanisidrense- recluta a Joaquín para una absurda operación de espionaje en Polonia, el no va más de las relaciones carnales con Estados Unidos. En el segundo plano, el muchachín compensa sus fracasos y sus abismos, imaginando que pertenece a la raza perruna de los dóberman. Es un showman profesional, amo del escenario en teatros de fuste, pero sufre un colapso nervioso. Los dos Joaquín terminan mutilados.
Me da la impresión de que a Ferreyra le encanta escribir, no quiere -como tantos petimetres- publicar libros con el menor esfuerzo. Apuesta al barroquismo, pero nunca resulta cargante. Su prosa combina párrafos macizos, frondosos, ricos en ideas y vocabulario, con el diálogo más ágil. Escribe con sentido del humor y satisface el hedonismo de la palabra justa. Demuestra talento para tallar personajes memorables. Y tiene, como buen porteño, tendencia a sentenciar; en esta ciudad, por desgracia, a todos nos encanta interpretar el papel de batidor de justa. En La Prensa escribí que la clave del libro, lo que lo torna muy recomendable, es que en el timón hay, sin duda alguna, una sólida inteligencia. Transcribo un párrafo para que se palpe la calidad del estilo:
¡Qué fácilmente se olvidaban de él! Prescindían de su ser sin ningún tipo de problemas. Con seguridad, ni siquiera habían tomado una decisión al respecto, simplemente ocurría. No se habían molestado siquiera en tomar la decisión de olvidarlo, lo olvidaban. ¡Y él tampoco sabía lo que quería! ¿Quería imponerles su presencia? No estaba muy seguro de pretenderlo. Seguía siendo, después de todo, un agente en misión y no perdía ciertas esperanzas. En su recóndito escondite tal vez en algún momento resultase decisivo. ¿No estaba también amparado por el olvido? Olvidado, podía disponer de toda su persona, concentrarse en sí mismo hasta ser perfectamente él mismo. Los otros lo sacaban de su ser, lo obligaban a decir, y cada cosa que decía era una parte de sí que se escapaba, una fuerza que se perdía. Cada cosa que decía lo desdibujaba. En cambio solo en ese cuarto, aliviado de todos los deberes, se solidificaba con sus propios humores, adquiría densidad, se espesaba. Y tan acabadamente se concentraría en su ser que por fin contaría con fuerzas inauditas en su persona para hacer lo que fuere, para hacer lo que le tocase hacer, aquello que por ahora era una incógnita y era indescifrable.
Estuve tentado de afirmar que Dóberman es la novela argentina del año. Pero un juicio tan lapidario es un acto de arrogancia, dado que no leí todas las novelas argentinas que se publicaron en 2010. Leí ocho (cuatro obtuvieron premios, véase en La biblioteca de Asterión); y en otras siete no logré superar la página cincuenta y, por ende, no publiqué reseña. Entonces, lo que puedo establecer es que de las novelas argentinas que he tocado este año (excluyendo las reediciones) la última obra de Gustavo Ferreyra es, de lejos, la mejor.
domingo, 14 de noviembre de 2010
sábado, 13 de noviembre de 2010
Hoy
Gracias a todos por el día de hoy. Cada vez me gusta más esto de tener público. Ojo al piojo (me voy a dormir y mañana subo fotos)
Lunes que son puro cuento
El cuento según Tomashotel
Revitalización de un género
Noviembre 7th, 2010
Tomado de http://www.tomashotel.com.ar/
Cinco años atrás, cuando este suplemento apareció y desde este mismo espacio, publiqué una serie de columnas que pretendían llamar la atención sobre la casi inexistente publicación de libros de cuentos en la Argentina. No es que creyera demasiado en la barrera de los géneros, ni que pretendiera que uno fuera más relevante que otro, pero teniendo en cuenta la rica y extensa tradición cuentística rioplatense, la inquietud apuntaba más bien a tratar de dilucidar las razones de la escasez de apuestas editoriales relacionadas con el relato, el cuento o la llamada narrativa breve. Las informales explicaciones de los editores argumentaban que el cuento no vende (algo que suele escucharse desde hace décadas sobre la poesía), que es más fácil comercializar un libro por su trama (como si una novela fuera sólo la historia que cuenta o pretende contar), que los libros de relatos son demasiado pequeños (y por ende, el margen de ganancia también), o que suele tratarse de la parte subsidiaria de la obra de un autor (y no al revés, como si no existieran cuentistas).
Cinco años después, la situación ha cambiado radicalmente. A partir de 2005 hubo una larga serie de antologías temáticas y generacionales que pusieron al cuento nuevamente en circulación. Y al mismo tiempo se crearon diversos espacios y grupos de lectura en bares, librerías y centros culturales, que explotaron las potencialidades interpretativas y performativas que ofrecen los géneros breves. Finalmente, las editoriales parecieron animarse a editar otra vez libros de relatos, y ya no sólo de escritores consagrados, sino de nuevos autores o cuentistas inéditos. Hoy, no son pocos los sellos que crearon o relanzaron colecciones específicas para el género. Alfaguara acaba de publicar los cuentos completos de Marguerite Yourcenar, en la misma biblioteca donde en los últimos dos años reeditaron los relatos de Julio Cortázar, William Faulkner, Vladimir Nabokov, Juan Carlos Onetti, Hebe Uhart y Rodolfo Fogwill. Emecé, en una serie dirigida por Mariano Valerio, diseñó una colección para publicar autores jóvenes locales donde ya aparecieron los cuentos de Oliverio Coelho, Mariana Enriquez, Samanta Schweblin y Federico Falco. De hecho, no son pocos los que creen que tres de los mejores libros de nueva narrativa aparecidos en los últimos años fueron de relatos: 76, de Félix Bruzzone, La hora de los monos, de Falco, y El asesino de chanchos, de Luciano Lamberti.
