viernes, 31 de julio de 2009
MC Carper
Dibujante, cuentista, guinionista, historietista, entrevistador y promotor de nlobs, listas y formas de encuentros creativos varios. Costó que me dejara un comentario aquí, pero, como no podía ser de otra manera, cayó por una serie de animé.
jueves, 30 de julio de 2009
El lugar de Mario Levrero
Leí esta nouvelle en El péndulo en el año 87. Creo que fue una de las cosas que me voló la cabeza en aquel entonces. Se parecía mucho a mis sueños recurrentes, a los de los lugares laberínticos, esos a los que no se quiere entrar, donde se entra igual o se aparece ya dentro, esos donde una ca y viene, sube y baja y aveces sabe que la persiguen (quièn la persigue) y a veces no, a veces una está tan sola que sabe que ni siquiera hay perseguidor.
De esos lugares donde hace veinte años no salía hasta despertar. De esos lugares... Anoche soñé con esos lugares, pero dentro del sueño mismo, antes de que éste terminara, yo encontraba lo que estaba buscando.
De esos lugares donde hace veinte años no salía hasta despertar. De esos lugares... Anoche soñé con esos lugares, pero dentro del sueño mismo, antes de que éste terminara, yo encontraba lo que estaba buscando.
Trilogía de Mario Levrero
Domingo, 19 de abril de 2009
Siempre tendremos París
Rescates > Presentada bajo el rótulo de una Trilogía involuntaria, se publican tres nouvelles de Mario Levrero. Autor de culto y al mismo tiempo trabajador en los medios masivos, ahora es descubierto con bastante atraso en el ámbito académico.
Por Martín Pérez
http://www.pagina12.com.ar/fotos/libros/20090419/notas_i/levrero.jpg
La ciudad
Mario Levrero
DeBolsillo
160 páginas
El lugar
Mario Levrero
DeBolsillo
154 Páginas
París
Mario Levrero
DeBolsillo
154 páginas
Un hombre sale de su casa en busca de un almacén y termina iniciando un viaje. Otro despierta en un cuarto desconocido, del que —aun saliendo por la puerta— parece no poder escapar. Y un tercero —que bien puede ser el mismo, ya que las tres historias están narradas en primera persona— empieza su viaje justamente cuando llega a una ciudad. Así es como comienzan, respectivamente, los hipnóticos y míticos libros La ciudad, El lugar y París, que en esta flamante edición de bolsillo aparecen como pequeños volúmenes casi indistinguibles entre sí, reunidos en un práctico contenedor que los agrupa bajo el nombre común de Trilogía involuntaria. Pero, antes que un bautismo, ese título colectivo fue apenas la conclusión a la que llegó el propio Mario Levrero, cuando apareció El lugar en la revista El Péndulo de enero de 1982, con respecto a sus tres novelas publicadas hasta entonces. Allí también aclaraba Levrero el orden de escritura de las mismas, que no se correspondía con el que se habían publicado originalmente. Por eso mismo es que la simetría que guarda el nuevo set de la trilogía parece fuera de lugar dentro de una hipotética colección Levrero, en la que —durante casi tres décadas de autor de culto, saltando de editorial en editorial y de formato en formato— no hay un libro igual a otro. Recién después de su muerte en 2004, como parece ser la triste constancia en el caso de autores tan incómodos, su nombre empezó a trascender los ámbitos en los que era conocido. Primero a través de “medios editoriales de amplia visibilidad” (como apunta Constancio Bértolo en el prólogo a París) de este lado del charco, y finalmente con este indispensable rescate casi directamente desde el otro lado del Atlántico, ya que los prólogos de cada uno de los libros de la trilogía están escritos con el ojo puesto en España.
“Si escribo es para recordar, para despertar el alma dormida, avivar el seso y descubrir sus caminos secretos: mis narraciones son en su mayoría trozos de memoria del alma, y no invenciones”, confiesa el narrador de El discurso vacío (el libro con el que la editorial Interzona comenzó el póstumo redescubrimiento de Levrero en 2006), pero la frase podría corresponder también a la naturaleza de la particular obra literaria del autor nacido en Montevideo en 1940. Fotógrafo, librero, guionista de historietas y de folletines, humorista y redactor jefe de una revista de juegos, es casi imposible presentar a Mario Levrero (cuyo seudónimo Jorge Varlotta era en realidad su nombre) sin mencionar que forma parte por derecho propio de esa inclasificable —salvo tautológicamente— familia de los raros de la literatura uruguaya, de la que forman parte Felisberto Hernández, José Pedro Díaz y Armonía Somers, entre otros. Pero a la luz de su biografía hay que señalar también que Levrero era antes que nada un trabajador de los medios masivos. Vivía de publicar toda clase de textos en la industria gráfica, y su literatura lejos de ser un lujo era una necesidad. No tanto porque viviese de ella sino porque sólo escribía cuando le era imperioso o ineludible, como señaló en una auto-entrevista publicada en su antología El portero y el otro (1992).
“Yo no soy un escritor profesional, no me propongo llenar tantas carillas, y no puedo ni quiero escribir sin la presencia del espíritu, sin inspiración”, confesaba entonces, iluminando el porqué de la particularidad de su obra.
Con Lewis Carroll y Franz Kafka como confesos puntos de partida para su literatura, su trilogía involuntaria resulta apasionante, porque sus narraciones funcionan como una máquina de sentido a la que, una vez que se enciende, es imposible detener. Como un río que fluye, la irresistible lectura de la fascinante La ciudad como la perfecta —así la definía su autor— primera parte de El lugar, recuerdan la lógica de Alicia cuando cae en el pozo persiguiendo al conejo, o la de los protagonistas de las obras de Kafka, atrapados en el laberinto de una realidad destilada, y al mismo tiempo más compleja. Prisioneros dentro de sí mismos, de sus temores, obsesiones y deseos, esa primera persona que narra la trilogía se abre un poco a juguetear con el mundo que la rodea en París, donde el folletín y lo inverosímil adquieren otra realidad, y otras lógicas se intersectan contra ese insecto que es la mente, al que se tolera —a la manera de Spinetta— porque narra. Hipnóticas y casi psicodélicas, pero sin proveer ninguna posibilidad de escape sino más bien como trampas perfectas, sus tres novelas iniciáticas anticipan lo que luego Levrero haría al final del arco de su obra, con la mencionada El discurso vacío o la tan celebrada La novela luminosa, donde cada vez más esa primera persona es la del autor, y ese mundo ante el que reacciona no necesita inventarse, ni resumirse en modelos pseudo oníricos, sino que es la realidad que acecha ahí afuera.
Tanto cuando se lo calificaba de raro como cuando se lo situaba dentro de la ciencia ficción local (cuyas publicaciones albergaban sus obras), Levrero solía desmarcarse de manera contundente, calificando a su trabajo como realista. Pero más que nada por liberarse de cualquier preconcepto, jugando a situarse en el polo opuesto al que le otorgaba su interlocutor. Vaya uno a saber, entonces, lo que opinaría de una reciente presentación de alguno de sus libros póstumos, en la que brillaron por su ausencia insistentes divulgadores como Elvio E. Gandolfo o Marcial Souto. Ante una escasa concurrencia, los presentadores celebraron la supuesta vanguardia de su elección, señalando que si estuviesen hablando de Bolaño el lugar seguramente estaría más lleno. Pero, aun siendo un autor de culto, la realidad marca que Levrero siempre escribió de cara a sus lectores, publicando sus obras en revistas —como El Péndulo— que se vendían en los quioscos, y diciendo presente con sus libros en cada colección interesante que supo asomar en el mercado local durante la década del ‘80. Por eso es que, antes de revolverse satisfechos en su gusto exquisito, aquellos azarosos representantes de la academia —que a veces parece celebrarse sólo a sí misma— deberían haberse disculpado por llegar tarde, como siempre. Y, entonces sí, hacerse humildemente a un lado y permitir que la cada vez más reeditada obra de Levrero (¿cuándo le llegará el turno a un libro inclasificable y fascinante como Caza de conejos?) salga en busca de nuevos lectores.
Link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/libros/10-3428-2009-04-19.html
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Por Martín Pérez
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La ciudad
Mario Levrero
DeBolsillo
160 páginas
El lugar
Mario Levrero
DeBolsillo
154 Páginas
París
Mario Levrero
DeBolsillo
154 páginas
Un hombre sale de su casa en busca de un almacén y termina iniciando un viaje. Otro despierta en un cuarto desconocido, del que —aun saliendo por la puerta— parece no poder escapar. Y un tercero —que bien puede ser el mismo, ya que las tres historias están narradas en primera persona— empieza su viaje justamente cuando llega a una ciudad. Así es como comienzan, respectivamente, los hipnóticos y míticos libros La ciudad, El lugar y París, que en esta flamante edición de bolsillo aparecen como pequeños volúmenes casi indistinguibles entre sí, reunidos en un práctico contenedor que los agrupa bajo el nombre común de Trilogía involuntaria. Pero, antes que un bautismo, ese título colectivo fue apenas la conclusión a la que llegó el propio Mario Levrero, cuando apareció El lugar en la revista El Péndulo de enero de 1982, con respecto a sus tres novelas publicadas hasta entonces. Allí también aclaraba Levrero el orden de escritura de las mismas, que no se correspondía con el que se habían publicado originalmente. Por eso mismo es que la simetría que guarda el nuevo set de la trilogía parece fuera de lugar dentro de una hipotética colección Levrero, en la que —durante casi tres décadas de autor de culto, saltando de editorial en editorial y de formato en formato— no hay un libro igual a otro. Recién después de su muerte en 2004, como parece ser la triste constancia en el caso de autores tan incómodos, su nombre empezó a trascender los ámbitos en los que era conocido. Primero a través de “medios editoriales de amplia visibilidad” (como apunta Constancio Bértolo en el prólogo a París) de este lado del charco, y finalmente con este indispensable rescate casi directamente desde el otro lado del Atlántico, ya que los prólogos de cada uno de los libros de la trilogía están escritos con el ojo puesto en España.
“Si escribo es para recordar, para despertar el alma dormida, avivar el seso y descubrir sus caminos secretos: mis narraciones son en su mayoría trozos de memoria del alma, y no invenciones”, confiesa el narrador de El discurso vacío (el libro con el que la editorial Interzona comenzó el póstumo redescubrimiento de Levrero en 2006), pero la frase podría corresponder también a la naturaleza de la particular obra literaria del autor nacido en Montevideo en 1940. Fotógrafo, librero, guionista de historietas y de folletines, humorista y redactor jefe de una revista de juegos, es casi imposible presentar a Mario Levrero (cuyo seudónimo Jorge Varlotta era en realidad su nombre) sin mencionar que forma parte por derecho propio de esa inclasificable —salvo tautológicamente— familia de los raros de la literatura uruguaya, de la que forman parte Felisberto Hernández, José Pedro Díaz y Armonía Somers, entre otros. Pero a la luz de su biografía hay que señalar también que Levrero era antes que nada un trabajador de los medios masivos. Vivía de publicar toda clase de textos en la industria gráfica, y su literatura lejos de ser un lujo era una necesidad. No tanto porque viviese de ella sino porque sólo escribía cuando le era imperioso o ineludible, como señaló en una auto-entrevista publicada en su antología El portero y el otro (1992).
“Yo no soy un escritor profesional, no me propongo llenar tantas carillas, y no puedo ni quiero escribir sin la presencia del espíritu, sin inspiración”, confesaba entonces, iluminando el porqué de la particularidad de su obra.
Con Lewis Carroll y Franz Kafka como confesos puntos de partida para su literatura, su trilogía involuntaria resulta apasionante, porque sus narraciones funcionan como una máquina de sentido a la que, una vez que se enciende, es imposible detener. Como un río que fluye, la irresistible lectura de la fascinante La ciudad como la perfecta —así la definía su autor— primera parte de El lugar, recuerdan la lógica de Alicia cuando cae en el pozo persiguiendo al conejo, o la de los protagonistas de las obras de Kafka, atrapados en el laberinto de una realidad destilada, y al mismo tiempo más compleja. Prisioneros dentro de sí mismos, de sus temores, obsesiones y deseos, esa primera persona que narra la trilogía se abre un poco a juguetear con el mundo que la rodea en París, donde el folletín y lo inverosímil adquieren otra realidad, y otras lógicas se intersectan contra ese insecto que es la mente, al que se tolera —a la manera de Spinetta— porque narra. Hipnóticas y casi psicodélicas, pero sin proveer ninguna posibilidad de escape sino más bien como trampas perfectas, sus tres novelas iniciáticas anticipan lo que luego Levrero haría al final del arco de su obra, con la mencionada El discurso vacío o la tan celebrada La novela luminosa, donde cada vez más esa primera persona es la del autor, y ese mundo ante el que reacciona no necesita inventarse, ni resumirse en modelos pseudo oníricos, sino que es la realidad que acecha ahí afuera.
Tanto cuando se lo calificaba de raro como cuando se lo situaba dentro de la ciencia ficción local (cuyas publicaciones albergaban sus obras), Levrero solía desmarcarse de manera contundente, calificando a su trabajo como realista. Pero más que nada por liberarse de cualquier preconcepto, jugando a situarse en el polo opuesto al que le otorgaba su interlocutor. Vaya uno a saber, entonces, lo que opinaría de una reciente presentación de alguno de sus libros póstumos, en la que brillaron por su ausencia insistentes divulgadores como Elvio E. Gandolfo o Marcial Souto. Ante una escasa concurrencia, los presentadores celebraron la supuesta vanguardia de su elección, señalando que si estuviesen hablando de Bolaño el lugar seguramente estaría más lleno. Pero, aun siendo un autor de culto, la realidad marca que Levrero siempre escribió de cara a sus lectores, publicando sus obras en revistas —como El Péndulo— que se vendían en los quioscos, y diciendo presente con sus libros en cada colección interesante que supo asomar en el mercado local durante la década del ‘80. Por eso es que, antes de revolverse satisfechos en su gusto exquisito, aquellos azarosos representantes de la academia —que a veces parece celebrarse sólo a sí misma— deberían haberse disculpado por llegar tarde, como siempre. Y, entonces sí, hacerse humildemente a un lado y permitir que la cada vez más reeditada obra de Levrero (¿cuándo le llegará el turno a un libro inclasificable y fascinante como Caza de conejos?) salga en busca de nuevos lectores.
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Pequeño editor para paladear la palabra
Miércoles, 22 de julio de 2009
Ruth Kaufman y el renovado catálogo de la editorial Pequeño editor
La propuesta de paladear la palabra
Una serie de libros despliega un poema a lo largo de varias carillas para demorar el disfrute del texto con la ayuda de un ilustrador. “Faltaba experimentación con la palabra y con la imagen”, asegura la fundadora del sello.
Por Silvina Friera
Los padres que intentan surfear estas vacaciones de invierno con los chicos “en casa” y alguna que otra salida –acotada por el temor a la maldita gripe A– pueden encontrar un aliado en los libros ilustrados, caseritos, artesanales, para pequeños lectores y grandes curiosos. Desde que salió al ruedo en 2003, la editorial Pequeño editor ha lanzado un menú de bellísimos títulos que incluye La reina Mab, adaptación del poema del Acto I de Romeo y Julieta, de William Shakespeare, realizada por Ruth Kaufman, una de las fundadoras del sello; Humor idiota, con guión y dibujos de Max Cachimba; Un hombre con sombrero, de Gustavo Roldán (h.); Animaladas, con guión y dibujos de Leo Flores y Rebeca Luciani; Autos y Fiesta de disfraces, ambos ilustrados y escritos por Inés Trigub; Chubasco, de Pablo Cabrera; Nariz de higo, de Roberta Iannamico, ilustrado por Bianki; Canción decidida, de David Wapner y Cristian Turdera, y Lo que hay antes de haya algo, de Liniers, entre otros.
La adulta inquieta que fundó y dirige Pequeño editor es Ruth Kaufman (Buenos Aires, 1961), escritora, maestra y licenciada en Letras que ejerció la docencia y coordina talleres de escritura para niños, adolescentes, adultos y también para maestros. El embrión de la idea de este proyecto editorial, que reúne a escritores, diseñadores e ilustradores, surgió durante el convulsionado 2001 cuando se juntaron Diego Bianki y Kaufman. Pronto se sumaría Cristian Turdera. “Todos noso-tros teníamos muchos años de trabajo en el mundo editorial: en el libro de texto, en literatura infantil, en revistas para chicos –recuerda Kaufman a Página/12–. Nuestra percepción de aquel momento era que faltaba experimentación, tanto con la palabra como con la imagen. Géneros muy queridos por nosotros, como la poesía y la historieta, tenían muy poco espacio. Pensamos que se podían lograr ediciones de mejor calidad, con buen papel, impresión, ilustración y diseño; y sobre todo que podíamos pensar en libros para chicos sin tantos preconceptos de edad, temas, valores, sentidos, géneros.”
“No es que hayamos tomado como modelo la experiencia de Vicente Ferrer y Begoña, editores de la valenciana Media Vaca –aclara la editora–, pero la osadía y la ética de su proyecto nos resulta, sin ninguna duda, inspiradora.” Para la presentación del sello en el Malba escribieron un texto que todavía hoy los acompaña como editorial en la página web (www.pequenoe ditor.com). Kaufman cita un párrafo de ese “manifiesto”: “Pequeño editor quisiera entrar al campo de los libros ilustrados proponiendo reglas de juego que potencien ante todo las energías creativas de escritores e ilustradores y las capacidades lúdicas y creativas de los niños y adultos lectores”. Y agrega: “Los lectores dirán si lo estamos logrando”. Para la escritora y editora cada libro tiene “su propia manera de significar y su propio modo de generar una relación ilustración-palabra”.
En La reina Mab se puede ver un modo de abordar la poesía que los caracteriza. “La estrategia editorial consiste en desplegar un poema que en un libro de poesía habitual ocupa una o dos páginas en 24 o 32 páginas –explica la adaptadora–. De este modo, sin evitar la experimentación con el lenguaje propia de la poesía contemporánea, abrimos el texto poético a más y nuevos lectores. En primer lugar afectamos el tiempo de la lectura: producimos una demora y en esa dilación la palabra se muestra, dejándose paladear. Sin embargo, no se trata de una demora en blanco, como la que realiza en soledad el lector experto de poesía; el libro ilustrado propone, en ese tiempo, en ese espacio, una lectura privilegiada: la de un artista gráfico. Se trata sin duda de una interpretación que abre lo que estaba compactado y vuelve el texto más poroso, más legible”. Lo que le fascinó a Kaufman de adaptar al autor de Romeo y Julieta fue “la posibilidad de dar la lengua de Shakespeare a los chicos en un estado casi puro, sin tocar demasiado”. “No resumir el argumento de una obra de teatro sino dar un momentito de su lengua poética en la que se acerca a los chicos –revela–. Dudé acerca de si era justo quitar las alusiones sexuales del texto, alusiones que, me pareció, no serían interesantes para los chicos. Finalmente, decidí que se podía hacer porque la esencia del texto, pensando esa palabra como el aroma principal que deja un perfume, no se esfumaba. Los lectores que vayan a ambos textos me dirán si es verdad.”