Aprovechando esta aparente revitalización del género, la editorial El Ateneo me llamó para coordinar, todos los lunes y a lo largo de noviembre, una serie de mesas llamada “Instrucciones para leer un cuento”, que forma parte de la celebración de los diez años de la librería Grand Splendid. El ciclo arranca mañana a las 19 en el local de Santa Fe y Callao, con la presencia de Uhart, Leonardo Oyola y Eduardo Muslip. Y sigue el 15 con Bruzzone, Schweblin y Gustavo Ferreyra, el 22 con Coelho, Enríquez y Gustavo Nielsen, y el 29 con Luis Chitarroni, Daniel Guebel y Pablo Ramos. Cada autor leerá un texto, y luego debatirá junto al resto acerca de la manera de abordar su propia literatura. Y ya que estamos, una idea para editores: ahora que el cuento parece haber recuperado finalmente cierta visibilidad, ¿no será el momento de apostar por la poesía?
(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil).
Noviembre 7th, 2010
Tomado de http://www.tomashotel.com.ar/
Cinco años atrás, cuando este suplemento apareció y desde este mismo espacio, publiqué una serie de columnas que pretendían llamar la atención sobre la casi inexistente publicación de libros de cuentos en la Argentina. No es que creyera demasiado en la barrera de los géneros, ni que pretendiera que uno fuera más relevante que otro, pero teniendo en cuenta la rica y extensa tradición cuentística rioplatense, la inquietud apuntaba más bien a tratar de dilucidar las razones de la escasez de apuestas editoriales relacionadas con el relato, el cuento o la llamada narrativa breve. Las informales explicaciones de los editores argumentaban que el cuento no vende (algo que suele escucharse desde hace décadas sobre la poesía), que es más fácil comercializar un libro por su trama (como si una novela fuera sólo la historia que cuenta o pretende contar), que los libros de relatos son demasiado pequeños (y por ende, el margen de ganancia también), o que suele tratarse de la parte subsidiaria de la obra de un autor (y no al revés, como si no existieran cuentistas).
Cinco años después, la situación ha cambiado radicalmente. A partir de 2005 hubo una larga serie de antologías temáticas y generacionales que pusieron al cuento nuevamente en circulación. Y al mismo tiempo se crearon diversos espacios y grupos de lectura en bares, librerías y centros culturales, que explotaron las potencialidades interpretativas y performativas que ofrecen los géneros breves. Finalmente, las editoriales parecieron animarse a editar otra vez libros de relatos, y ya no sólo de escritores consagrados, sino de nuevos autores o cuentistas inéditos. Hoy, no son pocos los sellos que crearon o relanzaron colecciones específicas para el género. Alfaguara acaba de publicar los cuentos completos de Marguerite Yourcenar, en la misma biblioteca donde en los últimos dos años reeditaron los relatos de Julio Cortázar, William Faulkner, Vladimir Nabokov, Juan Carlos Onetti, Hebe Uhart y Rodolfo Fogwill. Emecé, en una serie dirigida por Mariano Valerio, diseñó una colección para publicar autores jóvenes locales donde ya aparecieron los cuentos de Oliverio Coelho, Mariana Enriquez, Samanta Schweblin y Federico Falco. De hecho, no son pocos los que creen que tres de los mejores libros de nueva narrativa aparecidos en los últimos años fueron de relatos: 76, de Félix Bruzzone, La hora de los monos, de Falco, y El asesino de chanchos, de Luciano Lamberti.
Aprovechando esta aparente revitalización del género, la editorial El Ateneo me llamó para coordinar, todos los lunes y a lo largo de noviembre, una serie de mesas llamada “Instrucciones para leer un cuento”, que forma parte de la celebración de los diez años de la librería Grand Splendid. El ciclo arranca mañana a las 19 en el local de Santa Fe y Callao, con la presencia de Uhart, Leonardo Oyola y Eduardo Muslip. Y sigue el 15 con Bruzzone, Schweblin y Gustavo Ferreyra, el 22 con Coelho, Enríquez y Gustavo Nielsen, y el 29 con Luis Chitarroni, Daniel Guebel y Pablo Ramos. Cada autor leerá un texto, y luego debatirá junto al resto acerca de la manera de abordar su propia literatura. Y ya que estamos, una idea para editores: ahora que el cuento parece haber recuperado finalmente cierta visibilidad, ¿no será el momento de apostar por la poesía?
(Publicado en el suplemento de Cultura de Perfil).
viernes, 12 de noviembre de 2010
Los poetas están vacunados contra el desaliento
espectaculos
Jueves, 11 de noviembre de 2010
LITERATURA › COMIENZA EL FESTIVAL DE POESIA EN LA LETRA, EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
Encuentro para celebrar el lenguaje
Hoy y mañana leerán sus trabajos Diana Bellessi, Hugo Mujica, Susana Villalba y Daniel Freidemberg, entre otros.
Por Silvina Friera
Los poetas están vacunados contra el desaliento. Más allá de alguna que otra racha de pesimismo y ramalazos de amargura –de los que ningún mortal, por cierto, está exento–, de un tiempo a esta parte están tejiendo una sólida y contagiosa trama de encuentros. En La Letra, el Festival de Poesía en el Bicentenario de la Biblioteca Nacional, que comienza hoy, se suma a esta saludable costumbre de juntarse, de poner el cuerpo. Y la voz, claro. Porque durante dos días, en la sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca (Agüero 2502), entre las 19 y las 21, leerán sus poemas Diana Bellessi, Hugo Mujica, Tamara Kamenszain, Daniel Freidemberg, Susana Villalba, Vicente Muleiro, Jorge Aulicino, Delia Pasini, Daniel Samoilovich, Jorge Fondebrider, Susana Cella, Vicente Zito Lema y Santiago Sylvester, entre otros. “Estamos en un momento histórico decidiendo, como sucedió en 1810, si por fin vamos a afianzar algo nuevo o a dejar que algunos nos hagan terminar como siempre”, subraya Villalba a Página/12. “Como persona digo: el humano no es mucho mejor que el animal y hay que protegernos de la ley del más fuerte. Como poeta considero que el lenguaje es la gran herramienta y diferencia para no ser sólo dominación o sometimiento animales, así es que mi poesía es una celebración del lenguaje; tiene algo político que nunca sé si se llega a leer porque no está clarito y explícito”, plantea la autora de Clínica de muñecas y Plegarias, entre otros títulos.
La periodista y poeta Silvia Puente, coordinadora de En La Letra, cuenta que junto con Horacio González les pareció “que había lugar para otro festival en Buenos Aires y que era bueno que la Biblioteca tuviera uno en su Bicentenario”. “Todavía hay gente dedicada a un hacer que tiene algo de místico y de inútil, si lo vemos desde la medida de un mundo pragmático y sin tiempo, un hacer que nos conecta con la espiritualidad”, recuerda Puente. “Aunque nunca hubo tanta ‘vida poética’, ya la poesía no le interesa a casi nadie más que a los que escriben poemas, y si uno lee lo que se escribe, se entiende por qué”, advierte Freidemberg. “Esa enorme libertad que da tener tantos espacios accesibles y no depender de las imposiciones del mercado se vive como falta de exigencia: todo está permitido, cualquier cosa vale. Más que como producción o lectura de textos con cierta capacidad significativa, la poesía se considera hoy una actividad, como hacer deportes o salir a bailar. Esa es la tendencia, aunque siempre habrá –incluidos, creo, los que participan en este ciclo– quienes la ven como una búsqueda en las posibilidades de la lengua, o una pregunta sobre las relaciones entre la subjetividad y el mundo.”
Festivales y ciclos de lectura se multiplican a lo ancho y a lo largo del país. ¿Qué pasa con la voz del poeta, con la palabra misma, con el poema, cuando circula “de oreja en oreja” entre el público? “La poesía es muy ‘peligrosa’ cuando del otro lado hay una oreja sensible”, opina Puente. “Es un temporal que alienta conversiones múltiples. Impresiona la cantidad de poetas jóvenes que ensayan caminos diversos, irreverentemente, y tienen su propio público. También en la poesía hay fans y círculos áulicos, lectores que son de uno y no de otro, hinchas como en el fútbol. Hay ciclos para todos los gustos.”
Aunque se machaca con el eterno latiguillo de que “la poesía no vende”, Samoilovich prefiere relativizar este lugar común entre editores, lectores y escritores. “Las tiradas de un libro de poesía –de 700 a mil ejemplares– son perfectamente compatibles con las de un libro de relatos o una novela, excepto los best sellers; en todo caso, podríamos decir que la que vende difícilmente es la literatura, con las librerías transformadas en quioscos de reposición diaria, donde un libro está ocho días en mesa y tres meses en las estanterías, y si no vendió lo suficiente se devuelve.” La poesía, precisa Samoilovich, tiene su propio circuito: los recitales, la red, las revistas. “Se está escribiendo muy buena poesía hoy en Argentina, y hay muy buenas traducciones, a veces visitas importantes como en el Festival de Poesía de Rosario, y esto es coherente con la existencia de muy buenos lectores, que son los que asoman ‘públicamente’ en los festivales y lecturas”, asegura el autor de El carrito de Eneas y El libro de los seres alados. “Además, si bien hay pocas cosas más irritantes que un mal recital, en contrapartida hay pocas más gratificantes que un recital bueno; uno toma sus riesgos, y muchas veces se gana.”
Villalba señala que el hecho de repetir hasta el hartazgo que “la poesía no vende” es “igual al fenómeno que se discute hoy acerca del mundo virtual que los medios hacen creer real”. “Las editoriales son cada vez más grandes y apuestan a lo que se vende en grande. En números importantes, tampoco la novela vende. La cuestión es qué se decide promocionar. No sólo se promociona poco la poesía, para cumplir con el cupo algo se difunde, pero un solo tipo de poesía que es la más coloquial y costumbrista. No se la difunde porque lo que sucede con el público –y antes en el poeta– es que lo pone en un ejercicio de libertad de lenguaje, libertad de asociación de ideas, pensamientos y palabras; es memoria colectiva liberada y a la vez palabra personal liberada, una libertad que nunca se consideró conveniente. Por eso se trató siempre de que la mayoría se ría de los poetas y los vea como esos colgados alejados de la realidad. Para imponer que la realidad es la no poética”, analiza Villalba.
Las orejas picadas por la curiosidad tendrán dos días para dejarse permear por el asombro o la emoción. “La relación de la poesía con el presente del país, al menos la de la mejor poesía, se da a través de hilos capilares, canales subterráneos, reverberaciones, encuentros fortuitos, ambiguas iluminaciones mutuas”, enumera Freidemberg, autor de En la resaca y Cantos en la mañana vil, entre otros poemarios. “No es directa ni evidente, ni tiene por qué serlo.”
Jueves, 11 de noviembre de 2010
LITERATURA › COMIENZA EL FESTIVAL DE POESIA EN LA LETRA, EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
Encuentro para celebrar el lenguaje
Hoy y mañana leerán sus trabajos Diana Bellessi, Hugo Mujica, Susana Villalba y Daniel Freidemberg, entre otros.
Por Silvina Friera
Los poetas están vacunados contra el desaliento. Más allá de alguna que otra racha de pesimismo y ramalazos de amargura –de los que ningún mortal, por cierto, está exento–, de un tiempo a esta parte están tejiendo una sólida y contagiosa trama de encuentros. En La Letra, el Festival de Poesía en el Bicentenario de la Biblioteca Nacional, que comienza hoy, se suma a esta saludable costumbre de juntarse, de poner el cuerpo. Y la voz, claro. Porque durante dos días, en la sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca (Agüero 2502), entre las 19 y las 21, leerán sus poemas Diana Bellessi, Hugo Mujica, Tamara Kamenszain, Daniel Freidemberg, Susana Villalba, Vicente Muleiro, Jorge Aulicino, Delia Pasini, Daniel Samoilovich, Jorge Fondebrider, Susana Cella, Vicente Zito Lema y Santiago Sylvester, entre otros. “Estamos en un momento histórico decidiendo, como sucedió en 1810, si por fin vamos a afianzar algo nuevo o a dejar que algunos nos hagan terminar como siempre”, subraya Villalba a Página/12. “Como persona digo: el humano no es mucho mejor que el animal y hay que protegernos de la ley del más fuerte. Como poeta considero que el lenguaje es la gran herramienta y diferencia para no ser sólo dominación o sometimiento animales, así es que mi poesía es una celebración del lenguaje; tiene algo político que nunca sé si se llega a leer porque no está clarito y explícito”, plantea la autora de Clínica de muñecas y Plegarias, entre otros títulos.