En su primer libro publicado, Fiesta de disfraces, la artista plástica Inés Trigub (Buenos Aires, 1974) imaginó una fiesta en la que cada animal tuviera que disfrazarse de otro. “Empecé a dibujar la manera que encontró cada animal de disfrazarse. En este caso hice los dibujos recortando y pegando papelitos de colores –cuenta Trigub–. El conflicto lo tendría el gusano, que por su forma se encontraría bastante limitado para imaginarse un disfraz. El texto es breve y acompaña a los dibujos. La idea es que los chicos que todavía no leen puedan, una vez que les leyeron el cuento, volver a leerlo mirando los dibujos.” Tanto en su primer libro como en Autos, el trabajo de Trigub trasmite el concepto de que con poco, unas cartulinas o cartones, se puede hacer mucho; hay un énfasis puesto en lo lúdico-artesanal. “Me interesa abordar la construcción del libro desde lo lúdico y lo artesanal, experimentando, y si bien no lo busco deliberadamente, sería bueno que los libros llegaran a disparar en los lectores otras ideas, pensamientos o ganas de ponerse a hacer alguna cosa”, plantea la artista plástica. “Creo que en ambos libros está presente la importancia de la imaginación. A los chicos la imaginación les sobra, sería bueno que los libros se la disparen.”
Pequeño editor surge del trabajo en equipo. Representando a las palabras, además de Kaufman, está Raquel Franco; el paladín de las imágenes es Diego Bianki. “Discutimos mucho todo”, subraya Kaufman. Entre las próximas pequeñas bellezas a publicar se encuentran textos poéticos como El pájaro suerte, de Cecilio Pisos, ilustrado por Silvia Lenardon; y Los sueños del agua, primer libro para chicos de la poeta María del Carmen Colombo, ilustrado por Cristian Turdera. También se viene Con la cabeza en las nubes, un proyecto de Bianki en el que lo acompañan otros ilustradores y fotógrafos de diversos países. “Logramos llevar el juego de encontrar formas en las nubes al formato libro, ¡una maravilla! –exclama, entusiasmadísima, Kaufman–. Y lo acompañamos de un informe para acercarte a las nubes con cabeza de científico. Este y otros libros nos llevan a explorar por fuera de nuestras colecciones, a inventar géneros donde la ciencia, la palabra y el juego confluyan.”
Kaufman admite que hay experiencias muy interesantes de lectura con bebés y niños muy pequeños. “Desde la edición lo importante es que cada editor publique lo que cree, sinceramente, que es muy pero muy bueno. Como dice mi vecino, ‘Hay que tratar de hacer las cosas bien para que salgan más o menos’; llevado al campo de los libros, hay que publicar sólo lo que nos parece excelente para que los chicos tengan en sus manos, al menos, libros buenos.”
Link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/espectaculos/4-14649-2009-07-22.html
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Ruth Kaufman y el renovado catálogo de la editorial Pequeño editor
La propuesta de paladear la palabra
Una serie de libros despliega un poema a lo largo de varias carillas para demorar el disfrute del texto con la ayuda de un ilustrador. “Faltaba experimentación con la palabra y con la imagen”, asegura la fundadora del sello.
Por Silvina Friera
Los padres que intentan surfear estas vacaciones de invierno con los chicos “en casa” y alguna que otra salida –acotada por el temor a la maldita gripe A– pueden encontrar un aliado en los libros ilustrados, caseritos, artesanales, para pequeños lectores y grandes curiosos. Desde que salió al ruedo en 2003, la editorial Pequeño editor ha lanzado un menú de bellísimos títulos que incluye La reina Mab, adaptación del poema del Acto I de Romeo y Julieta, de William Shakespeare, realizada por Ruth Kaufman, una de las fundadoras del sello; Humor idiota, con guión y dibujos de Max Cachimba; Un hombre con sombrero, de Gustavo Roldán (h.); Animaladas, con guión y dibujos de Leo Flores y Rebeca Luciani; Autos y Fiesta de disfraces, ambos ilustrados y escritos por Inés Trigub; Chubasco, de Pablo Cabrera; Nariz de higo, de Roberta Iannamico, ilustrado por Bianki; Canción decidida, de David Wapner y Cristian Turdera, y Lo que hay antes de haya algo, de Liniers, entre otros.
La adulta inquieta que fundó y dirige Pequeño editor es Ruth Kaufman (Buenos Aires, 1961), escritora, maestra y licenciada en Letras que ejerció la docencia y coordina talleres de escritura para niños, adolescentes, adultos y también para maestros. El embrión de la idea de este proyecto editorial, que reúne a escritores, diseñadores e ilustradores, surgió durante el convulsionado 2001 cuando se juntaron Diego Bianki y Kaufman. Pronto se sumaría Cristian Turdera. “Todos noso-tros teníamos muchos años de trabajo en el mundo editorial: en el libro de texto, en literatura infantil, en revistas para chicos –recuerda Kaufman a Página/12–. Nuestra percepción de aquel momento era que faltaba experimentación, tanto con la palabra como con la imagen. Géneros muy queridos por nosotros, como la poesía y la historieta, tenían muy poco espacio. Pensamos que se podían lograr ediciones de mejor calidad, con buen papel, impresión, ilustración y diseño; y sobre todo que podíamos pensar en libros para chicos sin tantos preconceptos de edad, temas, valores, sentidos, géneros.”
“No es que hayamos tomado como modelo la experiencia de Vicente Ferrer y Begoña, editores de la valenciana Media Vaca –aclara la editora–, pero la osadía y la ética de su proyecto nos resulta, sin ninguna duda, inspiradora.” Para la presentación del sello en el Malba escribieron un texto que todavía hoy los acompaña como editorial en la página web (www.pequenoe ditor.com). Kaufman cita un párrafo de ese “manifiesto”: “Pequeño editor quisiera entrar al campo de los libros ilustrados proponiendo reglas de juego que potencien ante todo las energías creativas de escritores e ilustradores y las capacidades lúdicas y creativas de los niños y adultos lectores”. Y agrega: “Los lectores dirán si lo estamos logrando”. Para la escritora y editora cada libro tiene “su propia manera de significar y su propio modo de generar una relación ilustración-palabra”.
En La reina Mab se puede ver un modo de abordar la poesía que los caracteriza. “La estrategia editorial consiste en desplegar un poema que en un libro de poesía habitual ocupa una o dos páginas en 24 o 32 páginas –explica la adaptadora–. De este modo, sin evitar la experimentación con el lenguaje propia de la poesía contemporánea, abrimos el texto poético a más y nuevos lectores. En primer lugar afectamos el tiempo de la lectura: producimos una demora y en esa dilación la palabra se muestra, dejándose paladear. Sin embargo, no se trata de una demora en blanco, como la que realiza en soledad el lector experto de poesía; el libro ilustrado propone, en ese tiempo, en ese espacio, una lectura privilegiada: la de un artista gráfico. Se trata sin duda de una interpretación que abre lo que estaba compactado y vuelve el texto más poroso, más legible”. Lo que le fascinó a Kaufman de adaptar al autor de Romeo y Julieta fue “la posibilidad de dar la lengua de Shakespeare a los chicos en un estado casi puro, sin tocar demasiado”. “No resumir el argumento de una obra de teatro sino dar un momentito de su lengua poética en la que se acerca a los chicos –revela–. Dudé acerca de si era justo quitar las alusiones sexuales del texto, alusiones que, me pareció, no serían interesantes para los chicos. Finalmente, decidí que se podía hacer porque la esencia del texto, pensando esa palabra como el aroma principal que deja un perfume, no se esfumaba. Los lectores que vayan a ambos textos me dirán si es verdad.”
En su primer libro publicado, Fiesta de disfraces, la artista plástica Inés Trigub (Buenos Aires, 1974) imaginó una fiesta en la que cada animal tuviera que disfrazarse de otro. “Empecé a dibujar la manera que encontró cada animal de disfrazarse. En este caso hice los dibujos recortando y pegando papelitos de colores –cuenta Trigub–. El conflicto lo tendría el gusano, que por su forma se encontraría bastante limitado para imaginarse un disfraz. El texto es breve y acompaña a los dibujos. La idea es que los chicos que todavía no leen puedan, una vez que les leyeron el cuento, volver a leerlo mirando los dibujos.” Tanto en su primer libro como en Autos, el trabajo de Trigub trasmite el concepto de que con poco, unas cartulinas o cartones, se puede hacer mucho; hay un énfasis puesto en lo lúdico-artesanal. “Me interesa abordar la construcción del libro desde lo lúdico y lo artesanal, experimentando, y si bien no lo busco deliberadamente, sería bueno que los libros llegaran a disparar en los lectores otras ideas, pensamientos o ganas de ponerse a hacer alguna cosa”, plantea la artista plástica. “Creo que en ambos libros está presente la importancia de la imaginación. A los chicos la imaginación les sobra, sería bueno que los libros se la disparen.”
Pequeño editor surge del trabajo en equipo. Representando a las palabras, además de Kaufman, está Raquel Franco; el paladín de las imágenes es Diego Bianki. “Discutimos mucho todo”, subraya Kaufman. Entre las próximas pequeñas bellezas a publicar se encuentran textos poéticos como El pájaro suerte, de Cecilio Pisos, ilustrado por Silvia Lenardon; y Los sueños del agua, primer libro para chicos de la poeta María del Carmen Colombo, ilustrado por Cristian Turdera. También se viene Con la cabeza en las nubes, un proyecto de Bianki en el que lo acompañan otros ilustradores y fotógrafos de diversos países. “Logramos llevar el juego de encontrar formas en las nubes al formato libro, ¡una maravilla! –exclama, entusiasmadísima, Kaufman–. Y lo acompañamos de un informe para acercarte a las nubes con cabeza de científico. Este y otros libros nos llevan a explorar por fuera de nuestras colecciones, a inventar géneros donde la ciencia, la palabra y el juego confluyan.”
Kaufman admite que hay experiencias muy interesantes de lectura con bebés y niños muy pequeños. “Desde la edición lo importante es que cada editor publique lo que cree, sinceramente, que es muy pero muy bueno. Como dice mi vecino, ‘Hay que tratar de hacer las cosas bien para que salgan más o menos’; llevado al campo de los libros, hay que publicar sólo lo que nos parece excelente para que los chicos tengan en sus manos, al menos, libros buenos.”
Link a la nota:
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Bienvenido
Vos. Cuando llegues, sea cuando sea que llegues a leerme. Bienvenido. Vos que sabés que sos vos y que te estaba esperando.
Yo dirigida por Tim Burton
Paula Irupé hizo el test ¿Quien dirigiria la historia de tu vida? y el resultado es Tim Burton
Eres oscuro, solitario e imaginativo, aunque quieras aparentar lo contrario te importa mucho lo que piensen los demas, y en concreto te encantaria que te temiesen. Sin embargo eres tu el que siente miedo y tiene un corazon de oro esperando a ser descubierto.
lunes, 27 de julio de 2009
"Nosotros somos el público"
Nuestro trabajo. Ray Bradbury en Radar, suplemento de Página 12
"Lo que creo yo es que la existencia del universo es un milagro y que hemos nacido aquí para atestiguarlo y celebrarlo. Nos preguntamos cuál es el propósito de la vida. Nuestro propósito es percibir lo fantástico. ¿Para qué tener un universo si no hay público?
Nosotros somos el público.
Estamos aquí para ver y tocar, describir y conmovernos. Nuestro trabajo, entonces, es ocuparnos de retribuir el regalo. Esto es lo que debe estar en el centro de los cuentos, novelas y películas que nosotros, los escritores de literatura fantástica, crearemos el día de mañana."
"Lo que creo yo es que la existencia del universo es un milagro y que hemos nacido aquí para atestiguarlo y celebrarlo. Nos preguntamos cuál es el propósito de la vida. Nuestro propósito es percibir lo fantástico. ¿Para qué tener un universo si no hay público?
Nosotros somos el público.
Estamos aquí para ver y tocar, describir y conmovernos. Nuestro trabajo, entonces, es ocuparnos de retribuir el regalo. Esto es lo que debe estar en el centro de los cuentos, novelas y películas que nosotros, los escritores de literatura fantástica, crearemos el día de mañana."
domingo, 26 de julio de 2009
Claymore, serie de animé
Me la recomendó el chico del puesto especializado en animé de la boliferia.
Se la llevé a Martín (entre otras dos más) como regalo de cumple, para ver si le gustaba y sobre todo si no la tenía ya. Y no le emboqué (por suerte con las otras dos sí: Bloom y Monster), èl ya la había visto y sólo le habían gustado los dos primeros capítulos. Así que le dejé los dos capítulos que yo le llevé y me traje doce que tenía él.
Vi los dos primeros, sí me gustó y sí tengo ganas de seguir.
Las protagonistas son mujeres dedicadas a matar a unos monstruos, los Yomas. Sólo ellas pueden matarlos porque ellas son mitad humanas, mitad Yoma. Veremos cómo y por qué.
La proncesa de Nebraska
Olvidable. Tópica historia de la chica embarazada (en este caso, china que viene a EEUU) que está todo un tiempo decidiendo si abortar o no. Toda la peli es esa decisión y el final no sorprende a nadie ni agrega nada.
Soñé que mi mamá me quería pelirroja
Anoche soñé de esos sueños que tengo a menudo donde aparece mi mamá (que está muerta pero en este sueño, no) y otras mujeres de la familia. Son sueños de mujeres, con mis hermanas o ella y yo solas. Ahora tocó con mi tía, la hermana de mi vieja y una hermana nueva que me apareció. Fue así:
Mi tía estaba barriendo una casa, creo que se parecía al dpto donde vivía mi abuela cuando yo la recuerdo viva hace como 30 años. Mi mamá estaba sentada en el rincón en el que se sentaba siempre mi abuela y me confesaba que yo era producto de una fecundación artificial en la que le habían infectado un ovulo de pelirroja como ella quería. Yo lloraba de alegría porque ahí entendía por qué yo busco tanto teñirme de este coloradito que me dura tan poco (que en dos lavados toy amarilla de nuevo).
También aparecía una compañera mía del secundario, Patricia Centurión, a la que no veo hace años pero apareció hace unos días en el facebook, de la que nunca fui amiga ìntima pero a la que siempre aprecié (avanderada ella, yo escolta, ¿será por eso la asociación?) La cosa es que mi tía la hacía pasar y yo la abrazaba refuerte a Patricia y mi mamá me decía que ella era mi hermana mayor (siempre quise tener una en vez de cuatro hermanos menores), que la había tenido con otro hombre antes de tenerme a mí.
Fue un sueño feliz. De reencuentros.
Mi tía estaba barriendo una casa, creo que se parecía al dpto donde vivía mi abuela cuando yo la recuerdo viva hace como 30 años. Mi mamá estaba sentada en el rincón en el que se sentaba siempre mi abuela y me confesaba que yo era producto de una fecundación artificial en la que le habían infectado un ovulo de pelirroja como ella quería. Yo lloraba de alegría porque ahí entendía por qué yo busco tanto teñirme de este coloradito que me dura tan poco (que en dos lavados toy amarilla de nuevo).
También aparecía una compañera mía del secundario, Patricia Centurión, a la que no veo hace años pero apareció hace unos días en el facebook, de la que nunca fui amiga ìntima pero a la que siempre aprecié (avanderada ella, yo escolta, ¿será por eso la asociación?) La cosa es que mi tía la hacía pasar y yo la abrazaba refuerte a Patricia y mi mamá me decía que ella era mi hermana mayor (siempre quise tener una en vez de cuatro hermanos menores), que la había tenido con otro hombre antes de tenerme a mí.
Fue un sueño feliz. De reencuentros.
miércoles, 22 de julio de 2009
Ser "mobile" ¿no es una virtud?
' LA DONNA E MOBILE (RIGOLETTO) '
La donna è mobile
qual piuma al vento
muta d'accento
E di pensiero.
Sempre un a mabile
leggiadro viso,
in pianto o in riso,
è mensognero.
La donna è mobile
qual piuma al vento,
muta d'accento
e di pensier,
e di pensier,
E di pensier!
E' sempre misero
chi a lei s'affida,
chi a le confida,
mal cauto il core!
Pur mai non sentesi
felice appieno
chi su quel seno,
non liba amore!
La donna è mobile
qual piuma al vento,
muta d'accento
e di pensier,
e di pensier,
e di pensier!
Fuente: musica.com
Luciano Pavarotti
La donna è mobile
qual piuma al vento
muta d'accento
E di pensiero.
Sempre un a mabile
leggiadro viso,
in pianto o in riso,
è mensognero.
La donna è mobile
qual piuma al vento,
muta d'accento
e di pensier,
e di pensier,
E di pensier!
E' sempre misero
chi a lei s'affida,
chi a le confida,
mal cauto il core!
Pur mai non sentesi
felice appieno
chi su quel seno,
non liba amore!
La donna è mobile
qual piuma al vento,
muta d'accento
e di pensier,
e di pensier,
e di pensier!
Fuente: musica.com
Luciano Pavarotti
martes, 21 de julio de 2009
Oblogo: blogueros en revista
(Reproduzco el editorial)
Navegando entre dos mares
Hace aproximadamente un año, el escritor José Pablo Feinmann declaró en un reportaje que cualquier pelotudo tiene un blog (http://www.youtube.com/watch?v=g6sWDwpBxRQ). La frase es literalmente cierta: el blog no impone barreras de entrada; cualquiera puede abrir uno en minutos. Claro que los razonamientos válidos van de lo general a lo particular y, por lo tanto, cualquier pelotudo tiene un blog no implica necesariamente que todos los que tienen un blog son pelotudos.
Feinmann critica la producción blogueril comparándola con el trabajo editorial de las redacciones de los diarios: "A la mayoría de los que escriben blogs", argumenta, "un buen jefe de redacción les daría una patada en el culo y los echaría por la pésima prosa que tienen". ¿Es relevante la comparación? Podría pensarse al blog como un espacio lúdico y de expresión personal. El blogger puede tener algo de periodista, como también de poeta, novelista o comentarista cultural. Un blog, por otra parte, puede ser simplemente una herramienta de interacción social que posibilite charlas de café con los amigos. En resumen: el blogger no tiene por qué ser evaluado con los cánones estilísticos o de rigor de tratamiento de los temas que se aplican a un periodista profesional
La argumentación de Feinmann es elitista (dice que el democratismo de los blogs "es agraviante con el lector") y da por sentado que en las redacciones de los diarios todavía se cuida la ortografía y la gramática (la lectura de cualquier matutino lo desmiente). Por otra parte, en todo el mundo el modelo de la redacción periodística de los diarios está en crisis, amenazado por el avance de Internet. Los diarios en papel están perdiendo sus fuentes de ingresos porque los usuarios buscan información en la web y no necesitan pagar para publicar un aviso clasificado ni para leer las noticias. En el mundo "blogalizado" (la expresión es de Birmajer) no se puede sostener el costo de las grandes redacciones, las cuales tambalean ante la competencia de los cientos de voces que se expresan hoy en la blogósfera y que consiguen la atención del lector. Este avance es irreversible. Ya los antiguos griegos pensaban que la invención de la escritura mataría la inteligencia y la memoria humanas, pues no haría falta esforzarse en recordar; y quizás más de uno habrá pensado al conocer la imprenta de Gutenberg: "Ahora cualquier pelotudo publica un libro". Pero la escritura, la imprenta y los blogs terminaron por imponerse.