La periodista y poeta Silvia Puente, coordinadora de En La Letra, cuenta que junto con Horacio González les pareció “que había lugar para otro festival en Buenos Aires y que era bueno que la Biblioteca tuviera uno en su Bicentenario”. “Todavía hay gente dedicada a un hacer que tiene algo de místico y de inútil, si lo vemos desde la medida de un mundo pragmático y sin tiempo, un hacer que nos conecta con la espiritualidad”, recuerda Puente. “Aunque nunca hubo tanta ‘vida poética’, ya la poesía no le interesa a casi nadie más que a los que escriben poemas, y si uno lee lo que se escribe, se entiende por qué”, advierte Freidemberg. “Esa enorme libertad que da tener tantos espacios accesibles y no depender de las imposiciones del mercado se vive como falta de exigencia: todo está permitido, cualquier cosa vale. Más que como producción o lectura de textos con cierta capacidad significativa, la poesía se considera hoy una actividad, como hacer deportes o salir a bailar. Esa es la tendencia, aunque siempre habrá –incluidos, creo, los que participan en este ciclo– quienes la ven como una búsqueda en las posibilidades de la lengua, o una pregunta sobre las relaciones entre la subjetividad y el mundo.”
Festivales y ciclos de lectura se multiplican a lo ancho y a lo largo del país. ¿Qué pasa con la voz del poeta, con la palabra misma, con el poema, cuando circula “de oreja en oreja” entre el público? “La poesía es muy ‘peligrosa’ cuando del otro lado hay una oreja sensible”, opina Puente. “Es un temporal que alienta conversiones múltiples. Impresiona la cantidad de poetas jóvenes que ensayan caminos diversos, irreverentemente, y tienen su propio público. También en la poesía hay fans y círculos áulicos, lectores que son de uno y no de otro, hinchas como en el fútbol. Hay ciclos para todos los gustos.”
Aunque se machaca con el eterno latiguillo de que “la poesía no vende”, Samoilovich prefiere relativizar este lugar común entre editores, lectores y escritores. “Las tiradas de un libro de poesía –de 700 a mil ejemplares– son perfectamente compatibles con las de un libro de relatos o una novela, excepto los best sellers; en todo caso, podríamos decir que la que vende difícilmente es la literatura, con las librerías transformadas en quioscos de reposición diaria, donde un libro está ocho días en mesa y tres meses en las estanterías, y si no vendió lo suficiente se devuelve.” La poesía, precisa Samoilovich, tiene su propio circuito: los recitales, la red, las revistas. “Se está escribiendo muy buena poesía hoy en Argentina, y hay muy buenas traducciones, a veces visitas importantes como en el Festival de Poesía de Rosario, y esto es coherente con la existencia de muy buenos lectores, que son los que asoman ‘públicamente’ en los festivales y lecturas”, asegura el autor de El carrito de Eneas y El libro de los seres alados. “Además, si bien hay pocas cosas más irritantes que un mal recital, en contrapartida hay pocas más gratificantes que un recital bueno; uno toma sus riesgos, y muchas veces se gana.”
Villalba señala que el hecho de repetir hasta el hartazgo que “la poesía no vende” es “igual al fenómeno que se discute hoy acerca del mundo virtual que los medios hacen creer real”. “Las editoriales son cada vez más grandes y apuestan a lo que se vende en grande. En números importantes, tampoco la novela vende. La cuestión es qué se decide promocionar. No sólo se promociona poco la poesía, para cumplir con el cupo algo se difunde, pero un solo tipo de poesía que es la más coloquial y costumbrista. No se la difunde porque lo que sucede con el público –y antes en el poeta– es que lo pone en un ejercicio de libertad de lenguaje, libertad de asociación de ideas, pensamientos y palabras; es memoria colectiva liberada y a la vez palabra personal liberada, una libertad que nunca se consideró conveniente. Por eso se trató siempre de que la mayoría se ría de los poetas y los vea como esos colgados alejados de la realidad. Para imponer que la realidad es la no poética”, analiza Villalba.
Las orejas picadas por la curiosidad tendrán dos días para dejarse permear por el asombro o la emoción. “La relación de la poesía con el presente del país, al menos la de la mejor poesía, se da a través de hilos capilares, canales subterráneos, reverberaciones, encuentros fortuitos, ambiguas iluminaciones mutuas”, enumera Freidemberg, autor de En la resaca y Cantos en la mañana vil, entre otros poemarios. “No es directa ni evidente, ni tiene por qué serlo.”
jueves, 11 de noviembre de 2010
"Adherirse a Lady Gaga y sus consumos asociados"
La loca como sujeto colonial
por Daniel Link para José Quiroga
Tomado de http://linkillo.blogspot.com/2010/11/la-loca-como-sujeto-colonial.html
Mapa callejero se abre con la oposición de tres disciplinas al desvarío de la loca: la ciencia (Tomás Romay), la política (Domingo Faustino Sarmiento) y el arte (José Martí).
“Disciplina” significa aquí aparato disciplinario, ortopedia gentil fundada en una curiosidad irrespetuosa y malsana, dispositivo de normalización, en todo caso: el límite exterior de una experiencia que ya no es posible hoy para nosotros, el de una cultura (entendida como negociación de la propia identidad en relación con una comunidad potencial) de la diferencia sexual.