Feinmann sí tiene razón al decir que Internet está llena de basura. Pero junto a este nivel sin precedentes de ruido, videos de chanchos que bailan y perros que andan en skate, también encuentran su oportunidad de salir a la luz algunas voces que tienen algo nuevo e interesante para decir, y una forma nueva de decirlo. Poco a poco, tras un trabajo de años, nuevas plumas (o teclados) como Hernán Casciari, Carolina Aguirre, Podeti o Elena Paoloni, entre otros, empiezan a cosechar ejércitos de seguidores. Ahora bien: separar la paja del trigo puede consumir mucho tiempo.
Todo lo anterior sirve de introducción para presentar a Oblogo (www.oblogo.com), el emprendimiento que estamos llevando adelante Gustavo Faigenbaum, Gerry Garbulsky y Sonia Faigenbaum. Oblogo es una revista de distribución gratuita que consiste en una selección de lo mejor (a nuestro criterio) de la blogósfera. Empezamos a salir en abril de este año y vamos por el octavo número (ya hemos regalado unos 100.000 ejemplares). Una de las misiones de Oblogo es ahorrarle al lector el trabajo de filtrado, acercándole esas perlitas ocultas en el océano internético a lectores que las desconocen. La revista se distribuye mayormente en el microcentro de Buenos Aires durante el horario de salida laboral, lo cual responde a otro de nuestros objetivos: hacer más agradable la experiencia del regreso a casa; ayudar a la gente a desconectarse de las mezquindades y el cortoplacismo de la vida cotidiana (a cuánto cerró el dólar, qué ropa se puso Wanda Nara, qué declaró Aníbal Fernández) y ofrecer experiencias de lectura divertidas y novedosas.
Pero ojo: el propósito no es que la gente se desenchufe o se escape de la realidad, sino todo lo contrario: ayudar a la gente a reconectarse con las dimensiones de la vida que más valen la pena. Los artículos y relatos que publicamos en Oblogo dejan a los lectores reflexionando sobre sus relaciones con su propio cuerpo, su historia, su pareja, los productos que consumen, así como la ciudad, el país y la sociedad en la que viven. Rescatamos lo mejor de ese enorme caldo de cultivo que es la blogósfera y facilitamos su llegada a gente que tal vez todavía no lee blogs. Le mostramos a los lectores formas alternativas de ver el mundo y la vida. Nuestra meta es ser una publicación de alto impacto sobre el clima cultural argentino. Ésta es la misión última (y más ambiciosa) de la revista: elevar el nivel del debate.
La originalidad de Oblogo proviene del modo en que jugamos con la frontera entre lo online y lo offline. Buscamos contenidos atrapantes en los blogs y los publicamos en papel; llevamos al papel, también, las respuestas de los comentaristas, permitiendo así que quienes no están familiarizados con los blogs tengan un acercamiento a su interactividad. Al mismo tiempo, usamos herramientas 2.0 (nuestras comunidades en facebook, twitter y flickr y nuestro sitio en oblogo.com) para recibir sugerencias de contenidos interesantes (piezas gráficas para la tapa, blogs que deberíamos considerar, etc.). También tenemos una red social offline (los "Embajadores Oblogo") que distribuye la revista a amigos y conocidos. En todos estos aspectos, la respuesta de los lectores ha superado por mucho nuestras expectativas: hay fanáticos que coleccionan sus Oblogos, que esperan con impaciencia el próximo número, que son capaces de quedarse hasta más tarde en el trabajo para encontrarse con un distribuidor de la revista.
En resumen: aspiramos a que Oblogo permita amalgamar lo mejor de los dos mundos a los que Feinmann ve como opuestos: la interactividad, dinamismo, espontaneidad y democratización de la producción escrita que permite Internet, y la calidad de formato y diseño y la excelencia de los contenidos que han sido tradicionalmente el objetivo de los medios en papel. Y creemos que lo estamos logrando.
Los invitamos a bajarse un PDF con el último número de Oblogo optimizado para imprimir en A4 haciendo click aquí. En nuestro sitio también pueden suscribirse para recibir los números futuros. Y quienes estén interesados en recibir la publicación en papel pueden consultar los updates al cronograma de distribución que solemos publicar en twitter.com/o_blogo y en nuestra Facebook fan page en tr.im/obfa.
Navegando entre dos mares
Hace aproximadamente un año, el escritor José Pablo Feinmann declaró en un reportaje que cualquier pelotudo tiene un blog (http://www.youtube.com/watch?v=g6sWDwpBxRQ). La frase es literalmente cierta: el blog no impone barreras de entrada; cualquiera puede abrir uno en minutos. Claro que los razonamientos válidos van de lo general a lo particular y, por lo tanto, cualquier pelotudo tiene un blog no implica necesariamente que todos los que tienen un blog son pelotudos.
Feinmann critica la producción blogueril comparándola con el trabajo editorial de las redacciones de los diarios: "A la mayoría de los que escriben blogs", argumenta, "un buen jefe de redacción les daría una patada en el culo y los echaría por la pésima prosa que tienen". ¿Es relevante la comparación? Podría pensarse al blog como un espacio lúdico y de expresión personal. El blogger puede tener algo de periodista, como también de poeta, novelista o comentarista cultural. Un blog, por otra parte, puede ser simplemente una herramienta de interacción social que posibilite charlas de café con los amigos. En resumen: el blogger no tiene por qué ser evaluado con los cánones estilísticos o de rigor de tratamiento de los temas que se aplican a un periodista profesional
La argumentación de Feinmann es elitista (dice que el democratismo de los blogs "es agraviante con el lector") y da por sentado que en las redacciones de los diarios todavía se cuida la ortografía y la gramática (la lectura de cualquier matutino lo desmiente). Por otra parte, en todo el mundo el modelo de la redacción periodística de los diarios está en crisis, amenazado por el avance de Internet. Los diarios en papel están perdiendo sus fuentes de ingresos porque los usuarios buscan información en la web y no necesitan pagar para publicar un aviso clasificado ni para leer las noticias. En el mundo "blogalizado" (la expresión es de Birmajer) no se puede sostener el costo de las grandes redacciones, las cuales tambalean ante la competencia de los cientos de voces que se expresan hoy en la blogósfera y que consiguen la atención del lector. Este avance es irreversible. Ya los antiguos griegos pensaban que la invención de la escritura mataría la inteligencia y la memoria humanas, pues no haría falta esforzarse en recordar; y quizás más de uno habrá pensado al conocer la imprenta de Gutenberg: "Ahora cualquier pelotudo publica un libro". Pero la escritura, la imprenta y los blogs terminaron por imponerse.
Feinmann sí tiene razón al decir que Internet está llena de basura. Pero junto a este nivel sin precedentes de ruido, videos de chanchos que bailan y perros que andan en skate, también encuentran su oportunidad de salir a la luz algunas voces que tienen algo nuevo e interesante para decir, y una forma nueva de decirlo. Poco a poco, tras un trabajo de años, nuevas plumas (o teclados) como Hernán Casciari, Carolina Aguirre, Podeti o Elena Paoloni, entre otros, empiezan a cosechar ejércitos de seguidores. Ahora bien: separar la paja del trigo puede consumir mucho tiempo.
Todo lo anterior sirve de introducción para presentar a Oblogo (www.oblogo.com), el emprendimiento que estamos llevando adelante Gustavo Faigenbaum, Gerry Garbulsky y Sonia Faigenbaum. Oblogo es una revista de distribución gratuita que consiste en una selección de lo mejor (a nuestro criterio) de la blogósfera. Empezamos a salir en abril de este año y vamos por el octavo número (ya hemos regalado unos 100.000 ejemplares). Una de las misiones de Oblogo es ahorrarle al lector el trabajo de filtrado, acercándole esas perlitas ocultas en el océano internético a lectores que las desconocen. La revista se distribuye mayormente en el microcentro de Buenos Aires durante el horario de salida laboral, lo cual responde a otro de nuestros objetivos: hacer más agradable la experiencia del regreso a casa; ayudar a la gente a desconectarse de las mezquindades y el cortoplacismo de la vida cotidiana (a cuánto cerró el dólar, qué ropa se puso Wanda Nara, qué declaró Aníbal Fernández) y ofrecer experiencias de lectura divertidas y novedosas.
Pero ojo: el propósito no es que la gente se desenchufe o se escape de la realidad, sino todo lo contrario: ayudar a la gente a reconectarse con las dimensiones de la vida que más valen la pena. Los artículos y relatos que publicamos en Oblogo dejan a los lectores reflexionando sobre sus relaciones con su propio cuerpo, su historia, su pareja, los productos que consumen, así como la ciudad, el país y la sociedad en la que viven. Rescatamos lo mejor de ese enorme caldo de cultivo que es la blogósfera y facilitamos su llegada a gente que tal vez todavía no lee blogs. Le mostramos a los lectores formas alternativas de ver el mundo y la vida. Nuestra meta es ser una publicación de alto impacto sobre el clima cultural argentino. Ésta es la misión última (y más ambiciosa) de la revista: elevar el nivel del debate.
La originalidad de Oblogo proviene del modo en que jugamos con la frontera entre lo online y lo offline. Buscamos contenidos atrapantes en los blogs y los publicamos en papel; llevamos al papel, también, las respuestas de los comentaristas, permitiendo así que quienes no están familiarizados con los blogs tengan un acercamiento a su interactividad. Al mismo tiempo, usamos herramientas 2.0 (nuestras comunidades en facebook, twitter y flickr y nuestro sitio en oblogo.com) para recibir sugerencias de contenidos interesantes (piezas gráficas para la tapa, blogs que deberíamos considerar, etc.). También tenemos una red social offline (los "Embajadores Oblogo") que distribuye la revista a amigos y conocidos. En todos estos aspectos, la respuesta de los lectores ha superado por mucho nuestras expectativas: hay fanáticos que coleccionan sus Oblogos, que esperan con impaciencia el próximo número, que son capaces de quedarse hasta más tarde en el trabajo para encontrarse con un distribuidor de la revista.
En resumen: aspiramos a que Oblogo permita amalgamar lo mejor de los dos mundos a los que Feinmann ve como opuestos: la interactividad, dinamismo, espontaneidad y democratización de la producción escrita que permite Internet, y la calidad de formato y diseño y la excelencia de los contenidos que han sido tradicionalmente el objetivo de los medios en papel. Y creemos que lo estamos logrando.
Los invitamos a bajarse un PDF con el último número de Oblogo optimizado para imprimir en A4 haciendo click aquí. En nuestro sitio también pueden suscribirse para recibir los números futuros. Y quienes estén interesados en recibir la publicación en papel pueden consultar los updates al cronograma de distribución que solemos publicar en twitter.com/o_blogo y en nuestra Facebook fan page en tr.im/obfa.
lunes, 20 de julio de 2009
II Jornadas de Debates sobre Literatura Latinoamericana y Estudios de Género
II Jornadas de Debates sobre Literatura Latinoamericana y Estudios de Género
19 y 20 de Noviembre 2009
Instituto interdisciplinario de Estudios de Género, UBA.
Museo Roca, Vicente López, 2220, CABA.
Las Jornadas de Debates sobre Literatura Latinoamericana y Estudios de Género abren un espacio que promueve la discusión y el intercambio sobre la literatura y los diversos marcos teóricos que actualmente conforman los Estudios de Género.
Tanto la literatura como aquellos discursos asociados a ella, por ser parte del entramado social, se sostienen (y se sitúan ideológicamente –por elección u omisión-) sobre las diferencias simbólicas que existen entre los cuerpos sexuados y generizados. Es por esto que leer a la literatura y a la crítica desde una perspectiva de género habilita para intervenir políticamente.
Al poner en cuestión viejos pactos que pasaron desapercibidos, al desestabilizar al canon y a las lecturas canónicas, al habilitar en los textos zonas de lectura que históricamente se han considerado a-significantes, al reubicar los textos de mujeres lejos del imaginario de la “literatura femenina”, al recuperar escrituras ausentes de los compendios de historia literaria, de los programas de las carreras de letras o de las librerías, al analizar los múltiples dispositivos de exclusión o al proponer nuevas metáforas se puede conseguir, como sostiene Francine Masiello, que el trabajo con el género sea productivo para crear una conciencia crítica sobre la formación sociopolítica así como también sobre la estética.
Invitamos, entonces, a presentar trabajos provenientes tanto del marco académico como aquellos que se hallen por fuera de éste, realizados individual o colectivamente.
Coordinadora: Laura A. Arnés.
Ejes:
1. Literatura latinoamericana e imaginario socio-sexual.
2. Geografías: el campo y la ciudad releídos por mujeres.
3. La voz de los marginales en la literatura latinoamericana: lesbianas, maricas y travestis.
4. La autobiografía femenina como posibilidad de escritura.
5. Otros modos de la escritura: mujeres poetas, ensayistas y periodistas.
6. Problemas de autoría.
7. El feminismo como crítica literaria: debates actuales.
8. Inclusión/ exclusión: políticas de la ubicación académica.
Fecha entrega de resúmenes: 10 de septiembre
Requisitos: Los resúmenes no deberán superar las 300 palabras. Deberán consignarse los siguientes datos: título, eje temático en el que desea participar, 2 palabras clave, nombre y apellido, institución (si pertenece a alguna), dirección de mail.
Fecha de entrega de trabajos: 30 de Octubre
Requisitos: Las ponencias no deberán superar las 8 páginas A4 (incluídas notas al pie y bibliografía). Márgenes de 3 cm, letra Times New Roman, cuerpo 12 y a doble espacio, con un tiempo de lectura estimado de quince minutos.
Los resúmenes y las ponencias se recibirán en la casilla jornadallyeg@gmail.com
http:// www.2jornadasllyeg.blogspot.com
19 y 20 de Noviembre 2009
Instituto interdisciplinario de Estudios de Género, UBA.
Museo Roca, Vicente López, 2220, CABA.
Las Jornadas de Debates sobre Literatura Latinoamericana y Estudios de Género abren un espacio que promueve la discusión y el intercambio sobre la literatura y los diversos marcos teóricos que actualmente conforman los Estudios de Género.
Tanto la literatura como aquellos discursos asociados a ella, por ser parte del entramado social, se sostienen (y se sitúan ideológicamente –por elección u omisión-) sobre las diferencias simbólicas que existen entre los cuerpos sexuados y generizados. Es por esto que leer a la literatura y a la crítica desde una perspectiva de género habilita para intervenir políticamente.
Al poner en cuestión viejos pactos que pasaron desapercibidos, al desestabilizar al canon y a las lecturas canónicas, al habilitar en los textos zonas de lectura que históricamente se han considerado a-significantes, al reubicar los textos de mujeres lejos del imaginario de la “literatura femenina”, al recuperar escrituras ausentes de los compendios de historia literaria, de los programas de las carreras de letras o de las librerías, al analizar los múltiples dispositivos de exclusión o al proponer nuevas metáforas se puede conseguir, como sostiene Francine Masiello, que el trabajo con el género sea productivo para crear una conciencia crítica sobre la formación sociopolítica así como también sobre la estética.
Invitamos, entonces, a presentar trabajos provenientes tanto del marco académico como aquellos que se hallen por fuera de éste, realizados individual o colectivamente.
Coordinadora: Laura A. Arnés.
Ejes:
1. Literatura latinoamericana e imaginario socio-sexual.
2. Geografías: el campo y la ciudad releídos por mujeres.
3. La voz de los marginales en la literatura latinoamericana: lesbianas, maricas y travestis.
4. La autobiografía femenina como posibilidad de escritura.
5. Otros modos de la escritura: mujeres poetas, ensayistas y periodistas.
6. Problemas de autoría.
7. El feminismo como crítica literaria: debates actuales.
8. Inclusión/ exclusión: políticas de la ubicación académica.
Fecha entrega de resúmenes: 10 de septiembre
Requisitos: Los resúmenes no deberán superar las 300 palabras. Deberán consignarse los siguientes datos: título, eje temático en el que desea participar, 2 palabras clave, nombre y apellido, institución (si pertenece a alguna), dirección de mail.
Fecha de entrega de trabajos: 30 de Octubre
Requisitos: Las ponencias no deberán superar las 8 páginas A4 (incluídas notas al pie y bibliografía). Márgenes de 3 cm, letra Times New Roman, cuerpo 12 y a doble espacio, con un tiempo de lectura estimado de quince minutos.
Los resúmenes y las ponencias se recibirán en la casilla jornadallyeg@gmail.com
http:// www.2jornadasllyeg.blogspot.com
Estreno en San Miguel
Polémica alrededor de Oloixarac
Un juicio sobre Pola Oloixarac (Extraído de Revista Planta)
Análisis de Las teorías salvajes en sus niveles estilístico, cultural y político. La filosofía, el Zeitgeist y la agenda del progresismo
Por Damián Selci y Nicolás Vilela
1- Mis Documentos
Aunque muchos comentaristas coincidieron en que Las teorías salvajes (Entropía, 2008) es un libro "sádico", "revulsivo", "sin miramientos en su crítica del ambiente cultural argentino", hay elementos para pensar que, pese a todo, tiene un final feliz. En el último capítulo la narradora se prepara para un encuentro con un profesor de la universidad, Augusto García Roxler. Leemos entonces lo siguiente: "Tengo la tentación de imprimirle la carpeta entera de 'Mis Documentos', mi compendio de observaciones desde el comienzo de mis lecturas adultas, la totalidad de mis intuiciones antropológicas, esbozos de las teorías nuevas sobre las que estoy trabajando, mi sociológica historia de la perversidad. Pero no. Mejor recapitular. Ordenar, enlazar, componer, volver a numerar". Durante toda la novela García Roxler, docente universitario izquierdista, fue parodiado con saña; sin embargo, en la última escena se convierte en alguien envidiable: al parecer él, a diferencia de nosotros, se salvó de leer la novela entera de Pola Oloixarac (1977). Final feliz, entonces: para García Roxler, no para el lector. Considerando el carácter más bien inútil que marca desde el principio el contenido de este libro, se puede pensar que Las teorías salvajes es la impresión de la entera carpeta de "Mis Documentos" de una estudiante de filosofía singularmente eufórica. Sin embargo, o quizá por eso mismo, Las teorías salvajes se ganó un atisbo de novedad; esto puede ser notable o incomprensible según se mire, y para muchos, directamente irrelevante; pero el que todos los logros de Las teorías salvajes deban ser situados del lado del ruido cósmico y la venta de humo no excluye, y más bien reclama, una intervención crítica de tendencia humanista y quirúrgica. No hay que descartar que los comentaristas, en su mayoría, hayan escuchado música celestial donde no había más que un coro de bocinazos (no sería la primera vez) pero, en todo caso, a los efectos de la comprensión intelectual se torna necesario hacer un mínimo sobrevuelo por el enorme cúmulo de ideas que Oloixarac vertió en su novela y en sus entrevistas. Hay un hecho sugestivo, y es el siguiente: la pátina de "desparpajo", de "novela ambiciosa", de "libro necesario" que Las teorías salvajes consiguió durante el verano obstruye la percepción del carácter fundamentalmente regresivo del texto en todos los niveles de su forma: en lo sintáctico, en lo cultural, en lo político. Es lo que nos proponemos demostrar.
2- "La sintaxis no miente"
Empecemos con la "preocupación por el estilo" que Oloixarac manifestó en la reciente charla en Eterna Cadencia organizada con motivo de la presentación de la novela, y sumémosle a eso la cantidad de veces que aparece la palabra "sintaxis" en el texto (¿doce veces? ¿veinte veces?). Abrimos Las teorías salvajes y leemos la primera oración: "En los ritos de pasaje practicados por las comunidades Orokaiva, Nueva Guinea, los niños que van a ser iniciados, varones y niñas, son primero amenazados por adultos que se agazapan tras los arbustos". Es una sorpresa, realmente. En términos estilísticos parece un inicio poco prometedor: tres participios rimados ("practicados", "iniciados" y "amenazados"), un criterio extraño para la aposición de los sustantivos ("niños" es dividido, redundantemente, en "varones y niñas") y una aliteración de tres vocales que salió indemne de la corrección (a-o-u: "adultos" y "arbustos", las dos en el mismo período). Quizá no se pueda ser tan exquisito; los comienzos siempre son difíciles. Pero al rato nos sentimos otra vez desorientados. Descubrimos que casi no hay página que no contenga alguna palabra en itálicas: "La filosofía es el playground de Satán"; "La culminación mezclaba las lágrimas y el semen, se sentía muy terapéutico"; "la banda punkie Dos Minutos". Qué raro. Si en la primera frase el recurso se justifica porque se trata de una palabra extranjera, en la segunda... ¿por qué? ¿Y la tercera? ¿Qué es una banda punkie? Difícil saberlo. Existen bandas punks en nuestro país por lo menos desde 1979 (Los Violadores), momento en que la autora tenía dos años. Sin embargo, no parece que sea la falta de cultura joven lo que explique esta rareza de Oloixarac: palabras tan cercanas como puff, blog, disc-jockey, que ya tienen carta de ciudadanía por el uso, son sometidas al bastardilleo, como así también legible, efecto, post, intervalo o cualquier otra... La revista Viva no se atrevería, como Oloixarac, a ponerle cursivas a un campus universitario. Sin dudas es una escritora con mucho desparpajo. Pero en fin, ¿qué son unas cuantas itálicas desperdigadas por ahí? Nada. En cambio preocupan más las repeticiones de estructuras ("Caminando a zancadas, esquivando mis juicios lapidarios"), la imitación quizá voluntaria del lenguaje de traducción ("quitarle", "más de las veces"), el recurso permanente a la prosa de monografía ("se sabe"), la abrumadora cantidad de menciones a filósofos ("el primer Wittgenstein"), la construcción de metáforas equidistantes respecto del posestructuralismo francés y la copia novata del romanticismo ("en otros pozos de sentido, otras penínsulas de rocas"), el procedimiento de "risa enlatada" (un personaje hace una observación "picante" y la narradora, para ayudarnos, aclara que otro se ríe), más aposiciones increíbles ("Porque lo que quiero decirte -lo que aúllo por comunicarte-"), más itálicas, más nombres, más, más... ¿A qué responde este sistema expresivo? ¿Inseguridad retórica? ¿Falta de autoestima estilística, tal vez? Como hipótesis se puede sugerir que Oloixarac no tiene mayor confianza en su prosa y que por eso apela al relleno, la redundancia, la gigantografía. Rara vez deja tranquilos a los sustantivos; prefiere hostigarlos con aposiciones, construcciones adjetivales, subrayados... Hacia la página 141, cuando el lector ya percibió que la narradora no tiene un buen concepto de la izquierda occidental, hay una escena donde un libro de Trotsky queda tirado en el piso: parece suficiente demérito para el marxismo soviético, pero a Oloixarac no le alcanza, y nos reasegura que lo que está ahí es su "pobre, avejentada e inútil historia de la revolución rusa". Adjetivos, adjetivos, adjetivos: todo tiene que ser remarcado en el estilo-pánico de Oloixarac (1).
3- Miguel Cané con polleras
Un personaje "levanta una ceja despectiva", otro mira con "canónica desconfianza", la narradora se refiere a un "tono de maestrita bonaerense": hipálages, hipérboles y diminutivos son tres de los recursos con los que la adjetivación se hace cargo de un único sentimiento: el desprecio social. El balance del breve análisis precedente arroja un resultado claro: un estilo dispuesto a perderse entre adjetivos desdeñosos, aposiciones redundantes, bastardillas que fingen distancia en palabras que no la tienen, etc., es un estilo con un afán de distinción cultural. Lo que importa a la hora de escribir no es, parece, canalizar literariamente las ideas, aspiraciones y temores de los contemporáneos, sino marcar con una cruz a los ignorantes y parodiarlos sin tregua. ¿Quiénes son los ignorantes? Adelantemos algo que vamos a retomar después: los ignorantes son los subeducados por "la cultura progresista". ¿Quiénes son, entonces, los sobreeducados? Aunque no parezca, es por medio de esta pregunta que puede entenderse aquella extraña afirmación de Oloixarac durante la charla en Eterna Cadencia: el lector ideal de Las teorías salvajes sería, según dijo, "una persona profundamente humanista". Considerando la vocación peyorativa de Las teorías salvajes, parece una tesis indescifrable, y sin embargo no lo es: el nombre propio que aclararía la cuestión sería el de Miguel Cané, autoproclamado humanista que con una mano escribía loas a los autores clásicos y con la otra redactaba una Ley de Residencia para expulsar a los inmigrantes que quisieran introducir ideas socialistas en la clase obrera argentina. Esta referencia no tendría que sonar desmedida: después de estudiarlos un rato, tenemos la sensación de que los "saberes" de la novela no buscan proporcionar alguna información útil sino que funcionan como vectores de estratificación social. El conocimiento aparece como una determinación acumulable que distingue entre los que "saben" y los que no. Y los que saben son los que leyeron, claro: ante todo, filosofía. Por esa razón, no resulta necesario que el saber sea verdaderamente profundo, o sea, útil en algún sentido; a los efectos de Oloixarac basta con mencionarlo. Todo sucede como si Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Rousseau, Hobbes, Clausewitz, Wittgenstein y Althusser pasaran, saludaran a la plebe y se metieran de nuevo en la hoja de apuntes (2). Por momentos Oloixarac entiende que tratar a los filósofos como se cantan los números de la lotería puede ser insuficiente como prueba de sofisticación, y entonces filosofa sobre: Borges, la cópula, el Aleph y los espejos; Platón, los guerreros homosexuales que son tanto más guerreros cuanto más homosexuales; Hobbes y el terror... Pero claro, no son temas inéditos, sino una doxa desmayada. Oloixarac parece decirnos que es mejor evidenciar un saber cualquiera antes que preguntarse qué hacer con él (por eso las bastardillas enfatizan una palabra de cada cuatro: para generar apariencia de concepto). La mímica argumentativa de su novela está hecha de notas al pie, citas en lengua original, referencias bibliográficas, y no de algún contenido digno de atención. Esto se vuelve particularmente claro en la charla en Eterna Cadencia, donde Oloixarac acometió con un panegírico de la escritura "pura", argumentativamente acérrima, de Spinoza: "¡Eso es escribir historias!", aseguró. Pero si relacionamos esa frase con lo que pasa en Las teorías salvajes queda claro que Oloixarac entiende a la literatura como un recipiente donde emitir teorías que no podrían sostenerse ni un instante en los géneros argumentativos convencionales, y a la filosofía como un barniz para disimular el descascaramiento de su prosa literaria. Por cierto esto no significa que Las teorías salvajes esté "entre" la filosofía y la literatura, sino más bien que pretende estafar a una con la otra. Es, podríamos decir, el triunfo de la parafernalia. Y la parafernalia tiene una lógica implacable. Oloixarac no se priva de escribir su propia ontología; esto le habrá demandado tiempo, seguramente, y es una pena porque nadie se lo devolverá. De cualquier manera, podríamos pensar que sí existió una recompensa: la simulación del pensamiento por parte de Oloixarac tuvo como contrapartida la simulación de la sorpresa por parte de los reseñistas. Es posible (¿por qué no?) que el simulacro haya sido tan bueno como para que los mismos actores se lo creyeran. Pero, aunque hay que respetar las creencias privadas de las personas, nuestros problemas son otros: a nivel cultural, la base del humanismo conservador de Oloixarac es una absoluta tabula rasa de información práctica.
4- Oloixarac y sus precursores
Nada compite en asco con el capitalismo escénico desarrollado por las izquierdas para la comercialización de sus productos. Es una forma de banalidad común a las sociologías triunfantes: el silogismo práctico según el cual la verdad está necesariamente del lado de los perseguidos y de los pobres, sólo porque halaga al ideal democrático en vigencia y otra sarta de eufemismos que no pueden ser puestos en duda. Tener una izquierda triunfante en el ámbito de la cultura tiene consecuencias peores que simplemente malas películas. (Pola Oloixarac, Las teorías salvajes, p. 188).
El pobrismo no es un mecanismo de dominación, es una visión de la sociedad, una filosofía de vida, una versión del mundo. (...) Pobrismo es hacer de la comunidad carenciada una comunidad virtuosa, del hombre caído un personaje siempre más valioso y mejor que el hombre entero y capaz de algo. (...) Pobrismo es, para un político, cortejar a la pobreza como a una novia, siendo incapaz de generar otra estrategia de poder que la de reinar en el vacío. (Alejandro Rozitchner, "Una visión pobrista", http://www.bienvenidosami.com.ar/v2/articulos/2005_Noticias_UnaVisionPobrista.html).
El impulso básico de Las teorías salvajes se podría resumir en la siguiente fórmula: hay que terminar con la hegemonía de la izquierda progresista en el campo cultural. No hay otra manera de entender la ideología del libro. Los reseñistas han marcado el carácter "crítico, revulsivo" de Oloixarac; lo que no dijeron es que todas las críticas que hace van por derecha. La novela incluye una parodia de la pregnancia del marxismo en la universidad; una parodia de la educación sexual en los colegios; una parodia del diario íntimo de una militante maoísta; una parodia de un profesor de izquierda; una parodia de otro profesor de izquierda; una parodia de las mujeres que se anotan en la carrera de Psicología; una parodia del discurso de una psicoanalista lacaniana; una parodia de una docente bonaerense que habla marcando las zetas; una parodia del modo de vestir de los estudiantes de Puán; y otras parodias que omitimos por cansancio. Por supuesto, decir que Oloixarac es una escritora de derecha sería erróneo: no es escritora. La disyuntiva entre escribir legiblemente y emitir una opinión desaforada contra cualquier cosa que parezca izquierdista decanta, por sí sola, en la segunda opción. Si bien es probable que Michel Houellebecq sea un referente para Oloixarac (como lo es, según declaró en Eterna Cadencia, Peter Sloterdijk, un filósofo alemán muy parecido, en cuanto a lo atrevido de su inanidad mental, al escritor francés), por razones de locación Alejandro Rozitchner parece una referencia más apta. Y no solamente porque tanto Oloixarac como Rozitchner usen la filosofía de un modo que no desentonaría con la revista Brando, situándose entre una nota sobre la mejor manera de invertir 30 mil dólares y la última producción fotográfica de Pampita Ardohain. Los párrafos arriba citados muestran que además comparten un nietzscheanismo glotón y arancelado. Pero Oloixarac es más joven o (todavía) más vehemente que su colega; no solamente quiere ser de derecha, además quiere demostrar la superioridad filosófica de la derecha. En esta instancia el libro alcanza un súmum de risibilidad. En la página 87 podemos leer que el sentido de la palabra "revolución" en Copérnico, designando los trayectos fijos de los planetas, tenía un "sentido fuertemente conservador" que "sólo se vio modificado posteriormente con el quilomberismo jacobino francés". Nosotros, lectores modernos que apoyamos el proceso contra Luis XVI, nos preguntamos: ¿y? Es triste, o inevitable, que Oloixarac se distraiga con semejante bagayeo. Pero todo derechista tiene en algún momento que hacer un excurso etimológico para refrenar el avance de la marea roja: Nietzsche buscó en la Genealogía de la moral la etimología de la palabra "bueno" para mostrar que el término original no se predicaba de los pobres y toda la lacra social judeocristiana, sino de los vikingos; Heidegger buscó la etimología del término griego aletheia para probar que Occidente se había cerrado al Ser y había caído entre las tenazas del americanismo y el sovietismo; Mariano Grondona también es famoso por buscar etimologías, y a veces hasta por encontrarlas. Para decirlo de una vez, Pola Oloixarac no es moderna. El recurso a la etimología como piedra de toque de sus críticas a la tradición de izquierda es una prueba clara de que, ante todos los fenómenos de la vida social, Oloixarac mira para atrás. Su desprecio no es una comprensión del mundo sino la secreción imparable de una melancolía agrietada, medieval. Con estas premisas, será claro para el lector que cuando Oloixarac se abone a escribir sobre la lucha de clases en la Argentina de los 70 sólo podrá exhibir una desorientación máxima. La novedad, en este punto, se limita a refritar dos veces la teoría de los dos demonios (cf. el ¡otro! excurso etimológico sobre la palabra "bestia" en la p. 193, y el videojuego Dirty War 1975 en la 213 y ss.)
5- TN o el Zeitgeist
La distancia que Oloixarac impone con el mundo humano, expresada en la sintaxis aterrorizada, en las descripciones con mero afán despectivo, en los muñecos inertes que hace pasar por personajes y en las escenas inverosímiles que monta con la sola voluntad de escupir contra algún lugar común progresista, es precisamente lo que le cierra el acceso a la comprensión del mundo en el que vive. Por eso estamos en condiciones de afirmar que en Las teorías salvajes no hay ideas sobre nuestra época. La entrevista en donde Oloixarac decía que lo que le interesaba era aprehender el Zeitgeist nos había entusiasmado; la novela que vino a testificarlo nos dejó un regusto a decepción. Por duro que sea, hay que asumir que la promesa de entender el presente decae hacia la perezosa ocurrencia de que el mundo de los jóvenes está hecho de drogas sintéticas, fiestas, orgías, blogs y videojuegos violentos... ¿Realmente Oloixarac cree en todo esto? Es una etnografía de noticiero, esquemática, que sólo repite el nivel de credibilidad y espesor de los columnistas de TN, siempre interesados en la sexualidad borrosa de los floggers y en "el descontrol en Villa Gesell". Insignificancias, claro, históricamente causantes del fastidio de generaciones de artistas e intelectuales, pero que no disgustan a Oloixarac. Para abreviar, en lugar de un Zeitgeist novelado encontramos delirio de novedad, populismo informativo y fanatismo derechista: se dirá que son los riesgos de escribir con el televisor prendido, y es posible; no hay muchas maneras de explicar el escandalizado interés por los vendedores ambulantes de la facultad, ni el enfoque de suplemento informático dominical con que la novela se acerca a "temas de actualidad" como internet y los hackers; hasta hay una escena de "inseguridad" con unos ladrones tan falsos que hacen pensar en la necesidad (literaria, claro) de que Oloixarac sea asaltada más seguido. La mentalidad de movilero frívolo que organiza la perceptiva de la novela explica, también, las escenas sexuales. Ya sabemos que Oloixarac busca correr por derecha al progresismo en todas sus líneas: por ende, en Las teorías salvajes está mal vista de educación sexual en los colegios (cf. p. 38), pero bien vista una moral sexual "perversa", que no tiene nada que ver con la de Sade o Lamborghini, pero sí con el destape católico: los personajes no se pierden a sí mismos por la vía de la violencia sexual, sino que, por el contrario, alardean un descarrío tan falto de consecuencias que sólo puede ser la antesala de un lógico matrimonio burgués. Es sabido que al poder eclesiástico no le molesta que sus representantes abusen de algunos niños, pero le fastidia que el Estado le dispute el monopolio discursivo sobre la sexualidad. Las teorías salvajes comparte esta canónica desconfianza.
6- De la autoestima a la autocrítica
Que las reseñas y los comentarios hayan gustado de Las teorías salvajes por su impronta "disidente" y "descarriada" no puede asombrarnos, finalmente, "la literatura debe cuestionar", etc.; pero queda abierta la pregunta acerca de si realmente sobra progresismo en este país, es decir, si verdaderamente hay resto como para que los comentaristas del libro de todo el arco cultural celebren las invectivas de la novela de Oloixarac sin hacer mención a su carácter retardatario. Basta con hojear cualquier diario con llegada para notar que las mínimas posiciones de izquierda son todos los días desmentidas desde los títulos hasta el editorial y el chiste de la contratapa. Dada la carencia de una agenda cultural progresista, lo que encontramos en Las teorías salvajes es consenso periodístico de derecha, más que incorrección intelectual. Claro que un autor ideológicamente conservador podría tener otros méritos (Céline, León Bloy o quien sea): pero creemos haber demostrado que Las teorías salvajes no muestra nada interesante en ninguno de sus niveles. La defensa del texto, por lo tanto, es imposible de hacer, salvo desde la derecha (3). Los comentaristas, apelando a la construcción adjetival "hija descarriada de Puán", han pretendido que Oloixarac de alguna manera compartía con ellos un éter común, el universitario, y entendieron que todas sus críticas eran, por así decir, "internas". En este punto se impone un desagravio general de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA: ciertamente no se la puede responsabilizar de haber engendrado a Las teorías salvajes. La relación de Oloixarac con la academia es narrativa y argumentativamente tan anodina como con el resto de los temas. Hasta aquí, la única evidencia es que Las teorías salvajes no sirve para pensar. Tampoco para escribir: no contiene una sola idea literaria válida (¿parodiar profesores universitarios es el destino de la narrativa?) y su uso de la hipotaxis tiene resultados espectrales. Su desparpajo derechista no nos convoca como lectores, no le da expresión a las cosas que pensamos y encarna, en diversos niveles, el fin de la inteligencia a manos de la pereza, el amague y la vanidad. Es una novela sin amor. Con todo, el censo final sugiere la posibilidad de un acontecimiento estremecedor: una retractación pública por parte de Oloixarac. A sala llena, con brindis festivo y empanadas: ideal para el comienzo del otoño. ¿No sería estimulante?
(1) En las páginas 113-114 de la novela, la narradora transcribe un texto que había garabateado en una servilleta mientras esperaba a García Roxler. Las líneas incluyen tachaduras a modo de exposición del work in progress textual. A primera vista, resulta un gesto desconcertante para una novela tan chapuceada. Sin embargo, se explica con facilidad: en lugar de atinar a la corrección de su propia novela, Oloixarac monta una escena de corrección. Es la propia sinécdoque de toda la novela: el planteamiento de los problemas muere bajo la aplastante apariencia de problematización.
(2) El lector podría preguntarse: ¿nada hay de afecto, no hay algún vínculo a salvo del vilipendio y el desprecio pedante? Claro que sí. Existe un gato al que la narradora mima y alecciona con franqueza emocionante. Pero el gato se llama... Montaigne. El lector vuelve a la desazón. Sólo le queda recordar aquella prevención ubicable en Punctum, el poema de Martín Gambarotta: "nunca debiste confiar tanto / en alguien que le pone Heráclito a su gato."