Leyendo, en efecto, los más remotos pasajes recolectados por José Quiroga para esta antología del paso de lo gay por el Nuevo Mundo, lo que queda claro es lo lejos que estamos de aquellos tiempos en los cuales podía trazarse un círculo de tiza en el aire, un más allá “del médico y el patriota” para que “el que nos entiende”, como señala Quiroga en la introducción, supiera de lo que estamos hablando. No habiendo ya misterios ni enigmas para descifrar, habiendo perdido la sexualidad humana su dimensión sagrada, su resto inevitable de abyección se nos revela hoy como la espantosa trivialidad de la loca contemporánea, obligada (no por mandamiento exterior de la ciencia, la política o el arte, sino por coacción de la misma cultura que la contiene y la define) a adherirse a Lady Gaga y sus consumos asociados.
Como de tantas otras cosas, Sarmiento fue capaz de darse cuenta de esa lógica interior, perversa, de los universos cerrados y asfixiantes, sin afuera, cuando visitó la paradójica isla de Más-a-fuera en 1845 y se topó con “la necesidad de hablar, la primera necesidad del hombre, y para cuyo desahogo y satisfacción se ha introducido el sistema parlamentario de dos cámaras, y comisiones especiales, etc., etc.” (pág. 41). En la perspectiva del político, el sistema republicano (en fin: la soberanía), se funda en propiedades de lo viviente: esa propiedad de lo viviente, esa vida desnuda que Sarmiento reconoce en ese Más-a-fuera sin afuera donde ubica y construye una loca a su medida (a la medida de la democracia): “Williams, a falta de tribuna y auditorios, se apoderó de nosotros y se lo habló todo, no diré ya con la locuacidad voluble de una mujer, lo que no es siempre bien dicho, pues hay algunas que saben callar, sino más bien con la petulancia de un peluquero francés” (pág. 41).
Si el cientifico inventa al monstruo sexual al no conseguir introducir su dedo índice por el orificio de la vagina, “lo que acredita no haberse violado ese conducto” (pág. 28), que por primera vez la ciencia viola, y si el poeta inventa al snob que predica “reforma tan vasta, aderezado con un traje extravagante que no añade nobleza ni esbeltez a la forma humana, ni es más que una tímida muestra de odio a los vulgares hábitos corrientes” (pág. 48), el demócrata inventa a la peluquera, ésa que nos cuenta “mil aventuras”, chismosa y petulante, la misma que, con el nombre de “Aurora”, “hombre de 30 años, paraguayo, peinador de damas como oficio de repuesto” (pág. 76) vuelve de la mano de Francisco de Veyga en 1902, la misma que habita, invade y termina despoblando hoy todos los “salones de conversación” que Internet pueda alguna vez haber soñado, a fuerza de peroratas incesantes, rencores, caprichos pero, sobre todo, una presencia sin exterior y sin desierto.
Ya está, y no haría falta leer más sino para probar la eficacia de la operación: entre 1813 (la década de las naciones novomundanas) y 1882 (la década de la integración al mercado mundial), las morfologías y comportamientos que se hubieran preferido inexistentes han sido totalmente normalizadas por el dedo (el dedito) del científico, la lengua (la lengüeta) del demócrata y el ojo (el ojete) del poeta: monstruo, peluquera o snob (cuando no una meditada combinación de esas tres formas de vida) son los lugares comunes de la loca como sujeto colonial (colonizado).
Porque lo que habría que señalar, cualquier perito glaciar lo sabe, es que en “estas tolderías”, “un maricón” siempre ha habido (pág. 43), y éste cumplía una función sagrada en el sostenimiento de la comunidad, función incomprensible para todos los que sólo pueden pensar las relaciones en términos de reproducción de la fuerza de trabajo.
Así, estas “crónicas sobre lo gay desde América latina” se corresponden, más bien, con la perspectiva eurocéntrica (y, aún, europea) sobre las comunidades, los territorios y los comportamientos novomundanos: son el encuentro fatal entre una vida indisociable de su forma y la soberanía (ese compuesto vil e indiscernible de un poco de ciencia, un poco de democracia y un poco de arte) que opera sobre lo viviente, separándolo de su forma para recodificarlo en identidades jurídico-sociales cada vez más abstractas.
El proceso, que cristaliza en el discurso liberal de los prohombres de las repúblicas novomundanas había comenzado mucho antes, con el desembarco mismo de los españoles en las costas orientales del Atlántico.
En las “Ordenanzas para el Repartimiento de Jayanca, Saña”, firmadas por la Audiencia de Lima en 1566 (sesenta años después del desembarco), se prescribe que “si algun yndio condujere en abito de yndia o yndia en abito de yndio los dichos alcaldes los prendan y por la primera vez les den çient açotes y los tresquilen publicamente y por la segunda sean atados seis oras a un palo en el tianguez a vista de todos y por la terçera vez con la ynformaçion preso lo remitan al corregidor del ualle o a los alcaldes hordinarios de la Villa de Santiago de Miraflores par que hagan justiçia dellos conforme a derecho”.
Y el 8 de abril de 1776, en plenas Luces, Don Agustín de la Encarnación, que gustaba de vestirse con los trapos de su esposa, “fue arrestado por los serenos; transferido al Tribunal de la Inquisición de Lima, donde su matrimonio con doña Isabel Fernández de Torres fue anulado”.
Como se ve, la intolerancia hacia el continuum del género indígena y la necesidad de segmentarlo de acuerdo con las odiosas tradiciones testamentarias fue una de las primeras operaciones a gran escala del Conquistador.
En su monumental investigación (2008), el filósofo Giuseppe Campuzano justifica su empresa señalando que “El Museo Travesti del Perú nace de la necesidad de una historia propia -una historia del Perú inédita-, ensayando una arqueología de los maquillajes y una filosofía de los cuerpos, para proponer una elaboración de metáforas más productiva que cualquier catalogación excluyente”.
De eso se trata también en libros como los de José Quiroga: de darle la vuelta, al mismo tiempo, al sexo como práctica y a la historia americana como discurso. Y así, poder reivindicar, por ejemplo, el travestismo ritual y las sucesivas castas de hombres-mujeres y sus funciones bien delimitadas en las tribus y ciudades amerindias. “Un personaje tendido”, explica Campuzano a partir de una pieza de alfarería, “luce trenzas, de género femenino, como también taparrabo y rodillera, éstos masculinos. Dicha combinación de características, en el contexto de la iconografía moche, da pie a la tesis de que se trata de un berdache -persona que desempeña un género otro, distinto del femenino o el masculino”.