(3) Por eso resulta raro que Oloixarac haya participado en la Mesa Redonda del Día de la Mujer celebrada el pasado 11 de marzo en el Centro Cultural "Paco Urondo" (sito en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) con una ponencia sobre "La belleza y la guerra en Las teorías salvajes". Raro porque, teniendo en cuenta la manera en que las mujeres aparecen representadas, se diría que la suya es una novela falocéntrica.
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Análisis de Las teorías salvajes en sus niveles estilístico, cultural y político. La filosofía, el Zeitgeist y la agenda del progresismo
Por Damián Selci y Nicolás Vilela
1- Mis Documentos
Aunque muchos comentaristas coincidieron en que Las teorías salvajes (Entropía, 2008) es un libro "sádico", "revulsivo", "sin miramientos en su crítica del ambiente cultural argentino", hay elementos para pensar que, pese a todo, tiene un final feliz. En el último capítulo la narradora se prepara para un encuentro con un profesor de la universidad, Augusto García Roxler. Leemos entonces lo siguiente: "Tengo la tentación de imprimirle la carpeta entera de 'Mis Documentos', mi compendio de observaciones desde el comienzo de mis lecturas adultas, la totalidad de mis intuiciones antropológicas, esbozos de las teorías nuevas sobre las que estoy trabajando, mi sociológica historia de la perversidad. Pero no. Mejor recapitular. Ordenar, enlazar, componer, volver a numerar". Durante toda la novela García Roxler, docente universitario izquierdista, fue parodiado con saña; sin embargo, en la última escena se convierte en alguien envidiable: al parecer él, a diferencia de nosotros, se salvó de leer la novela entera de Pola Oloixarac (1977). Final feliz, entonces: para García Roxler, no para el lector. Considerando el carácter más bien inútil que marca desde el principio el contenido de este libro, se puede pensar que Las teorías salvajes es la impresión de la entera carpeta de "Mis Documentos" de una estudiante de filosofía singularmente eufórica. Sin embargo, o quizá por eso mismo, Las teorías salvajes se ganó un atisbo de novedad; esto puede ser notable o incomprensible según se mire, y para muchos, directamente irrelevante; pero el que todos los logros de Las teorías salvajes deban ser situados del lado del ruido cósmico y la venta de humo no excluye, y más bien reclama, una intervención crítica de tendencia humanista y quirúrgica. No hay que descartar que los comentaristas, en su mayoría, hayan escuchado música celestial donde no había más que un coro de bocinazos (no sería la primera vez) pero, en todo caso, a los efectos de la comprensión intelectual se torna necesario hacer un mínimo sobrevuelo por el enorme cúmulo de ideas que Oloixarac vertió en su novela y en sus entrevistas. Hay un hecho sugestivo, y es el siguiente: la pátina de "desparpajo", de "novela ambiciosa", de "libro necesario" que Las teorías salvajes consiguió durante el verano obstruye la percepción del carácter fundamentalmente regresivo del texto en todos los niveles de su forma: en lo sintáctico, en lo cultural, en lo político. Es lo que nos proponemos demostrar.
2- "La sintaxis no miente"
Empecemos con la "preocupación por el estilo" que Oloixarac manifestó en la reciente charla en Eterna Cadencia organizada con motivo de la presentación de la novela, y sumémosle a eso la cantidad de veces que aparece la palabra "sintaxis" en el texto (¿doce veces? ¿veinte veces?). Abrimos Las teorías salvajes y leemos la primera oración: "En los ritos de pasaje practicados por las comunidades Orokaiva, Nueva Guinea, los niños que van a ser iniciados, varones y niñas, son primero amenazados por adultos que se agazapan tras los arbustos". Es una sorpresa, realmente. En términos estilísticos parece un inicio poco prometedor: tres participios rimados ("practicados", "iniciados" y "amenazados"), un criterio extraño para la aposición de los sustantivos ("niños" es dividido, redundantemente, en "varones y niñas") y una aliteración de tres vocales que salió indemne de la corrección (a-o-u: "adultos" y "arbustos", las dos en el mismo período). Quizá no se pueda ser tan exquisito; los comienzos siempre son difíciles. Pero al rato nos sentimos otra vez desorientados. Descubrimos que casi no hay página que no contenga alguna palabra en itálicas: "La filosofía es el playground de Satán"; "La culminación mezclaba las lágrimas y el semen, se sentía muy terapéutico"; "la banda punkie Dos Minutos". Qué raro. Si en la primera frase el recurso se justifica porque se trata de una palabra extranjera, en la segunda... ¿por qué? ¿Y la tercera? ¿Qué es una banda punkie? Difícil saberlo. Existen bandas punks en nuestro país por lo menos desde 1979 (Los Violadores), momento en que la autora tenía dos años. Sin embargo, no parece que sea la falta de cultura joven lo que explique esta rareza de Oloixarac: palabras tan cercanas como puff, blog, disc-jockey, que ya tienen carta de ciudadanía por el uso, son sometidas al bastardilleo, como así también legible, efecto, post, intervalo o cualquier otra... La revista Viva no se atrevería, como Oloixarac, a ponerle cursivas a un campus universitario. Sin dudas es una escritora con mucho desparpajo. Pero en fin, ¿qué son unas cuantas itálicas desperdigadas por ahí? Nada. En cambio preocupan más las repeticiones de estructuras ("Caminando a zancadas, esquivando mis juicios lapidarios"), la imitación quizá voluntaria del lenguaje de traducción ("quitarle", "más de las veces"), el recurso permanente a la prosa de monografía ("se sabe"), la abrumadora cantidad de menciones a filósofos ("el primer Wittgenstein"), la construcción de metáforas equidistantes respecto del posestructuralismo francés y la copia novata del romanticismo ("en otros pozos de sentido, otras penínsulas de rocas"), el procedimiento de "risa enlatada" (un personaje hace una observación "picante" y la narradora, para ayudarnos, aclara que otro se ríe), más aposiciones increíbles ("Porque lo que quiero decirte -lo que aúllo por comunicarte-"), más itálicas, más nombres, más, más... ¿A qué responde este sistema expresivo? ¿Inseguridad retórica? ¿Falta de autoestima estilística, tal vez? Como hipótesis se puede sugerir que Oloixarac no tiene mayor confianza en su prosa y que por eso apela al relleno, la redundancia, la gigantografía. Rara vez deja tranquilos a los sustantivos; prefiere hostigarlos con aposiciones, construcciones adjetivales, subrayados... Hacia la página 141, cuando el lector ya percibió que la narradora no tiene un buen concepto de la izquierda occidental, hay una escena donde un libro de Trotsky queda tirado en el piso: parece suficiente demérito para el marxismo soviético, pero a Oloixarac no le alcanza, y nos reasegura que lo que está ahí es su "pobre, avejentada e inútil historia de la revolución rusa". Adjetivos, adjetivos, adjetivos: todo tiene que ser remarcado en el estilo-pánico de Oloixarac (1).
3- Miguel Cané con polleras
Un personaje "levanta una ceja despectiva", otro mira con "canónica desconfianza", la narradora se refiere a un "tono de maestrita bonaerense": hipálages, hipérboles y diminutivos son tres de los recursos con los que la adjetivación se hace cargo de un único sentimiento: el desprecio social. El balance del breve análisis precedente arroja un resultado claro: un estilo dispuesto a perderse entre adjetivos desdeñosos, aposiciones redundantes, bastardillas que fingen distancia en palabras que no la tienen, etc., es un estilo con un afán de distinción cultural. Lo que importa a la hora de escribir no es, parece, canalizar literariamente las ideas, aspiraciones y temores de los contemporáneos, sino marcar con una cruz a los ignorantes y parodiarlos sin tregua. ¿Quiénes son los ignorantes? Adelantemos algo que vamos a retomar después: los ignorantes son los subeducados por "la cultura progresista". ¿Quiénes son, entonces, los sobreeducados? Aunque no parezca, es por medio de esta pregunta que puede entenderse aquella extraña afirmación de Oloixarac durante la charla en Eterna Cadencia: el lector ideal de Las teorías salvajes sería, según dijo, "una persona profundamente humanista". Considerando la vocación peyorativa de Las teorías salvajes, parece una tesis indescifrable, y sin embargo no lo es: el nombre propio que aclararía la cuestión sería el de Miguel Cané, autoproclamado humanista que con una mano escribía loas a los autores clásicos y con la otra redactaba una Ley de Residencia para expulsar a los inmigrantes que quisieran introducir ideas socialistas en la clase obrera argentina. Esta referencia no tendría que sonar desmedida: después de estudiarlos un rato, tenemos la sensación de que los "saberes" de la novela no buscan proporcionar alguna información útil sino que funcionan como vectores de estratificación social. El conocimiento aparece como una determinación acumulable que distingue entre los que "saben" y los que no. Y los que saben son los que leyeron, claro: ante todo, filosofía. Por esa razón, no resulta necesario que el saber sea verdaderamente profundo, o sea, útil en algún sentido; a los efectos de Oloixarac basta con mencionarlo. Todo sucede como si Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Rousseau, Hobbes, Clausewitz, Wittgenstein y Althusser pasaran, saludaran a la plebe y se metieran de nuevo en la hoja de apuntes (2). Por momentos Oloixarac entiende que tratar a los filósofos como se cantan los números de la lotería puede ser insuficiente como prueba de sofisticación, y entonces filosofa sobre: Borges, la cópula, el Aleph y los espejos; Platón, los guerreros homosexuales que son tanto más guerreros cuanto más homosexuales; Hobbes y el terror... Pero claro, no son temas inéditos, sino una doxa desmayada. Oloixarac parece decirnos que es mejor evidenciar un saber cualquiera antes que preguntarse qué hacer con él (por eso las bastardillas enfatizan una palabra de cada cuatro: para generar apariencia de concepto). La mímica argumentativa de su novela está hecha de notas al pie, citas en lengua original, referencias bibliográficas, y no de algún contenido digno de atención. Esto se vuelve particularmente claro en la charla en Eterna Cadencia, donde Oloixarac acometió con un panegírico de la escritura "pura", argumentativamente acérrima, de Spinoza: "¡Eso es escribir historias!", aseguró. Pero si relacionamos esa frase con lo que pasa en Las teorías salvajes queda claro que Oloixarac entiende a la literatura como un recipiente donde emitir teorías que no podrían sostenerse ni un instante en los géneros argumentativos convencionales, y a la filosofía como un barniz para disimular el descascaramiento de su prosa literaria. Por cierto esto no significa que Las teorías salvajes esté "entre" la filosofía y la literatura, sino más bien que pretende estafar a una con la otra. Es, podríamos decir, el triunfo de la parafernalia. Y la parafernalia tiene una lógica implacable. Oloixarac no se priva de escribir su propia ontología; esto le habrá demandado tiempo, seguramente, y es una pena porque nadie se lo devolverá. De cualquier manera, podríamos pensar que sí existió una recompensa: la simulación del pensamiento por parte de Oloixarac tuvo como contrapartida la simulación de la sorpresa por parte de los reseñistas. Es posible (¿por qué no?) que el simulacro haya sido tan bueno como para que los mismos actores se lo creyeran. Pero, aunque hay que respetar las creencias privadas de las personas, nuestros problemas son otros: a nivel cultural, la base del humanismo conservador de Oloixarac es una absoluta tabula rasa de información práctica.
4- Oloixarac y sus precursores
Nada compite en asco con el capitalismo escénico desarrollado por las izquierdas para la comercialización de sus productos. Es una forma de banalidad común a las sociologías triunfantes: el silogismo práctico según el cual la verdad está necesariamente del lado de los perseguidos y de los pobres, sólo porque halaga al ideal democrático en vigencia y otra sarta de eufemismos que no pueden ser puestos en duda. Tener una izquierda triunfante en el ámbito de la cultura tiene consecuencias peores que simplemente malas películas. (Pola Oloixarac, Las teorías salvajes, p. 188).
El pobrismo no es un mecanismo de dominación, es una visión de la sociedad, una filosofía de vida, una versión del mundo. (...) Pobrismo es hacer de la comunidad carenciada una comunidad virtuosa, del hombre caído un personaje siempre más valioso y mejor que el hombre entero y capaz de algo. (...) Pobrismo es, para un político, cortejar a la pobreza como a una novia, siendo incapaz de generar otra estrategia de poder que la de reinar en el vacío. (Alejandro Rozitchner, "Una visión pobrista", http://www.bienvenidosami.com.ar/v2/articulos/2005_Noticias_UnaVisionPobrista.html).
El impulso básico de Las teorías salvajes se podría resumir en la siguiente fórmula: hay que terminar con la hegemonía de la izquierda progresista en el campo cultural. No hay otra manera de entender la ideología del libro. Los reseñistas han marcado el carácter "crítico, revulsivo" de Oloixarac; lo que no dijeron es que todas las críticas que hace van por derecha. La novela incluye una parodia de la pregnancia del marxismo en la universidad; una parodia de la educación sexual en los colegios; una parodia del diario íntimo de una militante maoísta; una parodia de un profesor de izquierda; una parodia de otro profesor de izquierda; una parodia de las mujeres que se anotan en la carrera de Psicología; una parodia del discurso de una psicoanalista lacaniana; una parodia de una docente bonaerense que habla marcando las zetas; una parodia del modo de vestir de los estudiantes de Puán; y otras parodias que omitimos por cansancio. Por supuesto, decir que Oloixarac es una escritora de derecha sería erróneo: no es escritora. La disyuntiva entre escribir legiblemente y emitir una opinión desaforada contra cualquier cosa que parezca izquierdista decanta, por sí sola, en la segunda opción. Si bien es probable que Michel Houellebecq sea un referente para Oloixarac (como lo es, según declaró en Eterna Cadencia, Peter Sloterdijk, un filósofo alemán muy parecido, en cuanto a lo atrevido de su inanidad mental, al escritor francés), por razones de locación Alejandro Rozitchner parece una referencia más apta. Y no solamente porque tanto Oloixarac como Rozitchner usen la filosofía de un modo que no desentonaría con la revista Brando, situándose entre una nota sobre la mejor manera de invertir 30 mil dólares y la última producción fotográfica de Pampita Ardohain. Los párrafos arriba citados muestran que además comparten un nietzscheanismo glotón y arancelado. Pero Oloixarac es más joven o (todavía) más vehemente que su colega; no solamente quiere ser de derecha, además quiere demostrar la superioridad filosófica de la derecha. En esta instancia el libro alcanza un súmum de risibilidad. En la página 87 podemos leer que el sentido de la palabra "revolución" en Copérnico, designando los trayectos fijos de los planetas, tenía un "sentido fuertemente conservador" que "sólo se vio modificado posteriormente con el quilomberismo jacobino francés". Nosotros, lectores modernos que apoyamos el proceso contra Luis XVI, nos preguntamos: ¿y? Es triste, o inevitable, que Oloixarac se distraiga con semejante bagayeo. Pero todo derechista tiene en algún momento que hacer un excurso etimológico para refrenar el avance de la marea roja: Nietzsche buscó en la Genealogía de la moral la etimología de la palabra "bueno" para mostrar que el término original no se predicaba de los pobres y toda la lacra social judeocristiana, sino de los vikingos; Heidegger buscó la etimología del término griego aletheia para probar que Occidente se había cerrado al Ser y había caído entre las tenazas del americanismo y el sovietismo; Mariano Grondona también es famoso por buscar etimologías, y a veces hasta por encontrarlas. Para decirlo de una vez, Pola Oloixarac no es moderna. El recurso a la etimología como piedra de toque de sus críticas a la tradición de izquierda es una prueba clara de que, ante todos los fenómenos de la vida social, Oloixarac mira para atrás. Su desprecio no es una comprensión del mundo sino la secreción imparable de una melancolía agrietada, medieval. Con estas premisas, será claro para el lector que cuando Oloixarac se abone a escribir sobre la lucha de clases en la Argentina de los 70 sólo podrá exhibir una desorientación máxima. La novedad, en este punto, se limita a refritar dos veces la teoría de los dos demonios (cf. el ¡otro! excurso etimológico sobre la palabra "bestia" en la p. 193, y el videojuego Dirty War 1975 en la 213 y ss.)
5- TN o el Zeitgeist
La distancia que Oloixarac impone con el mundo humano, expresada en la sintaxis aterrorizada, en las descripciones con mero afán despectivo, en los muñecos inertes que hace pasar por personajes y en las escenas inverosímiles que monta con la sola voluntad de escupir contra algún lugar común progresista, es precisamente lo que le cierra el acceso a la comprensión del mundo en el que vive. Por eso estamos en condiciones de afirmar que en Las teorías salvajes no hay ideas sobre nuestra época. La entrevista en donde Oloixarac decía que lo que le interesaba era aprehender el Zeitgeist nos había entusiasmado; la novela que vino a testificarlo nos dejó un regusto a decepción. Por duro que sea, hay que asumir que la promesa de entender el presente decae hacia la perezosa ocurrencia de que el mundo de los jóvenes está hecho de drogas sintéticas, fiestas, orgías, blogs y videojuegos violentos... ¿Realmente Oloixarac cree en todo esto? Es una etnografía de noticiero, esquemática, que sólo repite el nivel de credibilidad y espesor de los columnistas de TN, siempre interesados en la sexualidad borrosa de los floggers y en "el descontrol en Villa Gesell". Insignificancias, claro, históricamente causantes del fastidio de generaciones de artistas e intelectuales, pero que no disgustan a Oloixarac. Para abreviar, en lugar de un Zeitgeist novelado encontramos delirio de novedad, populismo informativo y fanatismo derechista: se dirá que son los riesgos de escribir con el televisor prendido, y es posible; no hay muchas maneras de explicar el escandalizado interés por los vendedores ambulantes de la facultad, ni el enfoque de suplemento informático dominical con que la novela se acerca a "temas de actualidad" como internet y los hackers; hasta hay una escena de "inseguridad" con unos ladrones tan falsos que hacen pensar en la necesidad (literaria, claro) de que Oloixarac sea asaltada más seguido. La mentalidad de movilero frívolo que organiza la perceptiva de la novela explica, también, las escenas sexuales. Ya sabemos que Oloixarac busca correr por derecha al progresismo en todas sus líneas: por ende, en Las teorías salvajes está mal vista de educación sexual en los colegios (cf. p. 38), pero bien vista una moral sexual "perversa", que no tiene nada que ver con la de Sade o Lamborghini, pero sí con el destape católico: los personajes no se pierden a sí mismos por la vía de la violencia sexual, sino que, por el contrario, alardean un descarrío tan falto de consecuencias que sólo puede ser la antesala de un lógico matrimonio burgués. Es sabido que al poder eclesiástico no le molesta que sus representantes abusen de algunos niños, pero le fastidia que el Estado le dispute el monopolio discursivo sobre la sexualidad. Las teorías salvajes comparte esta canónica desconfianza.
6- De la autoestima a la autocrítica
Que las reseñas y los comentarios hayan gustado de Las teorías salvajes por su impronta "disidente" y "descarriada" no puede asombrarnos, finalmente, "la literatura debe cuestionar", etc.; pero queda abierta la pregunta acerca de si realmente sobra progresismo en este país, es decir, si verdaderamente hay resto como para que los comentaristas del libro de todo el arco cultural celebren las invectivas de la novela de Oloixarac sin hacer mención a su carácter retardatario. Basta con hojear cualquier diario con llegada para notar que las mínimas posiciones de izquierda son todos los días desmentidas desde los títulos hasta el editorial y el chiste de la contratapa. Dada la carencia de una agenda cultural progresista, lo que encontramos en Las teorías salvajes es consenso periodístico de derecha, más que incorrección intelectual. Claro que un autor ideológicamente conservador podría tener otros méritos (Céline, León Bloy o quien sea): pero creemos haber demostrado que Las teorías salvajes no muestra nada interesante en ninguno de sus niveles. La defensa del texto, por lo tanto, es imposible de hacer, salvo desde la derecha (3). Los comentaristas, apelando a la construcción adjetival "hija descarriada de Puán", han pretendido que Oloixarac de alguna manera compartía con ellos un éter común, el universitario, y entendieron que todas sus críticas eran, por así decir, "internas". En este punto se impone un desagravio general de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA: ciertamente no se la puede responsabilizar de haber engendrado a Las teorías salvajes. La relación de Oloixarac con la academia es narrativa y argumentativamente tan anodina como con el resto de los temas. Hasta aquí, la única evidencia es que Las teorías salvajes no sirve para pensar. Tampoco para escribir: no contiene una sola idea literaria válida (¿parodiar profesores universitarios es el destino de la narrativa?) y su uso de la hipotaxis tiene resultados espectrales. Su desparpajo derechista no nos convoca como lectores, no le da expresión a las cosas que pensamos y encarna, en diversos niveles, el fin de la inteligencia a manos de la pereza, el amague y la vanidad. Es una novela sin amor. Con todo, el censo final sugiere la posibilidad de un acontecimiento estremecedor: una retractación pública por parte de Oloixarac. A sala llena, con brindis festivo y empanadas: ideal para el comienzo del otoño. ¿No sería estimulante?
(1) En las páginas 113-114 de la novela, la narradora transcribe un texto que había garabateado en una servilleta mientras esperaba a García Roxler. Las líneas incluyen tachaduras a modo de exposición del work in progress textual. A primera vista, resulta un gesto desconcertante para una novela tan chapuceada. Sin embargo, se explica con facilidad: en lugar de atinar a la corrección de su propia novela, Oloixarac monta una escena de corrección. Es la propia sinécdoque de toda la novela: el planteamiento de los problemas muere bajo la aplastante apariencia de problematización.
(2) El lector podría preguntarse: ¿nada hay de afecto, no hay algún vínculo a salvo del vilipendio y el desprecio pedante? Claro que sí. Existe un gato al que la narradora mima y alecciona con franqueza emocionante. Pero el gato se llama... Montaigne. El lector vuelve a la desazón. Sólo le queda recordar aquella prevención ubicable en Punctum, el poema de Martín Gambarotta: "nunca debiste confiar tanto / en alguien que le pone Heráclito a su gato."
(3) Por eso resulta raro que Oloixarac haya participado en la Mesa Redonda del Día de la Mujer celebrada el pasado 11 de marzo en el Centro Cultural "Paco Urondo" (sito en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) con una ponencia sobre "La belleza y la guerra en Las teorías salvajes". Raro porque, teniendo en cuenta la manera en que las mujeres aparecen representadas, se diría que la suya es una novela falocéntrica.
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Las teorías salvajes, primera novela de Pola Oloixarac
BESTIARIA
Enero 17, 2009 de lamujerdemivida
Terminé de leer “Las teorías salvajes” de Pola Oloixarac (Editorial Entropía) y al cerrar la última página, quería más. La autora presenta a sus personajes por etapas, entrelaza historias, va y viene entre pequeños mundos: el profesor perseguido por una alumna que despliega sus dotes de nínfula por las escaleras de la universidad pública sin lograr que éste ceda a sus embates; la pareja de cinéfilos entrenados en sarcasmo que se entrega a un ménage à trois (con un testigo onanista); la misma alumna perseverante que busca enredarse con otro hombre, sólo para pavonearse ante el profesor con una presa famosa prendida entre sus dientes. Como una versión actualizada de la Justine de Durrell, la jovencita seduce cerebros con forma de hombre, queriendo alzarse sobre sus teorías como lo haría su espalda arqueada sobre sus cuerpos. Todo envuelto en esa autoconciencia joven-bella-sexual-inteligente, la certeza del deseo propio y ajeno, la vida toda desplegándose sobre la piel.
El gran descubrimiento de Oloixarac es lo que podría llamarse el “erotismo del desagrado”, sobre todo cuando la alumna busca seducir a ese hombre que no le atrae, un escritor de renombre que le sirva como trampolín hacia su verdadera presa; cuando el cuerpo como instrumento para fines más sublimes no se suponía un escollo (tan sólo herramienta, despegado, impersonal) pero basta con que un olor agrio se cuele de una axila o un bigote para que sobrevenga el asco y la sola idea de un forcejeo entre cuerpos resulte violatoria, vejatoria, consentida y horrible.
La novela está tan cuidadosamente bien escrita, que es curioso que su autora tenga apenas 31 años y que ésta sea su ópera prima. Oloixarac hace del lenguaje un terreno para el juego, la erudición, la pretensión voluptuosa de un castellano que se vuelve fastidioso cuando teórico e insidioso cuando humano. “Las teorías salvajes” es una celebración a las palabras que hace honor a su título: muchas de sus ideas dejan marcas como las bestias.
Eugenia Zicavo
Enero 17, 2009 de lamujerdemivida
Terminé de leer “Las teorías salvajes” de Pola Oloixarac (Editorial Entropía) y al cerrar la última página, quería más. La autora presenta a sus personajes por etapas, entrelaza historias, va y viene entre pequeños mundos: el profesor perseguido por una alumna que despliega sus dotes de nínfula por las escaleras de la universidad pública sin lograr que éste ceda a sus embates; la pareja de cinéfilos entrenados en sarcasmo que se entrega a un ménage à trois (con un testigo onanista); la misma alumna perseverante que busca enredarse con otro hombre, sólo para pavonearse ante el profesor con una presa famosa prendida entre sus dientes. Como una versión actualizada de la Justine de Durrell, la jovencita seduce cerebros con forma de hombre, queriendo alzarse sobre sus teorías como lo haría su espalda arqueada sobre sus cuerpos. Todo envuelto en esa autoconciencia joven-bella-sexual-inteligente, la certeza del deseo propio y ajeno, la vida toda desplegándose sobre la piel.
El gran descubrimiento de Oloixarac es lo que podría llamarse el “erotismo del desagrado”, sobre todo cuando la alumna busca seducir a ese hombre que no le atrae, un escritor de renombre que le sirva como trampolín hacia su verdadera presa; cuando el cuerpo como instrumento para fines más sublimes no se suponía un escollo (tan sólo herramienta, despegado, impersonal) pero basta con que un olor agrio se cuele de una axila o un bigote para que sobrevenga el asco y la sola idea de un forcejeo entre cuerpos resulte violatoria, vejatoria, consentida y horrible.
La novela está tan cuidadosamente bien escrita, que es curioso que su autora tenga apenas 31 años y que ésta sea su ópera prima. Oloixarac hace del lenguaje un terreno para el juego, la erudición, la pretensión voluptuosa de un castellano que se vuelve fastidioso cuando teórico e insidioso cuando humano. “Las teorías salvajes” es una celebración a las palabras que hace honor a su título: muchas de sus ideas dejan marcas como las bestias.
Eugenia Zicavo
Me dicen que soy buena
Boogie, el aceitoso: La peli
(Extraído de espectadores.net)
Para quienes no lo conocen, Boogie es un “mercenario despiadado” de origen americano, veterano de la Guerra de Vietnam y experto en el uso de todo tipo de armas, que hace cualquier cosa por dinero…
Es un machista empedernido, le gusta golpear a las mujeres, a quienes considera “simples objetos” que le sirven para satisfacer sus necesidades primarias… Odia a los homosexuales, los latinos y los afroamericanos.
La película fue dirigida por Gustavo Cova, producida por Luís Massa y Hugo Lauría, con guión de Marcelo Páez y la dirección de animación de Sebastián González.
Se estrenará el 8 de octubre en Argentina. La voz de Boogie fue interpretada por el actor Pablo Echarri, en tanto que su mujer Nancy Dupláa también hace las voces femeninas.
Premio Alfaguara para Andrés Neuman
El viajero del siglo
Andrés Neuman
Europa, siempre Europa
por Recaredo Veredas
La concesión del Premio Alfaguara a Andrés Neuman no fue una sorpresa. Al menos, no fue una sorpresa radical, ya que el autor hispano argentino es, desde hace años, uno de los narradores más sólidos de nuestra lengua. Y lo es en géneros tan diversos como el microrrelato o este extraño híbrido que nos ocupa, entre novela postmoderna y narración realista del XIX.
El mérito más obvio de El viajero del siglo reside en el placer que deparan las palabras, siempre adecuadas y, cuando la novela así lo demanda, bellas. En segundo lugar, en su capacidad para trasladarse a tiempos totalmente ajenos, combinando lo clásico con lo radicalmente moderno, aportando una visión completamente innovadora de la historia de Europa. Una Europa cimentada en cientos, miles de lecturas, que han dejado su marca tanto en el autor como en todos nosotros. El viajero del siglo transcurre en una ciudad extraña, imprevisible, que cambia de ubicación, como la propia historia de nuestro continente. Así lo expresa el autor: “Wandernburgo rotaba de repente, cambiaba de orientación igual que un girasol se adapta a los caprichos solares. “
Es muy destacable la sutil y elegante construcción de lo onírico, similar a la que logra Ishiguro en Los inconsolables. El lector no sabe que se halla dentro de un sueño, pero tampoco puede negarlo. Se ve envuelto en una realidad paralela, cuya existencia en ningún caso puede rechazar. Las influencias recibidas por Neuman son tantas, desde los clásicos centroeuropeos a la narrativa más fantástica, que enumerarlas resultaría inabarcable. Lo importante es su capacidad para crear una obra con carácter propio, radicalmente nueva, partiendo de mimbres mil veces usados.
Resulta sorprendente el paralelismo del XIX, aunque sea un XIX tan subjetivo como el de Neuman, con los tiempos actuales, con unos tiempos en crisis que terminarán con una solución radicalmente conservadora. Aporta notas sobre temas imprescindibles, como la emancipación de la mujer, la relatividad de la historia o sobre cómo en épocas pasadas vivieron la misma incertidumbre y las mismas sorpresas que nosotros. Demuestra que, por ejemplo, los planteamientos, las dudas sobre la evolución y la crisis de la clase obrera podrían seguir siendo las mismas. Es capaz de lanzar no sólo una mirada sobre la narrativa, sino también sobre la historia con mayúsculas.
La evolución de los personajes provoca importantes reflexiones sobre la creación literaria que, sin embargo, no provocan el olvido de la historia, ni la pérdida de ritmo: “Los franceses escriben sobre todo para gustar, igual que los alemanes escribimos para pensar y los ingleses lo hacen para ser entendidos”. La deriva de los protagonistas hacia la traducción, hacia el amor a la literatura de los personajes resulta absolutamente coherente con su evolución vital y estimula la lectura de obras fundamentales de la literatura europea que, a buen seguro, han pasado totalmente desapercibidas para cientos de lectores. De obras que construyeron nuestra conciencia, lo sepamos o no, lo queramos reconocer o no: De Goethe, Schiller, Fichte…
Utiliza un narrador sumamente acertado. Una tercera próxima al protagonista pero no absorbida por su conciencia. Una voz que, como el resto de la novela, resulta a la vez moderna y clásica, innovadora y renovadora. Los mismos calificativos podrían aplicarse a una poética vanguardista, levemente irónica, que cuenta con unos desplazamientos tremendos del lenguaje: “los elásticos, telegrafiantes dedos de Sophie”.
Por último es necesario destacar la maestría absoluta del cierre, de un desenlace que, como en todas las grandes novelas, cumple con lo esperado aunque lo aguardado resulte casi imposible. En las últimas páginas la calidad estilística del autor se eleva hasta lo magistral: “El viento es un rastrillo, una polea, una palanca, el viento sabe, alisa el mapa, corre por todas partes y siempre es forastero, se acerca, toma forma, dibuja un cinturón en torno a Wandernburgo, se deja caer, planea entre los tejados, desnuda chimeneas…”.
Recaredo Veredas
Nacido en Madrid. Licenciado en Derecho. Máster en Edición y en Creación Literaria. Autor del libro de relatos Pendiente y del manual de técnicas de escritura Cómo escribir un relato y publicarlo. Profesor de la Escuela de Letras en cursos de relato, narrativa y lectura profesional. Lector, editor y corrector en numerosas editoriales. Miembro del colectivo La tormenta en un vaso. Colabora con numerosos blogs y publicaciones, entre las que destaca ABC. Es creador del blog www.lalinearecta.blogspot.com
Andrés Neuman
Europa, siempre Europa
por Recaredo Veredas
La concesión del Premio Alfaguara a Andrés Neuman no fue una sorpresa. Al menos, no fue una sorpresa radical, ya que el autor hispano argentino es, desde hace años, uno de los narradores más sólidos de nuestra lengua. Y lo es en géneros tan diversos como el microrrelato o este extraño híbrido que nos ocupa, entre novela postmoderna y narración realista del XIX.
El mérito más obvio de El viajero del siglo reside en el placer que deparan las palabras, siempre adecuadas y, cuando la novela así lo demanda, bellas. En segundo lugar, en su capacidad para trasladarse a tiempos totalmente ajenos, combinando lo clásico con lo radicalmente moderno, aportando una visión completamente innovadora de la historia de Europa. Una Europa cimentada en cientos, miles de lecturas, que han dejado su marca tanto en el autor como en todos nosotros. El viajero del siglo transcurre en una ciudad extraña, imprevisible, que cambia de ubicación, como la propia historia de nuestro continente. Así lo expresa el autor: “Wandernburgo rotaba de repente, cambiaba de orientación igual que un girasol se adapta a los caprichos solares. “
Es muy destacable la sutil y elegante construcción de lo onírico, similar a la que logra Ishiguro en Los inconsolables. El lector no sabe que se halla dentro de un sueño, pero tampoco puede negarlo. Se ve envuelto en una realidad paralela, cuya existencia en ningún caso puede rechazar. Las influencias recibidas por Neuman son tantas, desde los clásicos centroeuropeos a la narrativa más fantástica, que enumerarlas resultaría inabarcable. Lo importante es su capacidad para crear una obra con carácter propio, radicalmente nueva, partiendo de mimbres mil veces usados.
Resulta sorprendente el paralelismo del XIX, aunque sea un XIX tan subjetivo como el de Neuman, con los tiempos actuales, con unos tiempos en crisis que terminarán con una solución radicalmente conservadora. Aporta notas sobre temas imprescindibles, como la emancipación de la mujer, la relatividad de la historia o sobre cómo en épocas pasadas vivieron la misma incertidumbre y las mismas sorpresas que nosotros. Demuestra que, por ejemplo, los planteamientos, las dudas sobre la evolución y la crisis de la clase obrera podrían seguir siendo las mismas. Es capaz de lanzar no sólo una mirada sobre la narrativa, sino también sobre la historia con mayúsculas.
La evolución de los personajes provoca importantes reflexiones sobre la creación literaria que, sin embargo, no provocan el olvido de la historia, ni la pérdida de ritmo: “Los franceses escriben sobre todo para gustar, igual que los alemanes escribimos para pensar y los ingleses lo hacen para ser entendidos”. La deriva de los protagonistas hacia la traducción, hacia el amor a la literatura de los personajes resulta absolutamente coherente con su evolución vital y estimula la lectura de obras fundamentales de la literatura europea que, a buen seguro, han pasado totalmente desapercibidas para cientos de lectores. De obras que construyeron nuestra conciencia, lo sepamos o no, lo queramos reconocer o no: De Goethe, Schiller, Fichte…
Utiliza un narrador sumamente acertado. Una tercera próxima al protagonista pero no absorbida por su conciencia. Una voz que, como el resto de la novela, resulta a la vez moderna y clásica, innovadora y renovadora. Los mismos calificativos podrían aplicarse a una poética vanguardista, levemente irónica, que cuenta con unos desplazamientos tremendos del lenguaje: “los elásticos, telegrafiantes dedos de Sophie”.
Por último es necesario destacar la maestría absoluta del cierre, de un desenlace que, como en todas las grandes novelas, cumple con lo esperado aunque lo aguardado resulte casi imposible. En las últimas páginas la calidad estilística del autor se eleva hasta lo magistral: “El viento es un rastrillo, una polea, una palanca, el viento sabe, alisa el mapa, corre por todas partes y siempre es forastero, se acerca, toma forma, dibuja un cinturón en torno a Wandernburgo, se deja caer, planea entre los tejados, desnuda chimeneas…”.
Recaredo Veredas
Nacido en Madrid. Licenciado en Derecho. Máster en Edición y en Creación Literaria. Autor del libro de relatos Pendiente y del manual de técnicas de escritura Cómo escribir un relato y publicarlo. Profesor de la Escuela de Letras en cursos de relato, narrativa y lectura profesional. Lector, editor y corrector en numerosas editoriales. Miembro del colectivo La tormenta en un vaso. Colabora con numerosos blogs y publicaciones, entre las que destaca ABC. Es creador del blog www.lalinearecta.blogspot.com
Watchmen, título feminista
(Tomado de wikipedia)
El título del cómic está tomado de la frase quis custodiet ipsos custodes? (que a menudo se traduce por «¿quién vigila a los vigilantes?»; en inglés: «who watches the watchmen?»), perteneciente a la Sátira VI del poeta Décimo Junio Juvenal (siglo I -siglo II). La composición trata acerca de las mujeres. En su contexto original, la cita alude a la dificultad de forzar a la mujer a tener un comportamiento moral adecuado debido a la corruptibilidad de los hombres que la custodien:
audio quid ueteres olim moneatis amici,
«pone seram, cohibe».
sed quis custodiet ipsos custodes?
Juvenal, Sátiras, VI 346-348
Oigo lo que me aconsejáis desde hace tiempo mis viejos amigos:
«Echa el cerrojo y mantenla encerrada».
Pero ¿quién vigilará a los propios vigilantes?
Juvenal muestra en sus sátiras los vicios de la sociedad de la Antigua Roma. Por su parte, en Watchmen los autores se centran en exponer las debilidades de los superhéroes enmascarados, lo que contrasta con el enfoque tradicional de la mayoría de los cómics en sus poderes y en su fortaleza. En este sentido, Moore intenta adoptar un punto de vista más «valiente» que el que se suele encontrar en el género.[7]
El grafiti «¿quién vigila a los vigilantes?» aparece varias veces en la historia escrito en las paredes de la ciudad de Nueva York (aunque la frase completa nunca se ve, sino que está siempre parcialmente oculta, cortada por el borde de la viñeta o inacabada). Estas pintadas se producen debido a la existencia de una ley, el «Acta de Keene» (sic), que prohíbe las actividades de los héroes. Dicha ley surgió impulsada por las protestas de los ciudadanos y una huelga de policías. Por tanto, el grafiti es una muestra del cambio que se ha producido en la opinión pública ante este asunto.[8] En una de las escenas del cómic, tras un enfrentamiento con manifestantes opuestos a los enmascarados, el segundo Búho Nocturno le pregunta al Comediante: «¿de quién los estamos protegiendo?», a lo que este último contesta: «de ellos mismos».