El berdache, que combinaba atributos masculinos y femeninos, establecía un nexo simbólico con lo mágico. Los cronistas atestiguaron esas prácticas y transformaron a los berdaches y a los chamanes en travestis. Pero lo que importa de ese registro es que el travestismo era un ritual con una fuerte relación con lo sagrado.
Como las naciones nacen laicas (cientificistas y estetizantes) para integrarse al mercado mundial, lo hacen según la máscara que más conviene a esa doble inscripción. Si hay que distorsionar el pasado, siempre habrá un historiador solícito que cumpla con el sucio trabajito: Manco Capac, por ejemplo, figura fundamental de la política guerrera, no era militar, sino un chamán y, como tal, venía de una dinastía de hombres-mujeres. Otro maricón de las tolderías, troyano, dirían los peritos liberales.
¿Y qué decir de los extravagantes arcángeles arcabuceros de la escuela cusqueña, al lado de los cuales los trapitos de Oscar Wilde parecerían los de un monje de clausura que ha hecho votos de pobreza? Para Martí, ellos no formaban parte, seguramente, de Nuestra América.
Otro caso es el de los huacos eróticos de la cultura moche. El invasor español, con sus cruces y sus códigos provincianos en lo que a etiqueta sexual se refiere, repudió las representaciones de chanchadas en las vasijas de los moches y otros pueblos que se inspiraron en su libertad. Muchos de los huacos (vasijas y otras piezas cerámicas) fueron destruidos sin hesitación. Pero la destrucción no es la única forma del exterminio y, todavía hoy, sorprende ver esos delicados dibujos al lado de carteles normalizadores de inspiración sarmientina.
La mayor colección de huacos eróticos puede verse en el limeño Museo Larco Herrera fundado por Rafael Larco Hoyle (1901-1966), donde la mayoría de las piezas mochicas aparecen acompañadas de algunos ejemplares de las culturas Nazca, Vicús y Chimú.
Al lado de los tumescentes o directamente erectos miembros masculinos, algunos carteles indican “realistas” o, si se trata del “pene erecto y desmesurado” de un muerto que se masturba, suponen una “representación sexual moralizadora-humorística”. Cómo el arqueólogo se atreve a deducir la intención del artista, tantos años después y tratándose de culturas sin escritura, será siempre un misterio todavía mayor al de la curiosidad del dedito de Cózar.
Los huacos presentan tres morfologías corporales: están los hombres, las mujeres y los hermafroditas. Entre los hermafroditas, habría que considerar tanto a aquellos huacos que muestran a seres con genitalia ambigua o doble, pero también a aquéllos con ninguna genitalia reconocible. Los letreros del Museo Larco Herrera dicen, exactamente al lado de la manifestación de placer que califican, su propia mala conciencia: porque tan inútil (es decir, tan sorprendentemente estúpido) como la aclaración “coito vaginal entre un hombre y una mujer” (¿qué otras variantes perversas se suponen?) son los “coito anal entre hombre y mujer en posición de cúbito ventral” o “fellatio entre hombre y mujer”, sobre todo cuando no hay ningún rasgo morfológico que revele a la mujer como receptora de semejantes dones.
Capaces de alabar la masturbación más allá de la muerte y capaces de reconocer el don sagrado del hermafroditismo, ¿por qué se habrían privado los artistas moche de imaginar o representar el coito entre varones?
¿No se deja leer allí, en definitiva, el deseo de apropiarse de lo inapropiable? ¿No es como reformular las condiciones de posibilidad mismas de lo viviente, reinventando las genealogías, bloqueando las líneas de fuga y, sobre todo, disolviendo la relación entre el sexo y la comunidad a favor de categorías abstractas traídas, junto con las enfermedades venéreas y las caries, en las carabelas?
Pero dejemos la historia colonial tranquila, cuyo rosario de apropiaciones y reinterpetaciones conocemos bien, para volver a la preciosa antología que José Quiroga nos regala. Se intersectan, en sus páginas, las crónicas, el ensayo, la estadística y el poema, en un desbarajuste de géneros que hace honor a su objeto. Hay incluso páginas que hablan de religión y, por todas partes, manuales de instrucción: no la instrucción sanitaria, cívica o estética con las que el libro se abre, sino más bien reglas de vida, instrucciones y lecciones para el armado de una maqueta propia, para llegar no tanto a ser (porque la razón última del ser nos viene dada por contacto) sino a volverse soberano de la propia existencia. Citaré dos, de muy distinto alcance, y después me callo. Por un lado, ciertas lecciones que “consistieron en saber cómo bajar las escaleras, levantar las pesas con hombría en el gimnasio, sacudir con un plumero, sin dejar caer las plumas, y acomodarse sus partes íntimas” (pág. 196). Y por el otro, el proyecto pedagógico que cierra el libro: “Una escuelita de coger (o sea de danza, de sociabilidad y de total entrega al prójimo porque sin esas tres cosas, sabido es, cualquier polvo se transforma en rutinario)” (pág. 228).
Lotos dorados
Estoy leyendo El abanico de seda de Lisa See donde se cuenta la monstruosidad de esta costumbre. La hermanita de la narradora acaba de morir a los seis años por la infección en sus pies. Su propia madre camina con bastones porque el proceso de vendado fue mal hecho y le quedaron muñones deformes.
Lotos dorados
LA HISTORIA
No se conoce con seguridad cuándo comenzó en China la práctica de vendar los pies. Sin embargo, muchos creen que comenzó durante la dinastía Han (206BC-220AD) y alcanzó la popularidad durante las Cinco Dinastías (907-960) y al principio de la dinastía Song (960-1279AD).
Hay muchas historias sobre el origen de esta práctica.
La más conocida versa sobre una concubina del emperador Li Yu (937-978) , llamada Yaoniang. Tenía fama de realizar maravillosamente la Danza del Loto sobre una plataforma de oro. Esta danza requería vendar sus pies con un paño de seda blanco, de modo que sus pequeños pies adoptasen la forma de una media luna. Al parecer, los pies vendados realzaban la belleza de la danza, y su pequeñez hacía que fuesen doblemente admirados.
Con ello, el vendaje de pies comenzó en palacio. Comenzó practicándose en las clases altas, para luego extenderse al resto de China y al resto de clase sociales, como medio para asegurarse un buen matrimonio. El vendaje perduró más de un milenio, hasta ya entrado el siglo XX. La historia sobre Yaoniang también explica por qué se llamaba a los pies vendados el "Loto Dorado".
EL PROCEDIMIENTO
Un par perfecto de lotos de oro debía medir unos 7 cm de largo, y ser pequeños, estrechos, puntiagudos, y arqueados. La meta del vendaje era juntar los dedos del pie con el talón de modo que el pie pudiera formar un arco. Si el vendaje estaba bien hecho, el tobillo sería empujado hacia adelante, por lo que el pie estaría en una posición vertical. El propósito de esto era cambiar la posición del cuerpo, de modo que siempre que caminase una mujer, su trasero se moviera para apoyar la parte superior del cuerpo. El efecto es similar a usar zapatos de tacón alto.
¿A qué edad comenzaba?
A las muchachas se les comenzaba a atar los pies de los 5 a los 8 años. En la China norteña, en lugares como Shanxi y sus áreas vecinas, el vendaje se adelantaba a los 3 años.
Para asegurar un proceso exitoso, previamente a la muchacha se le habría obligado a llevar zapatos pequeños, muy apretados y puntiagudos, para frenar el desarrollo del pie. Esta preparación lleva el nombre de Chu Long, y podía durar desde un par de meses hasta un par de años.
Generalmente, antes de que las muchachas fuesen vendadas, eran advertidas por sus madres: No importaba cuán doloroso fuera, no debían darse por vencidas. Si fracasaban en el proceso, no podrían sobrevivir en la sociedad cuando crecieran. La inmadurez de la niña, el peso de la tradición, la
piedad filial tan característica de China, y el miedo llevaban a las muchachas a no poner objeción al dolorosísimo trance al que tendrían que enfrentarse.
El proceso del vendaje de pies se puede dividir en 4 etapas; su duración era de aprox. 3 años(en total):
La primera etapa se llama" shi chan". El pie derecho se venda generalmente primero, seguido por el pie izquierdo. Deben ser lavados bien, y las uñas de los dedos de los pies deben ser cortadas lo más cortas posible. Después, la madre pone alumbre entre los dedos del pie para ayudar a la piel en el proceso de la contracción y para evitar que el pie se infecte y supure.
Usando un vendaje, los dedos del pie son forzados a doblarse hacia la planta del pie. Para juntar el talón y los dedos del pie, el tenso vendaje oprime el pie hasta cubrirlo completamente. Sin embargo, el dedo gordo no es vendado, ya que será indispensable para no mermar completamente el equilibrio del cuerpo en el futuro, y su apoyo será necesario en la etapa de preparación del Loto de Oro. Los vendajes, después de que fueran apretados, se cosían. Sobre el pie se pondría un par de zapatos puntiagudos, dando fin a la primera etapa.
Desde este momento entramos en pleno proceso decambio de la morfología del pie. Por eso, los zapatos debían cambiarse con frecuencia para evitar el crecimiento del pie. Esto sucedía cada dos semanas generalmente, siendo cada nuevo par de zapatos más pequeño que el anterior.
La segunda etapa se llamaba "shi jin", y se extendería durante más de medio año. El objetivo en esta etapa sería conseguir un pie más fino y estrecho. Estamos en plena etapa de contracción de la piel, lo que llevaría a los pies a sangrar y a supurar.
Cada tres días, se retiraban las vendas, se desinfectaban los pies y volvían a vendarse. Cada vez que fueran vendados, la presión del vendaje sobre el pie sería aumentada, con lo que el dolor sería también más intenso cada vez. Esto se debe a que, en esta etapa, el vendaje fuerza a los pies a formar una curva hacia la planta del pie.
La segunda etapa era la etapa más dolorosa. Dado que el pie ya no puede apoyarse plano sobre la tierra, incluso el menor contacto sobre él provocaría dolor (qué no haría el caminar). Sin embargo, en esta etapa la muchacha no puede venirse abajo; es la hora de aprender a caminar usando los talones. (En el siguiente vídeo podran ver a dos muchachas caminando con los talones).
La tercera etapa consiste en plegar el talón sobre la planta. Esta etapa se llama "jin chan". Durante esta etapa, los músculos se contraen, la carne se pudre. Los dedos que en etapas previas se han doblado sobre la planta están ahora prácticamente muertos. Especialmente los dedos del pie que se doblaban debajo de la planta, en particular el dedo meñique, podría desprenderse del pie.
La cuarta etapa se llamaba "guo wan". El propósito en esta etapa era doblar aún más el pie para que pudiese formar un arco agradable. Este proceso llevaría cerca de seis meses. Además de usar el vendaje y los zapatos pequeños para apretar el pie, se usaba bambú para aumentar el arco del pie.
¿Se practica en la actualidad?
Hoy en día (aunque parezca increíble) hay algúnos Occidentales con tal fascinación por el tema que se venda los pies, pero dado que cuando comienzan a practicarlo sus pies ya tienen pleno desarrollo óseo, el resultado es bastante penoso.
En China, no hace tanto que se erradicó esta costumbre, y aún quedan unos pocos centenares de ancianas (casi todas octogenarias) que llevan los pies vendados.
Tomado de http://vulcano36125.wordpress.com/2007/06/21/lotos-dorados/
Lotos dorados
LA HISTORIA
No se conoce con seguridad cuándo comenzó en China la práctica de vendar los pies. Sin embargo, muchos creen que comenzó durante la dinastía Han (206BC-220AD) y alcanzó la popularidad durante las Cinco Dinastías (907-960) y al principio de la dinastía Song (960-1279AD).