El título del cómic está tomado de la frase quis custodiet ipsos custodes? (que a menudo se traduce por «¿quién vigila a los vigilantes?»; en inglés: «who watches the watchmen?»), perteneciente a la Sátira VI del poeta Décimo Junio Juvenal (siglo I -siglo II). La composición trata acerca de las mujeres. En su contexto original, la cita alude a la dificultad de forzar a la mujer a tener un comportamiento moral adecuado debido a la corruptibilidad de los hombres que la custodien:
audio quid ueteres olim moneatis amici,
«pone seram, cohibe».
sed quis custodiet ipsos custodes?
Juvenal, Sátiras, VI 346-348
Oigo lo que me aconsejáis desde hace tiempo mis viejos amigos:
«Echa el cerrojo y mantenla encerrada».
Pero ¿quién vigilará a los propios vigilantes?
Juvenal muestra en sus sátiras los vicios de la sociedad de la Antigua Roma. Por su parte, en Watchmen los autores se centran en exponer las debilidades de los superhéroes enmascarados, lo que contrasta con el enfoque tradicional de la mayoría de los cómics en sus poderes y en su fortaleza. En este sentido, Moore intenta adoptar un punto de vista más «valiente» que el que se suele encontrar en el género.[7]
El grafiti «¿quién vigila a los vigilantes?» aparece varias veces en la historia escrito en las paredes de la ciudad de Nueva York (aunque la frase completa nunca se ve, sino que está siempre parcialmente oculta, cortada por el borde de la viñeta o inacabada). Estas pintadas se producen debido a la existencia de una ley, el «Acta de Keene» (sic), que prohíbe las actividades de los héroes. Dicha ley surgió impulsada por las protestas de los ciudadanos y una huelga de policías. Por tanto, el grafiti es una muestra del cambio que se ha producido en la opinión pública ante este asunto.[8] En una de las escenas del cómic, tras un enfrentamiento con manifestantes opuestos a los enmascarados, el segundo Búho Nocturno le pregunta al Comediante: «¿de quién los estamos protegiendo?», a lo que este último contesta: «de ellos mismos».
Watchmen
Peliculón total!!!!!!!! Nunca había visto superhéroes tan mala gente, no pude enamorarme ni de Rorschach, el preferido de Matt (quien me la hizo ver ayer en su cumple y me regaló copia).
Excelente las historias intercaladas de cada uno, el manejo del tiempo narrativo (aunque tendré que verla un par de veces más).
Cero lugar común, cero golpe bajo, cero predicción de desenlace. Una maravilla.
Excelente las historias intercaladas de cada uno, el manejo del tiempo narrativo (aunque tendré que verla un par de veces más).
Cero lugar común, cero golpe bajo, cero predicción de desenlace. Una maravilla.
Patrio
Se merecía su entrada. Aunque haya tardado en llegar por acá en seguida se hizo seguidor y deja un comentario de vez en cuando. Que Patrio es de los que cuando dice algo, aunque sea medio comentario al pasar, levanta polvareda.
sábado, 18 de julio de 2009
"Tu piel más lisa que los vientos"
PARAGUAYA
Por las arenas rojas
se arrastraba tu olor a monte
como una sombra verde.
Se anaranjaba el bronce enloquecido
de tu cuerpo ágil
en las manos del sol.
Reíamos de gozo.
Mordí tu piel más lisa que los vientos.
Tus ojos
desparramaron las semillas
negras de tus miradas.
Todos los trópicos
se hicieron jugos en tu boca.
¡Los cantos de las selvas guardáronse en tus formas!
en "Molino Rojo" de Jacobo Fijman
Por las arenas rojas
se arrastraba tu olor a monte
como una sombra verde.
Se anaranjaba el bronce enloquecido
de tu cuerpo ágil
en las manos del sol.
Reíamos de gozo.
Mordí tu piel más lisa que los vientos.
Tus ojos
desparramaron las semillas
negras de tus miradas.
Todos los trópicos
se hicieron jugos en tu boca.
¡Los cantos de las selvas guardáronse en tus formas!
en "Molino Rojo" de Jacobo Fijman
"Todo es cosa de hundirse"
A QUIEN VELA TODO SE REVELA, de Gonzalo Rojas
Bello es dormir al lado de una mujer hermosa,
después de haberla conocido
hasta la saciedad. Bello es correr desnudo
tras ella, por el césped
de los sueños eróticos.
Pero es mejor velar, no sucumbir
a la hipnosis, gustar la lucha de las fieras
detrás de la maleza, con la oreja pegada
a la espalda olorosa,
la mano como víbora en los pechos
de la durmiente, oírla
respirar, olvidada de su cuerpo desnudo.
Después, llamar a su alma
y arrancarla un segundo de su rostro,
y tener la visión de lo que ha sido
mucho antes de dormir junto a mi sangre,
cuando erraba en el éter,
como un día de lluvia.
Y, aún más, decirle: "Ven,
sal de tu cuerpo. Vámonos de fuga.
Te llevaré en mis hombros, si me dices
que, después de gozarte y conocerte,
todavía eres tú, o eres la nada".
Bello es oír su voz: -"'Soy una parte
de ti, pero no soy
sino la emanación de tu locura,
la estrella del placer, nada más que el fulgor
de tu cuerpo en el mundo".
Todo es cosa de hundirse,
de caer hacia el fondo, como un árbol
parado en sus raíces, que cae, y nunca cesa
de caer hacia el fondo.
Gonzalo Rojas
Bello es dormir al lado de una mujer hermosa,
después de haberla conocido
hasta la saciedad. Bello es correr desnudo
tras ella, por el césped
de los sueños eróticos.
Pero es mejor velar, no sucumbir
a la hipnosis, gustar la lucha de las fieras
detrás de la maleza, con la oreja pegada
a la espalda olorosa,
la mano como víbora en los pechos
de la durmiente, oírla
respirar, olvidada de su cuerpo desnudo.
Después, llamar a su alma
y arrancarla un segundo de su rostro,
y tener la visión de lo que ha sido
mucho antes de dormir junto a mi sangre,
cuando erraba en el éter,
como un día de lluvia.
Y, aún más, decirle: "Ven,
sal de tu cuerpo. Vámonos de fuga.
Te llevaré en mis hombros, si me dices
que, después de gozarte y conocerte,
todavía eres tú, o eres la nada".
Bello es oír su voz: -"'Soy una parte
de ti, pero no soy
sino la emanación de tu locura,
la estrella del placer, nada más que el fulgor
de tu cuerpo en el mundo".
Todo es cosa de hundirse,
de caer hacia el fondo, como un árbol
parado en sus raíces, que cae, y nunca cesa
de caer hacia el fondo.
Gonzalo Rojas
"Furtiva pareja contra las piedras del muro"
POEMA ERÓTICO DE ENRIQUE MOLINA
Furtiva pareja contra las piedras del muro,
oculta en la sombra.
Atraídos por sus besos
los blancos demonios de los paraísos del infierno
lanzan sobre ella su lengua arrojadiza
con promesas que no cumplirán nunca.
La ciegan con relámpagos, ansiedades,
paisajes errantes de la vagina
en una niebla de pantanos poblada de iguanas.
Ella tiembla con su rápida boca
y en sus sueños
entreabre el jardín de sus rodillas,
sus legendarios pezones resplandecen
en las colinas del verano. Él la arrastra,
la estrangula en una ardiente liturgia,
le arranca la ropa, gime por una gracia de amor,
la azota con furia, la rapta
en una oscilante piragua y el susurro del follaje
es apenas vapor de aliento, locura.
La Encantadora de Serpientes es ella,
canta en la arena
seducida por borrachos y vendedores de helados.
Amor mío, amor mío,
pero sólo unas piedras inhóspitas y la casa
se alza en un espejismo de color de brasa de leche,
el dulce techo no existe, ni la lámpara
cuando ella le clava los dientes y él aúlla
entre las fibras de su médula, congestionado,
aunque en verdad
sólo dialogan con ternura en praderas flotantes,
no palabras sino un ligero fulgor en los labios.
Pero no junto al muro sino en el espacio insensato,
más allá del Cabo de las Tormentas y el Golfo de Sumatra,
en la irrealizable ansiedad de sus almas.
Amor mío, amor mío, el humo del asado
ha invadido la casa, envuelve los cuerpos,
y tan poderoso sol en el vino y la harina,
así estaremos un día en la creación del mundo.
Ambos están revestidos por una especie de plumaje
erizado,
pero en la calle sólo hay garras,
y esa pareja
comunicándose a través de sus ramificaciones nerviosas
en cada uno de cuyos extremos
arde una chispa sofocada
en pos de ese lecho fantasma que alza su
arboladura a través de los mares
con la doncella ruborosa saltando en la fiebre.
Y él la besa
sobre la hierba del bosque donde ha caído,
porque viajan en trenes que rugen en lugares
volcánicos,
poblados de cactus, corriendo y corriendo
en el viento de la luna,
en semejante noche, en tales patíbulos donde el
condenado
muere de placer en un trono de fuego.
Amor mío, amor mío, ésta es una sonata en la calle
donde braman los ómnibus,
pero el ronco soplido de la marea está aquí,
y el tribunal de desnudas verdugas con altas botas
negras
y un látigo en la mano, las furias,
porque de todo amor nace un relámpago inconcluso.
En tales circunstancias
la mutua seducción de esas enamoradas criaturas
es sólo realidad en la carencia,
en el aire regido por los dioses,
y siempre faltará algo en la vocación de todo sueño
nacido de la tierra,
un gesto, un aleteo,
y ese destello de la presencia total
con la imposible gloria de Sodoma y Gomorra cada
vez más espléndida
en la desamparada callejuela donde, contra el muro,
una pareja se desvanece en el aire sin socorro
en una interminable cacería.
ENRIQUE MOLINA
Furtiva pareja contra las piedras del muro,
oculta en la sombra.
Atraídos por sus besos
los blancos demonios de los paraísos del infierno
lanzan sobre ella su lengua arrojadiza
con promesas que no cumplirán nunca.
La ciegan con relámpagos, ansiedades,
paisajes errantes de la vagina
en una niebla de pantanos poblada de iguanas.
Ella tiembla con su rápida boca
y en sus sueños
entreabre el jardín de sus rodillas,
sus legendarios pezones resplandecen
en las colinas del verano. Él la arrastra,
la estrangula en una ardiente liturgia,
le arranca la ropa, gime por una gracia de amor,
la azota con furia, la rapta
en una oscilante piragua y el susurro del follaje
es apenas vapor de aliento, locura.
La Encantadora de Serpientes es ella,
canta en la arena
seducida por borrachos y vendedores de helados.
Amor mío, amor mío,
pero sólo unas piedras inhóspitas y la casa
se alza en un espejismo de color de brasa de leche,
el dulce techo no existe, ni la lámpara
cuando ella le clava los dientes y él aúlla
entre las fibras de su médula, congestionado,
aunque en verdad
sólo dialogan con ternura en praderas flotantes,
no palabras sino un ligero fulgor en los labios.
Pero no junto al muro sino en el espacio insensato,
más allá del Cabo de las Tormentas y el Golfo de Sumatra,
en la irrealizable ansiedad de sus almas.
Amor mío, amor mío, el humo del asado
ha invadido la casa, envuelve los cuerpos,
y tan poderoso sol en el vino y la harina,
así estaremos un día en la creación del mundo.
Ambos están revestidos por una especie de plumaje
erizado,
pero en la calle sólo hay garras,
y esa pareja
comunicándose a través de sus ramificaciones nerviosas
en cada uno de cuyos extremos
arde una chispa sofocada
en pos de ese lecho fantasma que alza su
arboladura a través de los mares
con la doncella ruborosa saltando en la fiebre.
Y él la besa
sobre la hierba del bosque donde ha caído,
porque viajan en trenes que rugen en lugares
volcánicos,
poblados de cactus, corriendo y corriendo
en el viento de la luna,
en semejante noche, en tales patíbulos donde el
condenado
muere de placer en un trono de fuego.
Amor mío, amor mío, ésta es una sonata en la calle
donde braman los ómnibus,
pero el ronco soplido de la marea está aquí,
y el tribunal de desnudas verdugas con altas botas
negras
y un látigo en la mano, las furias,
porque de todo amor nace un relámpago inconcluso.
En tales circunstancias
la mutua seducción de esas enamoradas criaturas
es sólo realidad en la carencia,
en el aire regido por los dioses,
y siempre faltará algo en la vocación de todo sueño
nacido de la tierra,
un gesto, un aleteo,
y ese destello de la presencia total
con la imposible gloria de Sodoma y Gomorra cada
vez más espléndida
en la desamparada callejuela donde, contra el muro,
una pareja se desvanece en el aire sin socorro
en una interminable cacería.
ENRIQUE MOLINA
Yo escrita por Oscar Wilde
Paula Irupé hizo el test ¿Qué célebre escritor te podría haber creado como personaje literario? y el resultado es Oscar wilde
Te encanta conversar en las reuniones de sociedad, explotando al máximo la riqueza del lenguaje, con juegos de palabras y ocurrencias varias. Tenés varias frases célebres que solés repetir. Sos un toque hipócrita/careta, pero es el único modo de sobrevivir en este nido de serpientes. Pecás de afrancesado y hasta de gay, aunque detrás del velo de la superficialidad, se puede ver que tus instintos te han llevado a hacer cosas terribles.
Vampiras lesbianas
Viernes, 17 de Julio de 2009
Muérdeme mucho
Las vampiras lesbianas están impresas en el ADN mismo de las historias de seres sedientos de sangre. Más o menos explícita su sexualidad, los personajes femeninos no sólo aventajaron en casi cien años el nacimiento de Drácula, sino que además contaron con una inspiración en la vida real insoslayable: la sangrienta condesa Erzébet Bathory, que inmortalizaron tanto Valentine Penrose como Alejandra Pizarnik. En la zaga de las mejores vampiras amantes de mujeres, este año se estrenan dos películas: la excelente Let The Right One in —con la primera vampira intersex— y la un tanto denostada Lesbian Vampire Killers. Y como bonus track, la serie True Blood también presenta a su dama de dientes afilados y deseos lésbicos en la piel de la hermosa Evan Rachel Wood.
Por Mariana Enriquez
http://www.pagina12.com.ar/fotos/soy/20090717/notas_y/vamp.jpg
Las vampiresas son más raras que sus hermanos los vampiros o, mejor dicho, son menos famosas, menos visibles. En las mitologías abundan, pero se mezclan con otros monstruos femeninos. En la literatura, su presencia es mucho más temprana que el Drácula de Bram Stoker, pero menos reconocida. Cosa extraña: fue nada menos que Goethe el primero en escribir un relato de vampiros (un lieder, en realidad) con protagonista femenina en 1797, con La novia de Corinto. Primera de las bellas damas impiadosas, mujer fatal primigenia, todavía es heterosexual, y viene en busca de la sangre de su amado. Lo mismo pasa con otra vampira célebre: la lúbrica cortesana Clarimonda del relato La muerta enamorada de Teophile Gautier (1836, casi setenta años antes de Drácula).
Para entonces, de la mano del romanticismo, los relatos de vampiros (desde supersticiones campesinas hasta cuentos literarios) se volvían populares. Para que los vampiros hombres se volvieran gays hizo falta mucho: lo lograron recién a mediados del siglo XX, aunque por supuesto la sensualidad prohibida siempre llevó implícita la posibilidad de la androginia y de la diferencia. Pero para que las vampiras se encarnaran como lesbianas no hizo falta tanto: en 1872, el irlandés (Stoker también lo era, ¡cómo gustaba el vampirismo en Irlanda!) Joseph Sheridan Le Fanu publicó “Carmilla”, uno de los cuentos más famosos del género, y también uno de los más logrados. Dice la protagonista, una jovencita que recibe en casa a una desconocida, joven como ella, supuesta hija de una familia amiga: “Lo cierto es que yo sentía algo inexplicable por aquella hermosa forastera. Me sentía, como ella decía, atraída hacia ella, pero experimentaba también algo de repulsión. No obstante, en ese sentimiento ambiguo prevalecía enormemente la atracción. Era tan hermosa y tan indescriptiblemente atractiva que me intrigaba y me subyugaba”. Y más tarde, cuando Carmilla la corresponde, el relato —si bien jamás explícito— se vuelve francamente erótico: “Jamás he estado enamorada de nadie, y nunca lo estaré —susurró—, salvo que lo esté de ti... Querida, querida mía —murmuró—. Yo vivo en ti y tú morirás por mí. Te amo tanto...”.
“Carmilla” no tuvo una descendencia sostenida. Ese relato quedó allí, como un clásico, pero no se desprendió de él una legión de vampiresas lésbicas. Y eso que poseían un antecedente real capaz de desbancar a cualquier otro asesino con características vampíricas: la brutal condesa Erzébet Bathory, que hacia fines del siglo XVI aterrorizó Hungría con su intento de lograr la juventud eterna mediante baños en la sangre de muchachas jóvenes, la mayoría a su servicio.
LA BELLEZA CONVULSIVA
En 1962, la escritora francesa Valentine Penrose escribió un hermoso libro, mitad lirismo, mitad historia, llamado La condesa sangrienta, que describía la vida, muerte y crímenes de Erzébet. El relato de los crímenes, que la condesa perpetraba con ayuda de sus asistentes Darvulia y Jó Ilona, era bello y brutal: “...A las dos o tres jóvenes las dejaban completamente desnudas, con el pelo suelto. Eran hermosas, y siempre tenían menos de dieciocho años, a veces doce... Cuando la muchacha no era sino una llaga tumefacta, Dorkó tomaba una navaja de afeitar y hacía incisiones acá y acullá. La sangre brotaba de todas partes, las mangas blancas de Erzébet Bathory se teñían de ese diluvio rojo... La bóveda y las paredes chorreaban”. En Argentina, el libro fascinó a Alejandra Pizarnik, que escribió su propio La condesa sangrienta (1965), un homenaje que recuenta lo escrito por Penrose con el inconfundible estilo de la poeta: “El camino está nevado, y la sombría dama arrebujada en sus pieles dentro de la carroza se hastía. De repente formula el nombre de alguna muchacha de su séquito. Traen a la nombrada: la condesa la muerde frenética y le clava agujas”.