Hay muchas historias sobre el origen de esta práctica.
La más conocida versa sobre una concubina del emperador Li Yu (937-978) , llamada Yaoniang. Tenía fama de realizar maravillosamente la Danza del Loto sobre una plataforma de oro. Esta danza requería vendar sus pies con un paño de seda blanco, de modo que sus pequeños pies adoptasen la forma de una media luna. Al parecer, los pies vendados realzaban la belleza de la danza, y su pequeñez hacía que fuesen doblemente admirados.
Con ello, el vendaje de pies comenzó en palacio. Comenzó practicándose en las clases altas, para luego extenderse al resto de China y al resto de clase sociales, como medio para asegurarse un buen matrimonio. El vendaje perduró más de un milenio, hasta ya entrado el siglo XX. La historia sobre Yaoniang también explica por qué se llamaba a los pies vendados el "Loto Dorado".
EL PROCEDIMIENTO
Un par perfecto de lotos de oro debía medir unos 7 cm de largo, y ser pequeños, estrechos, puntiagudos, y arqueados. La meta del vendaje era juntar los dedos del pie con el talón de modo que el pie pudiera formar un arco. Si el vendaje estaba bien hecho, el tobillo sería empujado hacia adelante, por lo que el pie estaría en una posición vertical. El propósito de esto era cambiar la posición del cuerpo, de modo que siempre que caminase una mujer, su trasero se moviera para apoyar la parte superior del cuerpo. El efecto es similar a usar zapatos de tacón alto.
¿A qué edad comenzaba?
A las muchachas se les comenzaba a atar los pies de los 5 a los 8 años. En la China norteña, en lugares como Shanxi y sus áreas vecinas, el vendaje se adelantaba a los 3 años.
Para asegurar un proceso exitoso, previamente a la muchacha se le habría obligado a llevar zapatos pequeños, muy apretados y puntiagudos, para frenar el desarrollo del pie. Esta preparación lleva el nombre de Chu Long, y podía durar desde un par de meses hasta un par de años.
Generalmente, antes de que las muchachas fuesen vendadas, eran advertidas por sus madres: No importaba cuán doloroso fuera, no debían darse por vencidas. Si fracasaban en el proceso, no podrían sobrevivir en la sociedad cuando crecieran. La inmadurez de la niña, el peso de la tradición, la
piedad filial tan característica de China, y el miedo llevaban a las muchachas a no poner objeción al dolorosísimo trance al que tendrían que enfrentarse.
El proceso del vendaje de pies se puede dividir en 4 etapas; su duración era de aprox. 3 años(en total):
La primera etapa se llama" shi chan". El pie derecho se venda generalmente primero, seguido por el pie izquierdo. Deben ser lavados bien, y las uñas de los dedos de los pies deben ser cortadas lo más cortas posible. Después, la madre pone alumbre entre los dedos del pie para ayudar a la piel en el proceso de la contracción y para evitar que el pie se infecte y supure.
Usando un vendaje, los dedos del pie son forzados a doblarse hacia la planta del pie. Para juntar el talón y los dedos del pie, el tenso vendaje oprime el pie hasta cubrirlo completamente. Sin embargo, el dedo gordo no es vendado, ya que será indispensable para no mermar completamente el equilibrio del cuerpo en el futuro, y su apoyo será necesario en la etapa de preparación del Loto de Oro. Los vendajes, después de que fueran apretados, se cosían. Sobre el pie se pondría un par de zapatos puntiagudos, dando fin a la primera etapa.
Desde este momento entramos en pleno proceso decambio de la morfología del pie. Por eso, los zapatos debían cambiarse con frecuencia para evitar el crecimiento del pie. Esto sucedía cada dos semanas generalmente, siendo cada nuevo par de zapatos más pequeño que el anterior.
La segunda etapa se llamaba "shi jin", y se extendería durante más de medio año. El objetivo en esta etapa sería conseguir un pie más fino y estrecho. Estamos en plena etapa de contracción de la piel, lo que llevaría a los pies a sangrar y a supurar.
Cada tres días, se retiraban las vendas, se desinfectaban los pies y volvían a vendarse. Cada vez que fueran vendados, la presión del vendaje sobre el pie sería aumentada, con lo que el dolor sería también más intenso cada vez. Esto se debe a que, en esta etapa, el vendaje fuerza a los pies a formar una curva hacia la planta del pie.
La segunda etapa era la etapa más dolorosa. Dado que el pie ya no puede apoyarse plano sobre la tierra, incluso el menor contacto sobre él provocaría dolor (qué no haría el caminar). Sin embargo, en esta etapa la muchacha no puede venirse abajo; es la hora de aprender a caminar usando los talones. (En el siguiente vídeo podran ver a dos muchachas caminando con los talones).
La tercera etapa consiste en plegar el talón sobre la planta. Esta etapa se llama "jin chan". Durante esta etapa, los músculos se contraen, la carne se pudre. Los dedos que en etapas previas se han doblado sobre la planta están ahora prácticamente muertos. Especialmente los dedos del pie que se doblaban debajo de la planta, en particular el dedo meñique, podría desprenderse del pie.
La cuarta etapa se llamaba "guo wan". El propósito en esta etapa era doblar aún más el pie para que pudiese formar un arco agradable. Este proceso llevaría cerca de seis meses. Además de usar el vendaje y los zapatos pequeños para apretar el pie, se usaba bambú para aumentar el arco del pie.
¿Se practica en la actualidad?
Hoy en día (aunque parezca increíble) hay algúnos Occidentales con tal fascinación por el tema que se venda los pies, pero dado que cuando comienzan a practicarlo sus pies ya tienen pleno desarrollo óseo, el resultado es bastante penoso.
En China, no hace tanto que se erradicó esta costumbre, y aún quedan unos pocos centenares de ancianas (casi todas octogenarias) que llevan los pies vendados.
Tomado de http://vulcano36125.wordpress.com/2007/06/21/lotos-dorados/