Esta mujer insondable pudo haber sido lo que Vlad Tepes, cruel noble y guerrero húngaro nacido en 1410, fue para el Drácula de la literatura: una inspiración basada en crueldades históricas, en un gusto malsano por la tortura y la sangre. Pero no lo fue. Erzébet fue juzgada después de haber asesinado a unas 500 muchachas y emparedada hasta la muerte (ocurrida en 1610) en su castillo de Csejthe. Su caso ni siquiera tiene una película todavía —es decir, tiene algunas menores, como Daughters of Darkness del belga Harry Kumel, estrenada en 1971. (Nada que ver, está claro, con los Drácula de Lugosi o Coppola.) Por lo menos hasta este año: Julie Delpy, la hermosa actriz de Antes del amanecer, acaba de estrenar en el último Festival de Berlín su versión de los hechos, que ella dirige y protagoniza. La película se llama The Countess, el trailer ya se puede ver online, y todavía no tiene fecha de estreno.
VAMPIRAS LESBIANAS EN EL CINE
La visibilidad de las chicas hambrientas de sangre y amándose entre ellas en el cine no es mucho mayor —salvo en el reino del cine porno a partir de los ’70, donde hay varias vampiras lésbicas en películas para hombres heterosexuales (como suele suceder)—. Antes de los ’70, los ejemplos de cine no abundan: la más famosa es la Condesa Zaleska, que interpretó Gloria Holden en la película La hija de Drácula de 1935: hay una seducción clara e indudable a una jovencita de parte de la vampira. Pero la Condesa es una sufrida: nada que ver con Et mourir de plaisir (1960) de Roger Vadim, la primera versión de “Carmilla” para cine, con dos chicas hermosas. Popularidad, eso sí, todavía se les escamoteaba. Más bonitos aún y más populares fueron la trilogía basada en Carmilla de la productora clásica Hammer Films: The Vampire Lovers (1970), Lust for a Vampire (1971), y Twins of Evil (1972), película de explotación pura que tenía a dos conejistas de Playboy, Madeleine y Mary Collinson, mordiendo tetas turgentes.
Los ’80 trajeron a la gran película lésbica de vampiras: El ansia, de Tony Scott, basada en una novela del mismo nombre de Whitley Strieber. Era 1983 y a Catherine Deneuve (Miriam) se le moría su amante de siglos (John, interpretado por David Bowie). Miriam es egipcia (un poco raro eso, teniendo en cuenta la rubiez de la Denueve, pero bueno), y cuando su amante agoniza va en busca de la gerontóloga Sarah Roberts, interpretada por Susan Sarandon. Todo se precipita entonces: Miriam ya ha encontrado reemplazo de compañía eterna con la hermosa médica. El ansia tiene una de las escenas lésbicas más famosas del cine: las dos mujeres espléndidas bebiendo su vino y luego apasionadas, en una cama de tules y telas, todo blanco y rojo. En la película todo es estilo, desde la exquisitez de Deneuve hasta Nueva York y aquella escena de club nocturno donde Bauhaus canta "Bela Lugosi's Dead". Susan Sarandon, en su momento, dijo que filmar la escena lésbica había sido un placer porque, bueno, era Catherine y su blanca hermosura. Pero, como la condesa, no hubo demasiada descendencia de The Hunger, salvo una serie erótica del mismo nombre a la que le fue pésimo con la crítica (con bastante justicia) a pesar de que tenía episodios escritos por especialistas como Harlan Ellison o Poppy Z. Brite.
En los ’90, el evento fueron las colecciones de cuentos de vampirismo lésbico erótico editadas por Pam Keesey (ya existían de vampirismo erótico a secas, editadas por Poppy Z Brite y llamadas Love In Vein). Las de Keesey fueron Daughters of Darkness: Lesbian Vampire Tales de 1993, que tenía, claro, la seminal Carmilla e incluía un curioso texto de Pat Califia, transexual y bisexual; le siguió Dark Angels de 1995, que incluía una traducción de La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik, y piezas de habitués en estas recopilaciones como Melanie Tem o Thomas S. Roche. Ninguna se consigue en castellano.
La revancha de las vampiras quizás ocurra finalmente este año. En TV, la serie True Blood presenta en su segunda temporada a la reina Shopie Ann de Louisiana, una vampira lesbiana interpretada por Evan Rachel Wood, una actriz increíble (El luchador, A los 13) y, famosamente, ex novia de Marilyn Manson. Estará en los últimos dos episodios: la serie de Alan Ball (creador de Six Feet Under, y gay) tiene cada vez más éxito, pero todavía no incluía a una amante de mujeres. Evan, con su belleza juvenil pero helada, es ideal para el papel.
Además, en 2002, ya había interpretado a una adolescente que despertaba a su sexualidad lésbica en la serie Once and Again, con dos famosos besos televisivos en los labios de la entonces también jovencísima Mischa Barton. En otro tono, este año también se estrena Lesbian Vampire Killers, una comedia de terror británica (para cine). Pero aquí la suerte no parece estar del lado de los realizadores: la crítica en general la destrozó, y un grupo de activistas llamado “Angry Lesbians” habló de un retrato “insultante y estereotipado”. Se trata de una comedia de muchachotes. Y finalmente, aunque retrasada ahora por la gripe A, llegará Let The Right One In de Thomas Alfredsson, una maravilla de película sueca que además de buen cine es una historia de iniciación que incluye crítica social, perversión, brutalidad escolar, padres ausentes y quizá la primera vampira intersex (su género está indeterminado… o mejor callarse lo que sucede y dejar que el lector descubra): la ambigua y extraordinaria Eli (Lina Leandersson), la ambigua y extraordinaria Eli, un ángel de la muerte de 12 años que camina sobre la nieve sin dejar rastro. El director cuenta que le costó un año encontrar a esa niña andrógina, y que la espera valió la pena. No diremos más para no arruinar la trama del mejor estreno del año (así de buena es), pero quienes quieran anticiparse pueden recurrir a la novela en que se basó la película, Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist, un libro estremecedor, que corre los límites del horror y el vampirismo como metáfora tan pero tan lejos que seguramente pasará mucho tiempo hasta que otro escritor esté a la altura de tomar el guante.
Link a la nota:
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"Amor, el de quemarse vivos"
"-¿Y el amor? Pero noéste, el de quemarse vivos, el de echar espumarajos por la boca, el de interpenetrarse con el ser amado bajo la noche, al aire libre y que se forme rocío sobre el pelo, y ninguno de los amantes se oxide porque siempre hay más calor bajo el nuevo rocío. Y además están los huesos donde el rocío no puede cuajar, y allí también estallan incendios que no se apagan. Y todo esto puede ocurrir en la arena dode queda dinujado el cuerpo, o en los punzantes campos, o planeando sobre los techos. Y cuando sale el sol aquí no ha pasado nada ¿comprende usted? sólo el amor lo pudo."
Armonía Somers, en Sólo los elefantes encuentran mandrágora.
Armonía Somers, en Sólo los elefantes encuentran mandrágora.
viernes, 17 de julio de 2009
Ursula K. Le Guin en Literatura Prospectiva
jueves 16 de julio de 2009 (ver link directo a la página en columna de la derecha)
Reseña:
Poderes.
Anales de la Costa Occidental III.
Ursula K. Le Guin.
Reseña de: Santiago Gª Soláns:
Minotauro. Barcelona, 2009. Título original: Powes. Traducción: Alexander López Lobo. 376 páginas.
Tras Los Dones y Voces, Le Guin prosigue en Poderes su viaje literario a través de las tierras de la Costa Occidental, esta vez siguiendo las andanzas del joven esclavo Gavir, quien de muy pequeño fue secuestrado junto a su hermana Sallo, alejándolo de su hogar en las Marismas y llevándolo a la ciudad de Etra. Allí, en un lugar donde se odian los dones o poderes mágicos, Gavir deberá guardar celosamente, a instancias de su hermana, el secreto de lo que le hace especial: aparte de una prodigiosa memoria que le permite recordar la página de un libro con solo leerla una vez, posee la capacidad de «recordar» acontecimientos futuros. Una capacidad que de poco o más bien nada le sirve en sus circunstancias, antes bien, le puede acarrear graves problemas.
A pesar de ello, Gavir no parece en absoluto preocupado por ser un esclavo. De hecho su vida es bastante satisfactoria, muy similar a la de los hijos de sus amos: estudian y juegan juntos, siendo sus maestros comunes otros esclavos, crecen bajo la autoridad de las mismas personas y bajo, aparentemente, las mismas leyes. Gavir se siente incluso afortunado porque su hermana y él no fueran vendidos a diferentes amos, y dada su facilidad de aprendizaje sueña con llegar a escribir un libro en que recopile los anales de las ciudades estado en una gran y unificadora historia. Se encuentra satisfecho con su vida y asume que en el futuro incluso llegará a ocupar el lugar de su maestro como educador de los jóvenes de la casa. Simplemente, según lo ve él, ese es el orden natural de las cosas y así debe ser. Vive una existencia cómoda y, a pesar de soportar en ocasiones el desdén o la violencia de Torm, uno de los hijos de sus amos, satisfactoria.
Hasta el momento en que descubre, lentamente, las injusticias que reinan a su alrededor, no solo hacia los esclavos como él, sino también a las mujeres en general. Y en el momento en que la ciudad de Etra es sitiada, la cosa no hará sino empeorar. Cuando poco después la tragedia definitiva le golpee, escapará de su vida casi por accidente y se dedicará a vagar y viajar conociendo distintas sociedades, mientras va en busca de si mismo, de su identidad y de sus sentimientos.
A lo largo de los tres libros se ha ido haciendo cada vez más claro, aunque de una forma gradual, que el tema principal de la —por el momento— trilogía es el de la esclavitud en todas sus facetas, cada protagonista es de una forma u otra un esclavo: desde los dones que atan con las cadenas que se pone uno mismo a la posesión de una persona por otra, pasando por el poder militar que sojuzga a poblaciones enteras. E indisolublemente unido, como las dos caras de una misma moneda, le acompaña el tema de la libertad, de las formas de conseguirla y mantenerla, respetando a un tiempo la de los demás. El propio Gavir descubrirá en sus carnes que muchas veces el ejercicio de la libertad es mucho más difícil de lo que aparenta y que incluso dentro de una sociedad de esclavos fugitivos y de libertos, que odian la simple idea de esa sumisión, se puede caer en los vicios de sus amos aunque no se impongan visiblemente unas cadenas sobre los oprimidos. Y es que las ataduras no tienen porque ser eslabones de hierro, sino el simple miedo, la necesidad de un refugio donde sentirse seguro, la ignorancia o, incluso, el amor mal entendido.
Le Guin ha creado a lo largo de estos tres libros un mundo fantástico que resulta en un primer vistazo bastante típico, pero donde lo que realmente importa son las diferentes sociedades que se van mostrando al lector y, sobre todo, los personajes y el mensaje que encarnan. En cada novela la autora toma a un joven con una especial habilidad mágica que de alguna forma le aparta de su entorno y lo lanza a un mundo hostil, donde su única protección será su amor por las palabras y su rechazo de la violencia. Si el Orrec de Los Dones habría de convertirse en un afamado poeta —cuyos versos servirán de inspiración para los anhelos y las reflexiones del propio Gavir— y Memer en Voces era la custodia de una gran biblioteca de libros prohibidos —siendo además ambos grandes lectores—, en esta ocasión, el joven esclavo centrará sus aspiraciones en convertirse en maestro y académico.
Son todos ellos temas recurrentes en la autora y en la serie: el amor por la lectura; la lección de que la manera de escapar de la esclavitud (física, pero también mental, pues existen cadenas que no se ven) pasa a través de la educación, del aprendizaje, de la adquisición de cultura y del rechazo al uso de la violencia; el mensaje o moraleja de lo duro que resulta abandonar el uso —o más bien, abuso— del poder sobre los demás, la renuncia voluntaria a ejercer el «derecho» de vida y muerte sobre otras personas, ya sean hijos, súbditos conquistados o simples esclavos; el llegar a la conclusión de que nadie debe estar por encima de los demás, salvo cuando ellos mismos le cedan esa potestad como una renuncia propia y nunca como una imposición…
Son historias de personas, de jóvenes, que buscan encontrar su lugar en un mundo convulso y, a través de la experiencia acumulada, encontrarse a si mismos en un ejercicio de autoconocimiento. Lo importante no son en absoluto sus habilidades mágicas, sino la fuerza de sus convicciones y su «construcción» como individuos morales y éticos. Con un entretenido y muy ameno «envoltorio» repleto de aventuras, la reflexión está servida.
Poderes es un libro que va mejorando en la memoria conforme se deja reposar un poco. Contiene, sin duda, lo mejor de Le Guin: su escritura agradable, poética y fluida; la creación de sociedades fascinantes, coherentes y perfectamente verosímiles; la idea, quizá algo ingenua, de que a pesar de todas las dificultades que surgen en el camino, de todas las penas —que son muchas—, de todos los golpes y desaires de la vida, siempre se puede confiar en que la oscuridad de la noche solo dura hasta el amanecer. Si hay un rasgo común a toda la obra de Le Guin ese quizá sería precisamente la esperanza, injustificada o no, en que el ser humano puede mejorar, escapar de la espiral de odio y violencia que parece rodearle, y abrazar el amor al conocimiento como forma de superación y convivencia. Casi nada.
Reseña:
Poderes.
Anales de la Costa Occidental III.
Ursula K. Le Guin.
Reseña de: Santiago Gª Soláns:
Minotauro. Barcelona, 2009. Título original: Powes. Traducción: Alexander López Lobo. 376 páginas.
Tras Los Dones y Voces, Le Guin prosigue en Poderes su viaje literario a través de las tierras de la Costa Occidental, esta vez siguiendo las andanzas del joven esclavo Gavir, quien de muy pequeño fue secuestrado junto a su hermana Sallo, alejándolo de su hogar en las Marismas y llevándolo a la ciudad de Etra. Allí, en un lugar donde se odian los dones o poderes mágicos, Gavir deberá guardar celosamente, a instancias de su hermana, el secreto de lo que le hace especial: aparte de una prodigiosa memoria que le permite recordar la página de un libro con solo leerla una vez, posee la capacidad de «recordar» acontecimientos futuros. Una capacidad que de poco o más bien nada le sirve en sus circunstancias, antes bien, le puede acarrear graves problemas.
A pesar de ello, Gavir no parece en absoluto preocupado por ser un esclavo. De hecho su vida es bastante satisfactoria, muy similar a la de los hijos de sus amos: estudian y juegan juntos, siendo sus maestros comunes otros esclavos, crecen bajo la autoridad de las mismas personas y bajo, aparentemente, las mismas leyes. Gavir se siente incluso afortunado porque su hermana y él no fueran vendidos a diferentes amos, y dada su facilidad de aprendizaje sueña con llegar a escribir un libro en que recopile los anales de las ciudades estado en una gran y unificadora historia. Se encuentra satisfecho con su vida y asume que en el futuro incluso llegará a ocupar el lugar de su maestro como educador de los jóvenes de la casa. Simplemente, según lo ve él, ese es el orden natural de las cosas y así debe ser. Vive una existencia cómoda y, a pesar de soportar en ocasiones el desdén o la violencia de Torm, uno de los hijos de sus amos, satisfactoria.
Hasta el momento en que descubre, lentamente, las injusticias que reinan a su alrededor, no solo hacia los esclavos como él, sino también a las mujeres en general. Y en el momento en que la ciudad de Etra es sitiada, la cosa no hará sino empeorar. Cuando poco después la tragedia definitiva le golpee, escapará de su vida casi por accidente y se dedicará a vagar y viajar conociendo distintas sociedades, mientras va en busca de si mismo, de su identidad y de sus sentimientos.
A lo largo de los tres libros se ha ido haciendo cada vez más claro, aunque de una forma gradual, que el tema principal de la —por el momento— trilogía es el de la esclavitud en todas sus facetas, cada protagonista es de una forma u otra un esclavo: desde los dones que atan con las cadenas que se pone uno mismo a la posesión de una persona por otra, pasando por el poder militar que sojuzga a poblaciones enteras. E indisolublemente unido, como las dos caras de una misma moneda, le acompaña el tema de la libertad, de las formas de conseguirla y mantenerla, respetando a un tiempo la de los demás. El propio Gavir descubrirá en sus carnes que muchas veces el ejercicio de la libertad es mucho más difícil de lo que aparenta y que incluso dentro de una sociedad de esclavos fugitivos y de libertos, que odian la simple idea de esa sumisión, se puede caer en los vicios de sus amos aunque no se impongan visiblemente unas cadenas sobre los oprimidos. Y es que las ataduras no tienen porque ser eslabones de hierro, sino el simple miedo, la necesidad de un refugio donde sentirse seguro, la ignorancia o, incluso, el amor mal entendido.
Le Guin ha creado a lo largo de estos tres libros un mundo fantástico que resulta en un primer vistazo bastante típico, pero donde lo que realmente importa son las diferentes sociedades que se van mostrando al lector y, sobre todo, los personajes y el mensaje que encarnan. En cada novela la autora toma a un joven con una especial habilidad mágica que de alguna forma le aparta de su entorno y lo lanza a un mundo hostil, donde su única protección será su amor por las palabras y su rechazo de la violencia. Si el Orrec de Los Dones habría de convertirse en un afamado poeta —cuyos versos servirán de inspiración para los anhelos y las reflexiones del propio Gavir— y Memer en Voces era la custodia de una gran biblioteca de libros prohibidos —siendo además ambos grandes lectores—, en esta ocasión, el joven esclavo centrará sus aspiraciones en convertirse en maestro y académico.
Son todos ellos temas recurrentes en la autora y en la serie: el amor por la lectura; la lección de que la manera de escapar de la esclavitud (física, pero también mental, pues existen cadenas que no se ven) pasa a través de la educación, del aprendizaje, de la adquisición de cultura y del rechazo al uso de la violencia; el mensaje o moraleja de lo duro que resulta abandonar el uso —o más bien, abuso— del poder sobre los demás, la renuncia voluntaria a ejercer el «derecho» de vida y muerte sobre otras personas, ya sean hijos, súbditos conquistados o simples esclavos; el llegar a la conclusión de que nadie debe estar por encima de los demás, salvo cuando ellos mismos le cedan esa potestad como una renuncia propia y nunca como una imposición…
Son historias de personas, de jóvenes, que buscan encontrar su lugar en un mundo convulso y, a través de la experiencia acumulada, encontrarse a si mismos en un ejercicio de autoconocimiento. Lo importante no son en absoluto sus habilidades mágicas, sino la fuerza de sus convicciones y su «construcción» como individuos morales y éticos. Con un entretenido y muy ameno «envoltorio» repleto de aventuras, la reflexión está servida.
Poderes es un libro que va mejorando en la memoria conforme se deja reposar un poco. Contiene, sin duda, lo mejor de Le Guin: su escritura agradable, poética y fluida; la creación de sociedades fascinantes, coherentes y perfectamente verosímiles; la idea, quizá algo ingenua, de que a pesar de todas las dificultades que surgen en el camino, de todas las penas —que son muchas—, de todos los golpes y desaires de la vida, siempre se puede confiar en que la oscuridad de la noche solo dura hasta el amanecer. Si hay un rasgo común a toda la obra de Le Guin ese quizá sería precisamente la esperanza, injustificada o no, en que el ser humano puede mejorar, escapar de la espiral de odio y violencia que parece rodearle, y abrazar el amor al conocimiento como forma de superación y convivencia. Casi nada.